Partida Rol por web

Agnor no se había olvidado de su conversación pendiente con el tal Bakar, pero dadas las circunstancias no había querido entretenerse con eso. No era el momento de llevar la mente y el corazón a otros lugares, y por eso había evitado presentarse a aquel hombre durante la marcha. Lo que Agnor deseaba obligaba a algo más que unos comentarios sueltos mientras trotaban buscando una guerra, rodeado de oídos ajenos e impertinentes. Confiaba en poder conversar con Bakar después de todo aquello, si había una esperanza para cualquiera de los dos.

Por eso se sorprendió cuando el guerrero se le presentó para desearle lo mejor y darle la mano... y recordar un doloroso pero ansiado pasado. ¡Era cierto! Aquel hombre no solo había conocido a su hermano, sino que había compartido campo de batalla. Un vínculo poderoso que convierte, también, en hermanos a los hombres. Los caminos de Cardolan habían encontrado fortuitamente a dos hombres con un pasado común, y Agnor supo que ya no podría sino batallar con la sombra de su hermano a su lado. ¿Era un aviso? ¿Había llegado Agnhiva allí para observarlo en su último día? ¿Estaba allí para llevarlo de la mano a los verdes campos del otro lado? Agnor se estremeció y sintió reconfortado al mismo tiempo, porque sabía que eso le daría fuerzas para un último esfuerzo: pasara lo que pasara, los ojos de Anghiva serían testigos del valor del hermano menor. El pequeño Agnor ya no era tan pequeño, y sobre sus anchos hombres ahora recaía todo el nombre y el legado de los Guthild. Agnor lucharía por sí mismo y por Sil Auressë, pero también para enorgullecer la mirada del hermano perdido que, sin duda, le estaba observando ahora.

Estrechó con firmeza la mano de Bakar.

– Gracias, amigo. Salvad la vida, y yo haré por salvar la mía, porque más allá de este día querré escuchar de vuestra boca las hazañas del buen Agnhiva, y del día aciago que le cerró los ojos.

Dicho esto, se giró para reunirse con su grupo de flanqueo. Les esperaba una misión tan peligrosa como esencial. Por Sil Auressë, Echorion, y ahora también por Agnhiva, el hermano caído.

Tomé mi arco y revisé mis pertrechos mientras el resto de los hombres conversaban y se arengaban unos a otros dispensando una suerte de coraje que ellos mismos buscaban.

Me mantuve al margen del griterío como era habitual en mi. A pesar de saberme un individuo poco sociable, me reconfortaba percibir la camaradería y el calor humano que desprendía el lugar. Observaba las muestras de afecto y amistad que me rodeaban y me deleitaba con el solo hecho de formar parte de aquello desde una distancia prudencial.
Me sentía como un Halcon solitario fascinado con el brillo de las llamas que arden en la cima de una hoguera y planea nostálgico en los alrededores, pero sin atreverse a acercarse demasiado por miedo a quemar sus alas en el fuego que desprenden.

Cuando llegó el momento de partir, dediqué una mirada ami compañero de aventuras, asintiendo con la cabeza cuando este me la devolvió.

Que los ojos de Varda señalen tu camino amigo... intercedí a la diosa en silencio.

Mientras abandonaba el lugar me cruce también con Agnor, el fiero guerrero rubio que había enfrentado al coloso Uruk en la Granja de Huargos y mas adelante al encapuchado que me había acompañado en nuestra exitosa incursión por el tejado.
Un simple gesto de mi mano en sus hombros fue suficiente para desear suerte al primero.

No seas tan temerario esta vez camarada...mas sangre derrama la espada flamante y cautelosa, que aquella intrépida y herrumbrosa

Al llegar a la altura del segundo, puse mi mano en su hombro de igual manera y esbocé una breve sonrisa.

Me temo que en esta ocasión seré yo quien te invite a esa botella compañero... dije terminando con una pequeña risa para enseguida recomponer mi rostro a un semblante mucho mas serio.

...no te apresures en buscar al enemigo esta vez, allá donde tu te encaminas no encontrarás otra cosa.

No estaba seguro de que ambos hubiesen entendido mis palabras de buena fortuna, pero aquello ya no importaba. Cathael y Hasgon me esperaban y nosotros también necesitaríamos tenerla de nuestro lado.

Acompañado de los mejores deseos de todos, la avanzadilla y el grupo de flanqueo se separó del grupo principal. Melechtor, Caldrim y Theon les miraron unos instantes más, conscientes de que era difícil volver a verlos a todos en esta vida. Al mismo tiempo, la breve planificación previa les daba una ventaja de cara al enfrentamiento. Tenían un plan, un camino trazado en la arena, en los papeles y en sus mentes .Pero el desenlace posterior ya dependía de cada hombre, de su brazo, de su corazón y de su espada. Era así el oficio de la guerra.

