Partida Rol por web

Sin lugar a duda Caäniza compartía parte de la emoción, y al sentirse participe de todo ello en su rostro no paraba de asomarse una sonrisa alegre. Ella a muy temprana edad tenía claro que es lo que quería ser y ahora sus sueños podían materializarse.

Lo mejor era que ahora todo el protocolo había dejado paso a una fiesta donde la gente comía y bebía, mientras charlaban. En medio de todo aquello, esperaba que en algún momento su amigo Arkyn irrumpiera con una de sus canciones.

Arkyn tocaba de forma rutinaria junto al otro músico algunas sencillas melodías que habían acordado, aunque pasaban también ratos simplemente observando cómo evolucionaba la fiesta. Los ojos de Arkyn se fijaron en los invitados, en las cruces de miradas, en encuentros aparentemente casuales e informales, pero que podrían ocultar intereses diversos. Curudae estaba en su ambiente, y se movía de un lado a otro.

El Lugarteniente Khôradur echa miradas dismuladas a los pocos guardias presentes, y también la mirada del enorme umbareano se cruzó con la de un dúnadan que se encontraba de pie en un rincón, con la cara tapada por la capucha, sin moverse. Mientras tanto, la mirada de Ayla parecía recorrer la multitud en busca de caras conocidas, sin desdibujar en ningún momento la sonrisa. Un hombre está charlando con dos alumnos de la Academia, Ragi y Sir se llaman los jóvenes. Luego se le acerca a Ayla, y a pocos metros de Arkyn le en voz baja -Lord Danroth os envía sus mejores deseos para esta nueva etapa, y lamenta que ciertos asuntos que requieren de su vigilancia le han obligado permanecer en Tharbad, pero llegado el momento oportuno sin duda os encontraréis de nuevo

El nombre del bardo de Tharbad le trae recuerdos de cómo empezó todo hace tan poco, cuando aceptó acudir a este evento en sustitución de Gelmir.

La fiesta sigue su curso, y la comida y la bebida hacen su efecto para relajar el ambiente aún más. De forma disimulada, una dama de renombre entra en la fiesta. Se trata de Finduilas, la que hasta hace poco fue la soberana del principado de Dol Caladir. Se queda hablando con Khôradur primero y después con Edrec.

Instintivamente, Arkyn busca reacciones entre los invitados. Entonces se fija en Ayla, quien a su vez está mirando con interés a un hombre con atuendo cardolanii pero no que parece de noble cuna. Está un poco apartado del resto, y no parece interesarse por ninguno de los alumnos, aunque saluda a algunos padres cuando pasan cerca. Y no pierde de vista a Finduilas, visiblemente sorprendido de verla en Sil Auressë.

La suave melodía que comienza tocar el otro músico le obliga a Arkyn volver a centrarse en la actuación.

La Dama Ayla está visiblemente emocionada con la evolución de la Academia. Sujeta firmemente el pergamino que refleja el plan de estudios mientras observa sin perder detalle las distintas representaciones, tratando de atrapar cada momento.

La Dama Ayla intenta conversar con todos los grupos, algo visiblemente difícil dado el número de invitados, no obstante, nadie de los asistentes queda sin una sonrisa y agradecimiento de la Dama.

Se sirve una copa de vino especiado, aromático, de dulce sabor, mientras avanza entre la multitud sin que su lugarteniente Khoradur se separe mucho de ella, y siempre junto a Curudae, quien le va explicando a qué casas pertenecen los invitados más distinguidos. Es fácil ver la complicidad de la Dama con ambos, una amistad más allá de la relación formal. Nadie diría que no siempre fue así…

En un momento de la velada, se la ve ausente como recordando algo. Aferra el pergamino con cierta firmeza, escapando tales detalles para la mayoría de los invitados. Busca con la mirada algo o a alguien. De repente detiene su mirada en alguien, sus ojos violetas se fijan en un rostro, desconocido y a la vez familiar para la Dama. Se la ve mover los labios, pero nadie puede oir lo que dice, o eso es lo que parece…

En el tumulto de la fiesta, de pronto escuchas como un susurro la voz de la Dama, cerca pero simultáneamente ella está lejos. Parece que nadie más puede oírlo, pero ciertamente es su voz. Te mira fijamente, y ves como sus labios apenas se mueven unos pocos segundos. Algo imperceptible, pero que no te pasa inadvertido.

