Partida Rol por web

4 de junio de 1999 - 10:00

Lord Lothar había hecho llamar a la corte en pleno. De los Barones requirió su presencia o la de un portavoz. Lord Quent había acudido, al igual que Sir Aster y Kilyann en representación de Lady Marjolaine. La única ausente era Sarianne, como venía siendo acostumbrado.

El único extraño allí era un caballero rubio, un Gruñón que a juzgar por sus colores e insignia pertenecía a la Casa Fiona. Se mantenía cerca del Conde y éste, más contento que en los últimos meses, no dejaba de sonreír. Una vez todos ocuparon los puestos debidos, Lothar realizó una floritura con la mano y el Glamour chispeó a su alrededor. Todos se sintieron bajo el efecto de Soberanía, bien dispuestos a la sesión de corte y esperando a su turno de palabra.

-Bienvenidos. Hay buenas noticias esta mañana, después de todos los sucesos horrorosos de los últimos días. En primer lugar, aún no he tomado una decisión respecto a quién debe ocupar Hoja de Hiedra como Barón.

Ariadna permanecía cerca de Sir Marin, como era acostumbrado en las sesiones de la corte. Había retomado su vida normal después del incidente con los vampiros, aunque no en su plenitud. Estaba seria y le faltaba esa chispa de alegría que acostumbraba, sin pasar por alto que del cinto pendía una espada de la que no se separaba. Chocaba ligeramente con su atuendo de cortesana, pero había sabido encajar el cinturón y la funda de forma elegante con el resto. Su prioridad respecto al aspecto y la sensación de seguridad habían cambiado.

Sir Earil escuchaba desde un punto relativamente alejado de la Corte, apoyado en una columna y con los brazos cruzados. Al oír la decisión de Lothar se sintió algo sorprendido. Imaginaba que aquello significaba que todos los intrigantes se estaban moviendo con habilidad y ninguno llevaba ventaja... Todavía. Pero lo que llamó el interés del hechicero fue el Fiona desconocido. ¿Otro noble para la Corte?

-Él es Sir Albert ap Fiona, uno de mis amigos más antiguos y fieles -dijo Lothar sonriendo. Puso su mano sobre el hombro del sidhe rubio y le dio una suave palmada-. Sir Albert va a pasar a formar parte de la corte con efecto inmediato. Y ese no es el único cambio. Sir Morgan, acercaos.

El sidhe de pelo azul, escasamente vestido, hizo lo que Lothar ordenaba. Su rostro tenía una expresión indescifrable, dura.

-Con efecto inmediato revoco vuestros derechos sobre Fuente de Ambrosía. Ya es hora de que volváis a ser parte de mi Consejo. -El Eiluned lo miró boquiabierto-. Sir Albert, os nombro administrador de Fuente de Ambrosía. En mi nombre y en el nombre de los Reyes y de nadie más gobernaréis el feudo.

Sir Earil hizo un esfuerzo para que no se le notase la expresión de sorpresa. Así que un noble reaparecía para tomar la responsabilidad de un feudo... Uno del que no se sabía nada. El vidente no podría evitar preguntarse si no sería, también, uno de los nuevos contendientes a un feudo aún mayor. La noticia, en cualquier caso, era algo curiosa. Los ojos de Earil estaban fijos en Sir Morgan. Se preguntaba qué tipo de noticia era aquella para él, cómo reaccionaría. Por un lado, el sidhe estaba siendo cambiado de posición, pero precisamente había sido relegado allí por no aprobar la presencia de Lady Mariona... En cualquier caso, era un cambio interesante.

Kilyann se conformaba con mirar a su alrededor, e intentar no bostezar. Todas estas chorradas de etiqueta de la Corte le aburrían bastante, pero tenía que asistir, así que...

No conocía a nadie, excepto al que suponía que era el Conde, Marjolaine, Aster, y alguno más... No se le escapó la cara de estupefacción del Sidhe del pelo morado. Hasta le divirtió, y se permitió una sonrisa de medio lado.

De resto, se limitaba a observar, a escuchar, y a esperar que no fuera eterno y pudiera salir a tomarse unas cervezas con Jeròme y Léo.

Danielle observó la sesión sorprendida, aunque sin mostrarlo. Definitivamente cada vez entendía menos los sucesos de la corte. Por suerte, o por desgracia, a diferencia de muchos de los otros nobles, ella nunca había sentido especial interes por medrar y subir en la escala social lo que la protegía de la mayor parte de las hostilidades.

Axelle miró al sorprendido Eiluned de pelo azul con casi igual expresión, y después a Sir Albert, indignada. Sin embargo no dijo nada y se mantuvo alejada del centro de la sala como hasta el momento. Pero todo aquel que se girase podría verla con los brazos cruzados y su único ojo clavado en el conde, porbbablemente intentando averiguar que se le había pasado pro la cabeza par alelgar a tal decisión. No le sorprendía que Morgan volviera a la corte, sino que colocase a un sidhe luminoso en su lugar...

La misma sorpresa que sobrecogió a todos los presentes lo hizo con la Dama, la cual miró primero al sidhe de pelo azul y después a Lord Lothat. Entendía más o menos sus intenciones, pero no creía que fuese lo más adecuado. Aquel gesto haría que toda la corte se pusiera en guardia, y ¿quién era aquel caballero del que nadie parecía saber nada y que de acababa de hacer con la administración de Fuente Ambrosía? Quizás sí debía tener cuidado y mantenerse alerta por el bien del Condado. Era su nuevo trabajo.

Sir Morgan parecía algo confuso. No obstante, asintió y se levantó cuando el conde se lo permitió.

-Lo haré lo mejor que pueda, mi señor -dijo Sir Albert, hincando la rodilla-. Gobernaré el feudo en vuestro nombre y seré justo. Sé que no me conocéis, pero por ello os invito a que lo hagais para que comprendáis que el Conde no ha hecho una mala elección.

-Sea, entonces. En otro orden de cosas, ofrezco un Tesoro a aquel que me traiga pruebas de que ha acabado con un vampiro. Sé que una de las normas entre los changeling es la de mantenerse alejado de ellos, pero ya que se han atrevido a traspasar las barreras de las Nieblas y conocen nuestra existencia, son nuestros enemigos. A partir de ahora, tener trato amistoso con un vampiro se considerará un delito, con su consiguiente castigo.

El Gwydion se había puesto serio al hablar de las sanguijuelas. Pero al mirar de nuevo a Sir Albert sonrió despreocupadamente.

-Se levanta la sesión. Podéis iros. Vos no, Ariadna. Venid conmigo.

El Conde hizo una señal a la Gwydion y desaparecieron en dirección al jardín.