Caldrim observaba a Theon y a Melechtor. En el poco tiempo que habían coincidido, y a pesar de algunas discrepancias de opinión, el veterano guerrero había aprendido a valorar la astucia táctica del joven arthedainii y el liderazgo flexible del capitán. Melechtor era un buen soldado, capaz de ver sus propias limitaciones y escuchar ideas. Poseía la valentía propia de la juventud para ponerlas en práctica, y además la cabeza fría y la sensatez de un veterano. En las constantes escaramuzas y guerras de Cardolan se estaban forjando hombres muy capaces. Ahora faltaba saber si Melechtor tenía también el temple y las agallas de un líder. Desde luego no era como Daeros, pero pocos se habían visto como el Capitán de los Jinetes de Acero.

-La división en tres grupos que propones Melechtor me parece correcta, dijo volviendo al tema de la organización de la carga principal.

La formación propuesta eran tres bloques de 12, 10 y 6 hombres respectivamente.

El ataque se haría algo escalonado, para que el grupo de la izquierda hiciera contacto primero. Y la propia inercia de la carga había que dirigirla hacia la izquierda. Luego Melechtor haría sonar el cuerno para reagrupar y volver a cargar, pero tratando siempre de empujar al enemigo hacia esa dirección.

-Estoy de acuerdo, dijo Melechtor. Su posición cerca de la línea imaginaria que dividía el bloque de la izquierda y el central le permitía liderar a ambos grupos. -El primer impacto debe ser devastador, y ueg onos moveremos hacia la izquierda, alejando al enemigo del Paso. Haré sonar el cuerno para reagruparnos y volver a cargar.

El capitán se dirigió después a Theon. –Tú estarás al mando del flanco derecho, aquí. Junto a ti cabalgan buenos guerreros a los que no conozco. Estaréis más cerca del grupo de flanqueo, y por lo tanto te autorizo a no acudir a la llamada del cuerno si ves una oportunidad o una necesidad en ese lado. El mensaje que porta Aelloth, y la carga por el flanco… El mensaje debe llegar al Paso. Esta batalla puede ser descisiva para Sil Auressë, pero ese mensaje podría darnos la victoria en la guerra.

Una vez fuera del camino, el avance de grupo de flanqueo se hizo algo más lento. El terreno era ondulado y ascendía poco a poco. El pequeño rodeo que estaban dando les iba a permitir acercarse al campo de batalla desde una dirección diferente.

Aaren, Hasgon y Cathael tomaron la delantera. Eran la avanzadilla, y además no les preocupaba mantener los caballos frescos de cara a la carga. Así que en poco tiempo se habían alejado del resto, aunque aún les podían ver en a distancia.

Aaren repasaba mentalmente los últimos consejos de Theon mientras trataba de seguirles el ritmo a sus dos compañeros. Tanto Hasgon como Cathael eran expertos jinetes, y de forma natural iban dirigendo el grupo de tres. Además, entre los dos se había formado cierta complicidad y respeto mutuo, lo que podía resultar vital en la contienda.

Los ojos de Aaren recorrían el paisaje en busca de señales del enemigo. Entonces vio una serie de puntos negros en el cielo, sobrevolando la zona estimada del Paso. Primero era difícil distinguir de qué se trataba, pero entonces Aaren se dio cuenta de que en vez de volar, más bien planeaban. Eran murciélagos, de gran tamaño. Como aquellos con los que se habían enfrentado en la Granja de Huargos. No más de siete u ocho, y daban vueltas cerca de la posición de la hoguera a juzgar por el humo.

Tarbrand y Agnor iban a la cabeza del pequeño grupo de flanqueo. En estos días, se habían hecho con la orografía de las tieras altas de Cardolan, y ambos manejaban con soltura sus monturas. Aún así, era importante estar pendiente para evitar recovecos y piedras sueltas que podrían causar una torcedura en el tobillod e un caballo. Y más ahora al llevar los cascos envueltos en telas. No podían permitirse ningún contratiempo de ese tipo de cara a la carga que les esperaba.

Poco a poco iban perdiendo de vista a la avanzadilla de Aaren. No faltaba ya mucho para llegar a la posición.

Aelloth se acercó a los dos. -He estado pensando en la formación... Somos cinco, pero no debemos abrirnos mucho. Una vez vi algo parecido a esto..., indicaba con las manos como los jinetes podrían formar una especie de puñal.