- No eres un mero custodio de los pergaminos que hay aquí. Tu mirada denotaba que eres custodio de un conocimiento casi extinguido. Es un honor tenerte entre nosotros, y espero que encuentres aquello que buscas…

En la distancia, ves como la Dama te dedica una sonrisa y se gira hacia su Senescal para continuar escuchando las explicaciones que su viejo amigo le da sobre uno de los próximos invitados con los que se van a encontrar.

El Senescal Curudae, vuelve a captar la atención de la Dama. Por un momento parece que sonríe a alguien, pero es difícil poder distinguir a quién de entre la multitud. Se acerca la colpa del dulce líquido a los labios y bebe extasiada con su sabor. Retoma la conversación con su Senescal, y reciben a un reducido grupo de invitados interesados por saber mas sobre la organización de la Academia de Sil Aüresse. 

Norión observaba a la multitud desde la mesa de los pergaminos, sin perder de vista a los mas ilustres de la ciudad. La dama no lo había decepcionado, es mas, era aún mas bella de lo que la imaginó. Cuando ella giró su rostro hacia él y le sonrió, su corazón se detuvo, supo claramente que lo miraba. La voz en su mente fue la confirmación. Pétreo como la muerte, se quedó inmóvil, atónito ante el despliegue de grandeza de la luz de Sil Auressë. El respeto era mutuo, esa mujer estaba a la altura de su ambicioso proyecto, a él le bastaba con que ella haya tenido ese gesto con él, era mas de lo que había esperado, y mucho más del mínimo respeto que esta aldea ignorante había mostrado hacia su persona, le habían dado a cuidar los pergaminos, como a un escriba rengo que poco tenía que aportar... a él, el guardián de los muertos, el custodio de la justicia, el sacerdote de Namo, un Dúnedain de raza, que había conocido el umbral de la vida y de la muerte, que había lidiado con la luz y la oscuridad, que en su corta vida tenía más conocimiento que esos que se llamaban maestros, él, el Anamarta... un sentimiento de reproche quiso asomarse pero pronto lo acalló, seguiría en ese papel indigno el tiempo que hiciera falta, solo para el nuevo amanecer había venido hasta allí, ninguna otra cosa lo convocaba, y los Valar le habían permitido conocer a la reina de esa esperanza.

Le devolvió la sonrisa, al menos eso intentó, pero dudó que sus labios se hayan movido realmente. Se sentó y cerró sus ojos, abstraído en un pensamiento.

Namo, señor de la Justicia, nadie escapa a tu juicio, tu que limpias lo corrupto y das lugar a que lo nuevo nazca, tu que equilibras los excesos de este mundo ignorante, hazte presente en tu sabiduría. Has guiado mis pasos, lentos pero seguros, hasta este momento, me has formado y me has permitido vivir hasta este día. Me has mostrado la luz de Elberetht a través de esta elegida, revelandome los brotes de nueva vida detrás de la caída del reino del que alguna vez fui parte y al que en tu sabiduría le pusiste fin. Revelame tus designios, yo no soy mas que tu instrumento.

Sentado tras la pequeña mesa con los pergaminos, con sus ojos cerrados, abstraido del murmullo de los presentes y bendecido por la reina de la aldea, se fusionó con su señor

Norión toma asiento detrás de la mesa donde estaban los pergaminos, y cierra sus ojos. El cansancio pareciera apoderarse de él aunque su porte y la expresión de su rostro denotaran que estuviese mas vital que de costumbre. El murmullo del ambiente no lo perturba y permanece así durante unos minutos.

