16 de mayo de 1999 - 17:40
Desde lo ocurrido con Ibrahim, Lothar estaba más meditabundo de lo normal. El Gwydion permanecía sentado durante horas, pensando y mirando al infinito. De cuando en cuando suspiraba. Llamaba a Nadia, pero incluso ella le aburría. Sólo quería estar a solas o, al menos, tranquilo. Por eso la mayor parte de la corte se había retirado, a excepción de Ruby, que hacía cabriolas aquí y allá.
El Conde le devolvió una mirada dolida. La melancolía que solía acompañarlo había aumentado hasta un límite difícil de soportar para un corazón bondadoso. Su hermoso rostro parecía no haber sido capaz de sonreír alguna vez, sus manos soportaban su cabeza a duras penas. Lucía pesado y castigado por una carga que no merecía. O eso decían.
-¿Otro más? ¿Otro de mis vasallos traicionándome? -Suspiró-. No sé si podría soportar una noticia así.
-Ibrahim me sirvió bien. Fue amable y justo. Pero el poder debió de privarlo del sentido del norte. Fue mi amigo, pero ahora... Ahora probablemente me odie. Y todo por un castigo que, si bien duro, considero justo y necesario. No puedo permitir que mis Barones fallen.
Se reacomodó, irguiéndose en el asiento.
-Ahora venís y decís que Sir Cedric hace cosas sospechosas. Mi secretario. Quizá no la persona en la que más confianza deposito, pero sí una en la que creo y a la que aprecio. Y venís y me miráis con esa cara. ¿Qué debo hacer? ¿Escuchar lo que vais a contarme o permitir que os vayáis ante Axelle o Sarianne? ¿Que se me rompa el corazón o hacer oídos sordos? Y, pese a esto, si todo resulta cierto... ¿No es verdad que soy yo el brazo ejecutor de la sentencia? ¿Deberé enviar a otro amigo al exilio so pena de muerte?
Se pasó los dedos por la melena.
-Qué enrevesado el Dàn. ¿Qué he hecho para merecer un destino así? ¿Por qué debo ver alejarse a las personas a las que amo, quedar empañadas por la duda y la vergüenza? Hablad, Lady Marion. Oh, incluso vuestro nombre me duele...
-Nadie podría odiaros, sabiendo lo mucho que sufrís. La carga que llevais. Cumplís con vuestro deber y la corte lo sabe. Os afligís y la corte se aflige con vos.
La mano de Lady Marion no se había movido en el reposabrazos al acomodarse el Conde. La levantó y posó los dedos en el brazo del Gwydion sin dejarlos notar apenas. Retiró la mano antes de seguir hablando.
-Hablo ahora para que veáis que puede ser un malentendido, después de todo. Puede que ya estuvierais enterado y os esté haciendo sufrir sin motivo. Sir Cedric mantiene correspondencia con la Duquesa Hiver de Normandía, aunque desconozco el contenido de estas misivas. -Hizo una pequeña pausa y se llevó la mano al pecho, insegura, antes de continuar-. Ojalá no os hubiera mencionado nada. Me parte el corazón veros así.
Hubo un momento de silencio. El Conde cerró los ojos.
-No lo sabía. Pero estoy seguro de que tiene explicación. ¿Cómo os habéis enterado vos?
-Tuve una de las cartas en mis manos, sólo el tiempo justo para confirmar que la enviaba la Duquesa. Sir Cedric toma precauciones para que esta comunicación sea discreta, por lo que he podido ver.
El Conde bajó la mirada y suspiró de nuevo. Sus ojos brillaron como si fuesen a brotar lágrimas de ellos, pero el orgullo las retuvo dentro.
-Hablaré con él. Pero no todavía. No creo que pudiese soportar una nueva traición. Él puede tener algún motivo para hacer lo que hace, si es cierto y no estáis equivocada, Lady Marion.
Le dio un suave apretón en el brazo a Lothar y acarició su muñeca con el pulgar. Parecía mentira que aquel fuera el hombre que un par de días antes había castigado a Ibrahim.
-Espero que sea así, querido Conde.