-De esta forma, podríamos penetrar el flanco. A nuestra derecha tendríamos la pared de piedra. Además, se me ocurrió elegir a un zurdo, añadió e hizo un gesto hacia el otro de los jinetes, cuyo trabajo sería cerrar la formación.

El dúnedain asintió ante el plan sugerido por su compañero de viaje, sin embargo aprovechó para añadir algunos detalles más si los demás lo tenían a bien:

-Entiendo, sería como una media cuña ¿no? -dijo mientras rememoraba algunas de las palabras mencionadas en el campamento de Echorion, aunque entonces no entendía demasiado del tema- sería bastante práctica ya que por el lado derecho sólo hay piedra y nos facilitaría la internada en el paso -concluyó asintiendo a la propuesta, la cual le satisfacía en parte- pero si me lo permitís, me gustaría aclarar que dado que somos pocos habría que aumentar la masa de nuestra unidad en la carga, es decir, no vayamos tan alineados, pues de lo contrario el enemigo podría aplastarnos contra la misma pared, deberíamos formar un medio triángulo, así nuestra carga tendría más empuje y les costaría más al enemigo frenarnos, ¿qué me decís? -dijo esperando ver lo que le parecía a sus compañeros.

Cuando avisté los murciélagos y fui consciente de lo que suponían, llamé la atención de Hasgon y Cathael con un ligero chasquido y en cuanto se giraron en sus monturas, señalé con mi cabeza al cielo, para que pudiesen ver lo que yo había descubierto por casualidad.

Si nosotros podíamos verlos, no me cabía duda de que ellos ya nos habían visto a nosotros. Y si el enemigo había sido alertado de nuestra presencia, nuestros compañeros debían ser avisados.

Ambas ideas le parecían bien a Agnor. El objetivo no era estrictamente cargar al enemigo, algo inútil siendo tan pocos, sino llegar lo más rápidos y directos posibles al paso. La formación de media cuña que sugería Tarbrand se encaminaba a eso, pero dotaba de mayor potencia a la carga en el caso de que se interpusieran algunos orcos. Por otro lado, si había tanta aglomeración en ese punto como para ser un estorbo, el enemigo podría presionar lateralmente y la capacidad de movimiento de la cuña se vería mermada. Pero desde el punto de vista de Agnor, si se daba el caso de que hubiera tantos orcos por medio como para hacer eso, una carga en fila o flecha era todavía más vulnerable, porque la fila podría romperse solo con que unos pocos orcos se interpusieran entre los jinetes. Al final, podría darse el caso de que llegaran al paso dos adelantados más veloces, mientras el resto moría entre los orcos.

Un bloque algo más sólido, por tanto, podría ser de ayuda para evitar la ruptura de la fila.

– Me parece correcto. Cuantos más lleguemos al paso, mejor para todos –dijo Agnor–. ¡Hombres, formación de media cuña!

Theon asintió ante los comentarios de Capitán, la táctica propuesta le parecía adecuada para un primer impacto, por otro lado le daba libertad para tomar sus propias decisiones en el campo de batalla, lo cual era un gran signo de confianza por parte de Melechtor y a la vez una gran responsabilidad para Theon. Saber que Aelloth alcanzaría el paso con las cartas le daba tranquilidad, aún si el frente caía ante el enemigo, había posibilidades de salvar esa región si Arthedain de manos de Minastir y Girithlin bajo el mando de Echorión acudían al sitio del castillo. 

- Así se hará, mi Capitán. Es probable que el grupo de Agnor requiera asistencia una vez que el combate esté avanzado y desde nuestra posición podríamos darle soporte para asegurar que lleguen al paso. Además, si el movimiento del grueso de las tropas enemigas presionado por nuestra avanzada nos diera un breve lapso de tiempo en el que las defensas de su líder queden debilitadas, podríamos movernos con rapidez hacia él y provocar su caída. Las tropas sin líder, sumado a la sorpresa y al ataque por frente y retaguardia podrían acelerar el desenlace a nuestro favor - no emitió comentario alguno sobre lo que pasaría si alguno de esos puntos fallaba, no hacía falta, solo había una posibilidad de defender el paso con éxito y los tres lo tenían claro.

Estrechó el brazo del Capitán - Es un honor combatir a tu lado, Melechtor, y me agrada saber que Echorión tiene hombres tan valientes a su lado. Tal vez de nuestra sangre derramada se levante un nuevo reino, un Cardolan renovado, o tal vez se pierda el último aliento de valentía en estas tierras. No lo sabemos, pero si sabemos que si no lo intentamos jamás sucederán nuestros anhelos, por ese Cardolan es que arriesgamos nuestras vidas y es la causa mas justa que podemos tener - sentía una gran admiración por aquel hombre y un gran aprecio, no tenía idea si alguno de ellos sobreviviría al combate, pero no dudaba del valor de aquellos hombres que compartirían su destino.