Revelame tus designios, yo no soy mas que tu instrumento... Norión reza en silencio, su mente divaga lejos del ruido de la fiesta, de la gente. A un lugar frío, húmedo y oscuro. Vuelve a experimentar el olor del bálsamo y de la sangre seca. De nuevo siente esa extraña sensación de poder al contemplar el cuerpo desnudo de un señor antaño poderoso. En aquella ocasión se trataba del Príncipe Hallas, el Señor de Dol Tinare. Pero eso carece de importancia ahora...

La muerte nos iguala a todos. Lo que queda es lo que uno deja atrás. La obra. El legado. Entonces Norión piensa en la Dama Aylarien. Ha bebido de la copa de la inmortalidad, pero lo que busca es no ser una sombra que se perpetua en el tiempo. Quiere dejar constancia de su existencia, dejar una huella en esta tierra.

¿Y qué sentido tiene la presencia de un Anamarta en todo esto?

La muerte nos iguala a todos. Nos alcanza a todos. Ajena a los vaivenes de los feudos y de los pueblos, de los tronos y de las alianzas. Debe haber un motivo por el cuál el vala Namo quiere a Norión aquí. Pero los designios del Señor de los Destinos y del Juicio son difíciles de comprender, aunque Norión tiene la certeza de que su dios sigue velando por él, que a pesar de no ejercer ya el oficio de un Anamarta, sigue al servicio del Señor de las Estancias de Espera.

Una fiesta más. Pero esta parecía más aburrida que las demás. No entendía muy bien que hacía él allí y menos por qué su padre tenía intención de que medrara en ¿el estudio?

El joven Adan se fijó como de costumbre en las personas que aparecían, recordando caras y nombres, tanto de los invitados, como de sus compañeros. A pesar de que conocía a alguno de ellos no había conversado con todos. Así que prestó atención como era su costumbre.

Alegra esa cara, que también nos darán algo de comer después del evento. La picaresca y el tono de burla y desenfado, claramente parecía establecer un puente de dialogo con el chico que aún que se mostraba altivo, y que no duraría en desarmar si su lengua se lo permitiera. ¿Cual es vuestro padre? no, no me lo digas... mira unos segundos y reconoce un rostro muy parecido al del joven entre los asistentes, es aquel, señala a un señor sentado en una mesa mas alejada, el que tiene la misma cara de aburrido que tu, jeje se le escapa unas risas. No había terminado de hablar y esperando que le siguiera con la mirada dio un paso atrás entre los presentes y con las ojos le señalo para que le siguiera, cerca había una puerta que daba a un balcón y esta tenía intención de relajar se un poco, al ver que tardaba en reaccionar le espetó, ¡veeen! salgamos un rato, decía mientras recogía una botella y una plata de comida.

Gildûr levanta la vista de su interlocutor, y su mirada busca durante un breve instante la cara de su hijo. Pero al ver que su hijo Girion seguía sin dar un paso en su dirección, su atención se centró de nuevo en su socio Palomirë y los planes que tenían para Sil Auressë.

Cuán difícil es dar el primer paso... pensó brevemente.

El parecido entre padre e hijo era más que notable, y Gildûr era sin duda un hombre atractivo y carismático. Sus facciones parecían esculpidas en mármol, y el tono de su piel también lo recordaba. El cabello era largo y oscuro, pero bien cuidado y arreglado. Su porte era de los antiguos señores dúnadan, pero además se movía con soltura en eventos sociales, era atento y caballeroso, amante del arte y de la buena comida.

La próxima vez que su mirada recorrió la multitud, no lo haría en busca de Girion, sino de la Dama Aylarien...

Ni siquiera hizo amago de girarse para ver si Caäniza señalaba bien a quien creía que era su padre. Se parecían tanto que no hacía falta. Pero el muchacho no tenía ganas de ver a su padre sonreír recordándole que era él quien había decidido llevarlo a Sil Auressë.

