El tiempo pasa y como dicen todo lo cura. Algunas veces el tejido se suelda como debe y cicatriza casi sin marca; otras deja una honda señal que duele de vez en cuando. Unas cuantas, la cicatriz se convierte en un quiste doloroso que es mejor reabrir para purgar. De un modo u otro, al final todo se acaba olvidando para bien o para mal.
Lord Samuel, el nuevo Conde Luminoso, es bueno con sus vasallos. Utiliza Flor de Piedra como residencia la mayor parte del tiempo, aunque acude a Torres Negras en las temporadas de caza para darle el gusto a la Reina. Después de que los monarcas impusieran Geas a aquellos sospechosos de haber participado en la conjura de Sarianne, de pertenecer a la Corte Sombría o de tener tratos con vampiros, la plantilla de nobles se renovó considerablemente.
Algunos, como Lord Quent, lograron mantenerse en el poder pero se vieron despojados de apoyos. Casi toda su corte fue investigada y puesta patas arriba para eliminar amenazas sombrías, su propia Canciller incluida. Se detuvo también a Horch por tratos con plebeyos rebeldes, de donde se logró sacar las conexiones entre Lady Sarianne y los hombres de Goran. El redcap se halla en paradero desconocido, pero su amante ha sido detenida y puesta a disposición de los monarcas. Por el momento no ha hablado y no se espera que lo haga, pero su castigo sirve como disuasión para otros rebeldes.
Otros, como Lady Marjolaine, han preferido evitar el estrés de la corte y, aunque mantiene una buena relación con el Conde y con los vecinos, disfruta de su soledad en los Cedros. Su hermano Aster se ocupa del feudo en sus ausencias mensuales en las que viaja fuera de Blois para encontrarse con amantes, según dice. Mantiene una buena relación con Sir Cedric, que tras ser relevado de su cargo por el Conde escogió los Cedros como asilo.
Sir Earil fue enviado a Hoja de Hiedra para administrar el feudo en nombre de Lord Samuel. Con mejor fortuna que el anterior adivino, se sabe que comparte cama con su guardaespaldas personal, el troll Stenn, pero es discreto y procura no causar ningún escándalo. Lejos de la corte es fácil. Además, suele recorrer el bosque para asegurarse de que la Bruja sigue muerta y que no volverá.
Sir Morgan y Lady Evonne abandonaron el Condado cuando supieron que Lord Lothar y Lady Marion no regresarían. De todos los que eligieron marcharse, fueron los únicos que lo hicieron ordenadamente y sin prisas. Escogieron un feudo tranquilo donde asentarse en el Ducado de las Viñas Púrpura y allí viven desde entonces con las visitas ocasionales de Marion, que fue despojada de su título tras la investigación de París. Lothar, por su parte, fue visto de camino a las Nubes, donde buscó refugio en la corte de Lady Ariadna.
Ha pasado un año desde la conjura de Lady Sarianne y las cosas se han tranquilizado. Aún quedan heridas abiertas que acabarán cerrando antes o después. Siempre hay heridas que sanar.
Axelle desvió la tercera manzana, cortó por la mitad la cuarta y ensartó la quinta. Le dio un bocado y el sabor dulce e intenso le llenó la boca. Escuchó a Marjolaine aplaudir.
-¡Todas! Te lo dije, ¿verdad que te lo dije? Al final acabarías consiguiéndolo -dijo la Baronesa con gran alegría. Axelle notó sus manos suaves y cálidas tocándole la cara y saboreó el beso de después-. No necesitas ver para luchar. Lo llevas dentro.
La Fiona sonrió. Sacó la manzana de la punta de la espada y la puso en manos de Marjolaine.
-Luchar quizá no, pero hay cosas que no puedo hacer sin ojos.
-Sí puedes -rió la Baronesa.
-Bueno, al menos preferiría hacerlo mientras veo.
-¿Para qué?
Marjolaine dio un mordisco a la manzana y le ofreció otro a Axelle. La Dama mordió con delicadeza y envainó la espada a continuación. Sin pensar sabía exactamente en dónde estaba. Cuántos pasos faltaban para llegar a la cama y lo que necesitaría para empujar a Marjolaine hasta ella. Había dejado de utilizar la vara en casa y conocía cada metro, cada centímetro. Tenía la autonomía necesaria para vivir sola, pues no había permitido que fuese de otra manera. Desde que enviase el ojo a los Reyes para denunciar a Marion y a Sarianne había entendido que tendría que ser así. Cualquier otro ojo nuevo habría supuesto una nueva deuda, y ya no quería deberle nada a nadie nunca más.
-Para sentirme todavía más afortunada -dijo Axelle.
Había perdido muchas cosas en la vida: sus ojos, su hijo, su amor. Llevaba en su cuerpo las cicatrices de cada una de ellas. Pero mientras Marjolaine colaba su mano bajo la camisa y trazaba la más evidente con los dedos, Axelle disfrutó de los presentes que le quedaban.
-Un año más -dijo Morgan sonriendo.