- Caldrim, nuevamente gracias por unirte a la batalla, se que tus jinetes asumen un gran riesgo al hacerlo pero sabes bien que mi vida esta en ello y tu apoyo será clave para doblegar al enemigo y salvaguardar a Dol Tinareb. Muchos estaremos agradecidos por décadas a esto que hoy estamos haciendo. No veo la hora de levantar la cabeza del monstruo que lidera a estas bestias y empalarla en la entrada al paso, como signo de nuestra victoria - puso su mano en le hombro de Caldrim, agradecido y lleno de confianza en el jinete de acero.

Aaren se detuvo. Delante tenía la suave pendiente que después de unos cien pasos bajaba hacia la parte honda de la zona del Paso de la Loma. Por allí tenían que hacer la carga, cayendo sobre los enemigos que ya se escuchaban aunque no los veían aún.

Más lejos, en el horizonte, vio de nuevo a los murciélagos. Sobrevolaban la zona de la hoguera en lo alto de una de las mesetas que custodiaban el desfiladero.

El pequeño contingente adoptó la formación de media cuña. Se acercaba la hora de la verdad, y ahora ya avanzaban con mucho cuidado hacia la zona de la suave pendiente que iban a utilizar para cargar por sorpresa a los orcos. Habían perdido de vista a Aaren y al resto de la avanzadilla de forma momentánea, pero confiaban en que ya estaba reconociendo el terreno.

Delante de ellos, ya era visible una fina nube de polvo en la Loma, y se esuchaba como un murmullo lejano el ruido de la hueste enemiga.
 

Una vez decidida la formación, los hombres retomaron la marcha hacia el Paso de la Loma. El grupo de flanqueo de Agnor y la avanzadilla de Aaren les llevaban algo de ventaja, y además aprovechaban la situación para hacer un avance más lento para que los caballos pudieron descansar.

A lo lejos se veía ya con más claridad la hoguera de los defensores, o más bien la hilera de humo. Y en el cielo, puntos negros que se movían de forma algo irregular. ¡Murciélagos! No eran demasiados, pero estaban sobrevolando la meseta del desfiladero. Entonces escucharon también como un murmullo lejano los ruidos de la hueste enemiga. No estaban combatendo, pero aún así era un contingente lo suficientemente grande como para que el ruido se escuchara a muchas millas de distancia.

El enemigo se hallaba en un hondo, fuera de la vista de los que se aproximaban. En el noreste, a la derecha de la posición de los orcos, una gran nube de polvo fino se había alzado. Desde allí iba a llegar la carga de Agnor, si todo salía bien.

Tras sopesar unos instantes la situación, hice un gesto con la mano a Hasgon y descabalgué para acercarme donde se encontraban.

No estoy seguro de la importancia de esta señal, pero deberíamos alertar al resto de la presencia de los Murciélagos. Como poco significa que nuestro enemigo puede estar alertado de nuestra llegada...nuestros compañeros deberían saberlo.

Moví la cabeza pensativo y me dirigí hacia el muchacho. ¿crees que puedes retroceder unos pasos y alertar a Agnor y Tarbrand sobre los vampiros?...con que llames su atención sobre el cielo con un gesto bastará.

Mientras yo podría adelantarme y ascender un poco la loma para ver que nos espera mas adelante... finalicé de nuevo dirigiéndome a Hasgon, esperando un consejo o la aprobación por su parte.

Tarbrand permanecía en silencio a la vez que avanzaba mirando hacia todos los puntos posibles que alcanzaba su vista. Repasaba mentalmente el plan, y levantaba la cabeza cada poco tiempo por si conseguía ver la flecha incendiaria de Hasgon y saber que todo iba según lo planeado.

En estos momentos iba sintiendo el cosquilleo previo al combate y como la adrenalina y los nervios se mezclaban para dar algún que otro escalofrío al joven montaraz...

Se acercaba el momento de la verdad. Casi se podía contar, se podía medir el paso del tiempo en el sonido de los cascos de los caballos. Unos segundos más y alcanzarían a ver a la hueste enemiga. Otros poco más, y la alcanzarían con las armas. Agnor se preguntó cuántos serían, un detalle que no había querido pensar porque, en realidad, siempre iban a ser más. Pero, en ese momento, tan cerca del choque, era inevitable tener curiosidad. ¿50 orcos? ¿100? ¿200?

Era el momento de descubrirlo.