Cuando la muchacha le dijo de salir a tomar el aire al principio Girion se quedó inmovil, sopesando, como de costumbre, las posibles implicaciones de marcharse. sabía que le llamarían para ser el interlocutor de los alumnos como le propuso la maestra pero por otro lado tampoco tenía muchas ganas de estar ahí y su marcha recordaría a su padre que no tenía todo el control sobre él.

Recorriendo la mirada por la sala, Girion finalmente miró a Caäniza y le dijo.- Venga, te sigo- comento en bajo sin emoción alguna en sus palabras.

Arkyn movía los manos como un autómata. Sus dedos subían y bajaban rítmicamente, bailando al son de la melodía, como si tuvieran vida propia. Pero la atención del bardo se centraba en los participantes de la fiesta. Había escuchado a los principales dirigentes en el discurso de bienvenida y después, durante el banquete, había observado a un par de personajes a quienes no había visto nunca y les siguió con la mirada.

Pero pronto su concentración vaciló y sus dedos temblaron. Fue un momento muy rápido y apenas se notó nada. Sus manos continuaron recorriendo las cuerdas del laud siguiendo los mismos compases que el otro músico, pero sus ojos ya no recorrían la fiesta de un lado a otro si no que se mantenían fijos en un punto.

Y en un instante de duda miró al otro músico y dejó de tocar.

Ayla se acerca a Curudae... y le susurra: -Curudae, observa con discreción al hombre que está al fondo, ¿de qué Casa es el escudo que lleva? ¿Lo conocemos?, mientras disimula lo mejor posible. Curudae dice que no sabe quién es, ni tampoco identifica el símbolo en su chaqueta. Según las instrucciones de Ayla, Curudae se aleja para hablar con Denelloth y encargarle la misión de tener vigilado al hombre desconocido.

De reojo ve como Denelloth se posiciona a su izquierda, aún lejos del supuesto espía quien parece dirigirse hacia la salida. Para evitar que eso suceda, Ayla se sube encima de la mesa...

Arkyn no lograba distinguir de qué hablaban Girion y Caäniza, pero le preocupaba el asunto. Y sintió una punzada de ... ¿celos?

Retomaba la melodía con el otro músico, que se había parado y necesitaba retomar la canción. Casi en seguida, los dos habían recuperado la sintonía, y los ojos expertos del bardo volvieron a recorrer la fiesta para descifrar lo que se decía, y lo que no se decía.

Se da cuenta de que la Dama Aylarien se ha acercado a susurrarle algo al oído al Senescal, quien busca con su mirada al desconocido. Sin hacer ningún gesto obvio, Curudae logra que una figura ataviada con una capa larga y capucha avance unos pasos junto a la entrada. Arkyn ya se había fijado en este hombre antes. Un montaraz dúnadan. Parecía fuera de lugar en la fiesta, y lo poco que se veía de su cara por debajo de la capucha no resultaba agradable. Su rostro estaba marcado por horribles cicatrices. Ahora su objetivo era cerrarle el paso al hombre que había estado vigilando a Finduilas, aunque se encontraba lejos y el hombre avanzaba tranquilamente hacia la salida...

Entonces la Dama Aylarien se subió de repente encima de la mesa...
 

La fiesta continúa de forma informal, con música y abundante comida. De repente, la Dama Aylarien sorprende a todos cuando se sube con movimiento ágil encima de la mesa. La charla se detiene, la música también y todos se le quedan mirando. 

-Queridos invitados, tal vez me salga del protocolo, pero al fin y al cabo hoy es un día de fiesta y estamos en familia. Os voy a proponer un trato, voy a elegir a tres personas de todos vosotros, y vosotros elegiréis al cuarto. Cada uno recitará una poesía y yo luego os regalaré otra. El ganador, de los que aquí suban, tendrá derecho a un baile conmigo esta noche. Maestro Ionell, subid aquí conmigo, seréis el primero. Aquel hombre de allí, el que lleva en la solapa un escudo bordado de una flor blanca... acercaos también. Girion, sube aquí también, y el cuarto... pues el primero que suba aquí voluntariamente.