15 de mayo de 1999 - 10:20
Kilyann había arribado al Feudo de Chaumont hacía escasos minutos. Los criados lo habían conducido a la sala de audiencias, donde una soñolienta Marjolaine lo atendió ahogando un bostezo con la mano.
-Os doy los buenos días, caballero. Espero que sean mejores y más descansados que los míos. Venís de Lyon, ¿verdad? ¿Cómo se llamaba vuestro señor...? Ah, no lo recuerdo. Demasiados nobles en Neustria para poder hacer memoria.
Una niña de unos doce años lo miró fijamente, pensativa. Junto a la Baronesa, un sidhe pelirrojo vestido de gris aguardaba sin decir una palabra. Un poco más allá, un caballero de pelo negro y mirada arrogante observaba la escena con curiosidad.
Kilyann pasó a la sala de audiencias, acompañado de Jérome y Léo, y esperando con cierto reparo qué se iba a encontrar, pero no pudo sino sonreír al ver el estado de la Baronesa. Era más bella de lo que decían, en directo, y no pudo sentir cierta ternura al ver cómo se dormía por las esquinas.
Se arrodilló junto a sus dos amigos y contestó:
- Lord Kéven ap Eiluned, Milady... Os agradezco que me hayáis recibido en un día tan inadecuado, según veo... - y enarcó una ceja, buscando la simpatía de la Baronesa.
-Inadecuado para cualquiera que estudie en la universidad y trate de compaginarlo con gobernar un feudo -contestó Marjolaine con una sonrisa-. Pero perfecto para recibir a un visitante de Lyon. ¿Cuánto tiempo tiene vuestro señor pensado que os quedéis aquí? Chaumont es grande y tiene capacidad para albergar invitados, no lo dudéis. Me considero hospitalaria siempre y cuando no se perturbe la paz de mi feudo. Seréis bienvenidos, los tres, siempre que respetéis esta norma.
Kilyann, al escuchar la pregunta de la Baronesa, miró a sus amigos, buscando una respuesta, pero sólo encontró rostros confusos. Giró la cabeza de nuevo a Marjolaine y sonrió.
- En realidad no hubo un tiempo establecido... Juraremos ante vos, y ya veremos, ¿os parece? - dijo sonriendo pícaramente.
Bajó la cabeza, y recordó las palabras que Lady Delphine, la pobre Liam que intentó que entrara en vereda, tanto había repetido para cuando llegara el momento.
- Os juro fidelidad, mi señora. Vuestra orden es mi deseo así como vuestra petición. Que mi servicio siempre os plazca y mi vista se oscurezca si no es así. Como las mareas a la luna, que mi voluntad sea a la vuestra, mi señora.
-Menuda rapidez -observó la Baronesa-. Sí que estábais decididos a jurar, ¿eh? Por mi parte, me reservo el derecho a convertirme en vuestra señora en todos los sentidos, al menos hasta que os conozca mejor. Pero no os avergoncéis: conozco el arrojo y el ímpetu de los Fiona. Y me gusta.
Kilyann se levantó y sonrió con una ceja levantada. Sí que era bella, sí...
- Bueno, puedo mantener una audiencia privada con vos cuando queráis, para... que me conozcáis mejor. Y en profundidad, claro.
Escuchó la risilla infantil de Jérome a su espalda. Seguro que Léo se lo estaba pasando bien. Era un Sátiro al fin y al cabo.
- Acepto, no obstante, la condición. No dudéis que deseamos ser vuestros vasallos, sería un honor para nosotros.
El Boggan y el Sátiro asintieron, y pronunciaron el juramento a su vez.
- Siendo así, dejémoslo en tablas, ¿os parece, Milady?
-¿Debería preocuparme de que un Fiona te pida una audiencia privada para conocerte en profundidad, Mars? -preguntó el caballero moreno con media sonrisa.
Marjolaine le dedicó una mirada difícil de precisar al sidhe moreno. ¿Picardía, diversión? Parecía que tenían mucha historia, ellos dos.
