En la superficie del espejo de Marion apareció el sueño de Gwenhael. Era el palacio de Blois, sólo que tenebroso y oscuro. Los amplios pasillos llenos de luz habían sido oscurecidos y llenados de lo que parecían telarañas, y sonidos extraños podían escucharse aquí y allá.
La joven Eiluned caminaba por el larguísimo corredor con prisa. Llevaba en las manos un libro de texto y parecía muy apurada. De repente le cortó el paso un chaval mortal de no más de quince años. Paró su impulso con una mano y la tiró al suelo.
-¡Voy a llegar tarde, Jacques! -se quejó Gwenhael desde el suelo, sin soltar su libro.
La Baronesa se recolocó con cuidado el espejo sobre las piernas dobladas y sujetó el marco con cuidado de no mojar la superficie del espejo. El agua de la bañera ya estaba tibia cuando pudo finalmente acceder a la conciencia de Gwenhael.
Miró la escena con poco interés. ¿Sería ese tal Jacques el amor secreto de la Eiluned? Quiso pensar que no, pero resolvió esperar un poco antes de propiciar una escena más... romántica.
El chico se echó a reír.
-Pero si vas a suspender igual.
Gwenhael se levantó con dificultad y el libro se le cayó de las manos. Se agachó a recogerlo y siguió su camino, esquivando al chico. Entró en una sala sólo existente en el sueño (a Marion no le sonaba de nada) que resultaba ser un aula de instituto. Gwenhael fue a sentarse en su pupitre, pero no había ninguna silla.
Una profesora delgada y de pelo oscuro (se le parecía a Marion, mirándolo bien) indicó a Gwenhael que se sentase.
-Pero, profesora... no tengo silla.
-No importa. ¡Siéntate! Vamos a empezar el examen ya.
No estaba interesada en la pesadilla de una estudiante, y no sabía qué cara ponerle a la figura que había de salvarla de ese examen. Suspiró y acarició la imagen de la profesora en el espejo. A través de ella se introdujo en el sueño.
-¡Primera pregunta! Completa la frase. Si tuviera la oportunidad de pasar un fin de semana romántico con una persona, sería... Seis puntos. Ya.
Se lamentó de aquel plan mientras en el pupitre de Gwenhael aparecían un lápiz y un trozo de papel.
La sorpresa apareció en el rostro de Gwenhael. Miró a su alrededor mientras todo el mundo escribía. De pronto estaba sentada y no sabía cómo había ocurrido. Temblorosa, tomó el lápiz y miró la hoja en blanco. Todos sus compañeros estaban entregados, pero ella...
Gwenhael tragó saliva.
Se acercó a Gwenhael y se situó detrás de ella para mirar por encima de su hombro.
-No estás escribiendo. ¿Es que quieres suspender? ¿Repetir curso? Voy a tener que llamar a tus padres para advertirles de este comportamiento-amenazó.
-¿Es... es...? -Gwenhael calló. Dejó que Marion se alejase de ella y escribió algo, pero lo borró de inmediato. Pensó un poco más y después escribió con caligrafía cuidada:
Sir Aster.
En el cuarto de baño, Marion frunció el ceño. No es que fuese inverosímil que fuese Sir Aster por quien su corazón latiese, pero tenía más interés por lo que había borrado que por lo que había escrito después de pensárselo tanto.
-Os recuerdo que cualquiera que haga trampas será inmediatamente suspendido y expulsado -anunció, mirándola directamente a ella.
Si no cambiaba su respuesta final, supuso, es que no mentía.
Con alarma y desánimo, Gwenhael borró el nombre de Sir Aster y, tras unos segundos de duda, escribió:
Lady Sarianne.
Hizo una mueca disgustada. Suponía que se podía fiar de esa respuesta, pero no la complacía. Era mucho más peligroso jugar con el corazón de la Condesa que con el de Sir Aster.
-Cuando terminéis de responder al resto de las preguntas, dejad la hoja sobre la mesa y salid -dijo.
Cuando estuvo fuera del sueño se dio cuenta de que no había ninguna otra pregunta.