Evonne le había echado los brazos al cuello regocijándose del calor que emanaba, del Glamour que producían y del que se alimentaban mutuamente. El ruiseñor cantaba alegre sobre sus cabezas con una de sus tonadas más frecuentes. Incluso cuando se separaban, el pájaro se convertía en dos para seguirlos y recordarles la existencia del otro. Al cantar así, Evonne sabía qué escuchaba Morgan sin importar que estuviesen a medio mundo de distancia. Cuando se reunían, el ruiseñor volvía a ser uno solo y se regocijaba del amor que se profesaban. Y bajo la mirada del pájaro eran capaces de alcanzar cotas de Inspiración mayores. Había habido meses que la cantidad de Glamour cosechado por Evonne había sido tal que no había precisado de realizar una Rapsodia. Su piel había permanecido tersa e inalterable gracias al Éxtasis compartido. Aquello era otro motivo para agradecer.
-Un año más, así es -asintió Evonne.
Había sido un año difícil tanto como dulce. Cuidar de Marion había sido duro y su relación con Morgan se había resentido por ello, pero cuando el Eiluned consiguió aceptar que sin Lothar no había peligro, las cosas se calmaron. Tras las espinas, sólo habían quedado las rosas.
-¿Renovamos el Juramento?
Aquel hombre había descubierto la necesidad impuesta por su Casa y no la había despreciado. Claro que Evonne había demostrado paciencia cuando los mensajes comenzaron a llegar y Morgan tuvo que dar más que explicaciones de vuelta en Flor de Piedra. Como habían vaticinado, el pasado había vuelto para pedirles cuentas y las habían rendido. Y no había salido tan mal.
-Por supuesto.
Mano con mano lo volvieron a pronunciar y el lazo del Juramento se revigorizó. Evonne le dio un suave beso en los labios poniéndose de puntillas, como siempre. Morgan apoyó su frente en la de ella.
-¿Te parece esto una buena señal de una pasión inagotable? -preguntó el caballero.
-Puede -sonrió ella.
Para Marion, aquel año había sido eterno. Los días se arrastraban uno tras otro en la soledad de su cuarto. Las noches eran sueños sobresaltados en los que su ansiedad la convertía en una soñadora lúcida en busca de Lothar. Su espejo había desaparecido: lo tenía él. En algún momento se pondría en contacto con ella y la llamaría a su lado. Pero, ¿y si no lo hacía? ¿Y si la vida acababa extinguiéndose para ella antes de que pudiese perdonarla? ¿Y si su ceguera de Gwydion le impedía ver más allá de los actos? ¿Y si Lady Ariadna le envenenaba la mente y le daba lo que Lothar había buscado en ella?
Las preguntas la enloquecían tanto como el tiempo pasado en los feudos. Evonne había intentado que pasase tiempo en el Mundo Gris, pero Marion no lo había aceptado. En algún lugar de su mente rechazaba la idea de ser una vieja cuando Lothar volviese a verla. Aunque sólo fuesen algunos días, debía mantenerse fresca y lozana para que su Conde volviera con ella y la aceptara de nuevo.
Marion había caído en el Primer Umbral de la Confusión irremediablemente. Acariciaba el Segundo cuando notó algo distinto en sus sueños. Ya no se perdía en un mar de oscuridad y llamaba a Lothar una y otra vez intentando invocarlo para disfrutar de él al menos en su mente. Ahora eran tranquilos y amables, como un velero meciéndose suavemente en el Mediterráneo.
Cuando volvió al Mundo Gris, las hojas caían. Había pasado el verano entero encerrada, pero sus sueños eran tranquilos. Ahora podía salir aunque fuese un poco. Con cada día en que respiraba un poco de cuerda Banalidad, vivía una noche de paz y abrigo en su propio subconsciente. Ya no había ansiedad ni pesadillas, sólo arrullo y cariño. Y eso quería decir algo. Al florecer las magnolias, Marion vio por primera vez a Lothar. Cuidó de ella y volvió a abrazarla como la última vez. Le encontró cada noche hasta que él le dijo dónde volverían a reunirse.
Era una tarde de finales de abril y llovía. A Marion le latía el corazón como un caballo galopante. Podía sentir la cercanía de Lothar, cada vez mayor. Sin dejar de mirar a todos lados, finalmente le encontró. Doblaba la esquina con una ansiedad parecida a la suya.
Cuando se abrazaron, Marion recuperó la piel que le habían arrancado. Su calor fue su calor. Al contemplarse en aquellos ojos azulados se encontró a sí misma. Al escuchar su nombre de sus labios recordó quién era. Y cuando él le dio su aliento con un beso, regresó a la vida.
Últimas anotaciones
Para variar, después de estas partidas titánicas me gusta poner algo bonito. Esta vez habéis quedado los mismos de siempre y os lo agradezco. Sé que en varias ocasiones habríais deseado abandonar por motivos varios y no lo habéis hecho. Durante año y pico hemos seguido jugando con más o menos ganas a pesar de los parones y de mi ineptitud momentánea para darle a vuestros personajes lo que se merecían. Pero al final hemos conseguido cerrar y cerrar bien. Estoy muy contenta por ello.
Muchas gracias a los que jugaron esta partida, pero en especial a vosotros tres. Me lo he pasado genial.