Partida Rol por web

El gesto hacia Axelle no le pareció desapercibido, como tampoco el alivio de ver a la Canciller a salvo. Se preguntó hasta qué punto el comentario del Baron Ibrahim sobre su relación con Hiver sería cierto... O todos los rumores que sobre ella corrían. Como mínimo, la Baronesa debía tener algún tipo de relación con ella. ¿Pero quién era él para hablar?  El vidente sonrió con suavidad a la Baronesa. 

-No os preocupéis, milady. Sospecho que el conjuro estaba preparado para desatarse verdaderamente en este combate -su tono era tranquilo y profesional, como el de un doctor que sabe lo que se hace.- Pero dado lo impredecible del glamour, es más seguro deshacerlo antes de que pueda pasar cualquier cosa... 

Con la venia de Axelle, alzó ligeramente las manos y las posó en sus hombros. Inspiró, expiró, volvió a alzarlas. Musitaba algunas palabras de poder, sus dedos se movían como si estuviese lidiando con hilos, moviendo hilos, tirando de hilos. Poco a poco, sus manos parecían brillar, parecían sorprendentemente hermosas. Y al cabo de unos segundos de ese movimiento, de ese brillo, hizo un movimiento brusco con ellas, abriéndolas y como si estuviese arrojando algo invisible. La Canciller podía sentir que un peso se le había quitado de encima... 

-En lo que a conocernos se refiere, Baronesa, estaré encantado de satisfaceros -comentó con una leve inclinación de la cabeza. Luego, se dirigió a Axelle. -¿Os sentís bien?

Axelle miró a Sir Earil y no puso pega alguna a que se deshiciera de aquella engorrosa maldición. No quería perder estrepitosamente contra Sir Bastien en un posible combate futuro.

Mientras Earil llevaba a cabo su magia, observó en silencio como Ibrahim abandonaba la culpa y se sonrió. No se reía por su desgracia, sino por su estupidez y por haber salido ella victoriosa. Por otro lado una sensación agridulce inundaba su ser, ya que esperaba haber combatido. Hacía tiempo que no tenía un buen duelo de espadas y había empezado a echarlo de menos.

Cuando el adivino terminó, Axelle apartó la vista del lugar en el que antes había estado Ibrahim.

-Perfectamente, Sir Earil. Sois muy gentil, ¿verdad, mi señora? -preguntó dirigiéndose esta vez hacia la baronesa mostrando que a pesar de mirar a otro lado no había perdido el hilo de la conversación-. Debo daros las gracias por haber descubierto el engaño, si no ahora podría estar mordiendo el polvo o algo peor. Ahora me veo obligada a deberos un favor, me temo.

 Sonrió con suavidad. Prefirió obviar el comentario sobre deber un favor o, mejor dicho, ese "me temo" final que podía considerarse un poco maleducado.

-Bien, Dama Axelle, mi trabajo es lidiar con este tipo de problemas... No hubiese conseguido el puesto si no fuese capaz de estar a la altura -suspiró ligeramente.-En realidad, era bastante fácil de detectar, un hechizo poderoso... Más fácil de detectar que de deshacer, me atrevería a decir. 

Se permitió una pequeña pausa para sopesar sus siguientes palabras.

-Aunque al final el resultado ha sido bastante más positivo para vos que si meramente hubieseis vencido el duelo, ¿no os parece? No hay nada como un enemigo que comete una estupidez... -comentó con suavidad.

-Sabias palabras, espero que no le importe que me las guarde para futuras ocasiones -la dama sonrió imaginándoselas grabadas como epitafio de la tumba de Ibrahim, quien ahora debía estar enterrado bajo dos metros de vergüenza-. Os doy las gracias una vez más, y si me disculpáis, he de ocuparme de unos asuntos que no puedo retrasar.

La Canciller inclinó la cabeza y dio un paso atrás.

-Además, seguro que sabéis muchas cosas que contarle a Lady Marjolaine y, conociéndola, no quiero privarle de esas historias a la baronesa -dijo y dedicó una última mirada aguda a la Liam antes de volverse hacia el adivino-. Ha sido un placer, Sir Earil, espero que volvamos a coincidir pronto. Y no dudéis en llamarme cuando decidáis que es hora de que salde mi deuda con vos.

Axelle giró sobre sus talones y comenzó a alejarse de ambos con paso firme. Con una de sus manos soltó la goma con la que recogía su cabello, dejándolo caer libremente sobre las hombreras de su negra armadura.
 

Marjolaine dejó escapar un ronroneo casi imperceptible.

-Ah, Sir Earil, creo que vos y yo deberíamos conocernos más a fondo. Recibiréis una invitación mía. Pronto. Hasta entonces... mis deberes me reclaman -dijo cabeceando y sonriendo.