-Kilyann, os presento a Sir Aster ap Liam, mi hermano y Canciller. En mi ausencia él tiene toda la autoridad. Y la infantil que veis aquí es Lady Anäis ni Ailil, mi consejera. -La niña le dedicó una inclinación de cabeza-. El hombre que veis a mi lado es Heltarion ap Scathach, mi guardaespaldas personal. Al resto de la corte ya tendréis oportunidad de conocerla. Creo que, dado que vos y vuestros amigos seréis mis vasallos, debo otorgaros una función a realizar. Y, dado que sois Fiona y por lo que veo os lleváis bien con los plebeyos, ¿qué os parecería ser vos mi Portavoz? Jérome, andamos justos de criados, aunque respetaría vuestra decisión de mantenerlo como vuestro asistente personal. Lèo... No sé si sería peligroso teneros como mi trovador. ¡No quiero que mi corte se convierta en una fiesta continua! -dijo con una risita-. ¿Qué se os da bien?
Kilyann y los dos plebeyos fueron haciendo sendas reverencias, a modo de saludo, mientras la Baronesa nombraba a aquellos de su Corte. Cuánta gente, pensó el Fiona. Cuando le propuso sus ocupaciones, sonrió.
- Sí, bueno... Lady Delphine, mi mentora, siempre solía decirlo, Milady. No hago diferenciaciones entre Sidhe y plebeyos, realmente, y puede ser algo poco noble, pero tampoco es que me considere la panacea de la etiqueta Sidhe... Me parece una idea magnífica, su Gracia. Seré el Portavoz de los Plebeyos para vos. Y sí, más vale que me dejéis a Jérome para mí solo. Así puedo tenerlo vigilado.
El Boggan sonrió con bondad a la Baronesa, y asintió.
- Sois muy amable, mi señora... - dijo con su vocecilla infantiloide.
En cuanto a Léo, cuando le propuso su puesto, se arregló su sombrero (con sendos agujeros para sus cuernos, que nunca se quitaba), y miró hacia arriba para pensar.
- Veamos, qué sé hacer... Aparte de beber, fumar, charlar quizás en demasía y ser un hacha en el atletismo... Creo que mis talentos acaban ahí. Bueno, o no... Se me dan muy bien los monólogos, soy algo así como un diamante en bruto en la interpretación humorística. Y las adivinanzas y juegos de ingenio, eso también... No sé. Estoy a vuestra disposición, Milady, aunque creo que podré haceros pasar un buen rato... - En cuanto pensó en lo obsceno que había sonado su frase, carraspeó, y blandió una sonrisa para disculparse. - Me refiero a, bueno... A poder servir de trovador para vos, claro.
Kilyann rió al ver al Sátiro pasar un apuro, y volvió para mirar a Marjolaine.
- Estamos aquí para servir, mi Señora... No encontraréis vasallos más serviciales en la región. Sabemos perfectamente lo que necesita una mujer de vuestra importancia...
Y una vez más, levantó una ceja. A diferencia de Léo, su comentario no había sido inocente.
Marjolaine escuchó la exposición de sus nuevos vasallos con una ceja levantada. Con media sonrisa, concedió con la mano lo que el Fiona le decía, aunque no entró en el juego.
-Sea, entonces. Jenner os enseñará vuestras habitaciones. El castillo tiene de sobra, aunque deberéis respetar los horarios de las visitas mortales para evitar encuentros.
La sátiro apareció en la puerta e inclinó la cabeza.
-Mi señor, si tiene la bondad de acompañarme...
Era hermosa y turgente, aunque respetuosa.
Kilyann hizo una última reverencia a la Baronesa, y luego miró a sus colegas, para que le acompañaran. Siguió a Jenner en silencio. No pudo evitar mirarle el culo, y luego se giró sonriendo hacia Léo, levantando las cejas varias veces, pero sin necesidad de decirle nada. Aquello significaba "Adelante, fiera".
Esperó a que llegaran a sus habitaciones en silencio, deleitándose con el bello cuerpo de la Sátiro.