-La búsqueda del beneficio inmediato, la ambición. Demasiado típico en muchos de los Hombres, incapaces de ver más allá. Poco de lo que construyen y hacen aguanta la prueba del tiempo, inexorable e implacable. Demasiado a menudo no llegan ni a eso. Con tan sólo una helada en primavera o una sequía en verano, sus obras se frustran.
-Con todo lo que hay en el juego, esta familia Aludor ha elegido un camino cuyo final será oscuro y cruel. Pero no es suya la Profecía, ni pueden inclinar la balanza hacia un lado ni al otro. No debemos perder aliento en hablar de ellos. ¡Vamos!
Los dos se unieron a un grupo de comerciantes de lana que los recibieron con gratitud, sobre todo porque aceptaron pagar su parte de la aduana. Un grupo de diez pagaba lo mismo que un grupo de quince, pero al ser más, la parte de cada uno era menos. Así que era bastante frecuente que distintos comerciantes y viajeros se unieran en las afueras antes de pasar la aduana.
Una vez más, Ayla cruzó la gran puerta occidental de Tharbad. Nunca había sido su hogar, y en sus viajes había visto las grandes ciudades del Sur. Pero no dejaba de ser una ciudad imponente y con el tiempo que Ayla había pasado con Curudae, ella había aprendido a verla con otros ojos. Quizá por eso le entristeció ver muchas de las tiendas cerradas y selladas con tablones de madera que se habían puesto recientemente. También había mucha presencia de guardias, y se estaban construyendo nuevas atalayas en posiciones estratégicas. El bullicio de la calle principal seguía presente, pero la gente no gritaba. Los negocios se hacían en susurros, mirando de reojo a las autoridades. Algo en el interior de Ayla le decía que más allá de aquellas fachadas, en los callejones de los barrios más oscuros de Tharbad, se estaban llevando a cabo cientos y cientos de negocios lejos de la vista de las autoridades. Tharbad nunca se había sometido a una autoridad impuesta. La desobediencia formaba parte de su propia esencia.
Una sonrisa involuntaria se dibujaba en su rostro al pensar en Curudae, en el proyecto emprendido con Palomirë y Gildûr. La familia Aludor lo iba a tener complicado a la larga en Cardolan.
Cruzaron los grandes puentes de la época de Númenor, y llegaron hasta la puerta que daba hacia las Tierras Brunas, en la parte oriental de Tharbad. Había controles para entrar y para salir de la ciudad, pero Ringlin confiaba en que una pareja no llamase demasiado la atención. Para no levantar suspicacias, compró algunos productos en los distintos puestos antes de que se dirigiesen a la salida.
No había mucha vigilancia en la parte de interior, ya que el control más estricto era a los que querían entrar desde Gondor. En las paredes había carteles con la imagen dibujada de Benaldamat con la promesa de una recompensa, y también mencionaban a sus posibles acompañantes. [34-78].
Cruzaron al otro lado, y una vez fuera de la vista de los guardias, abandonaron el camino para tomar rumbo hacia el norte. Hacia Eregion.