19 de agosto de 1999 - 16:35
A aquella hora Lady Sarianne accedió a recibir a Evonne para tomar el té con ella. La Leanhaun tenía mucho interés en conocer a la Adivina precisamente porque no se veían muchos miembros de su casa a menudo. Buscó una sala íntima para las dos y esperó hasta que su mayordomo sirvió el té y las pastas para ordenarle que las dejase solas.
Las motivaciones de la Condesa eran compartidas por Evonne, que al conocer la casa a la que pertenecía había mostrado especial interés en conocerla, aunque guardando la emoción del momento para sí, sobre todo frente a Marion. Deseosa, envió al invitación pocos días después de su llegada. Y allí estaba al fin. Muchas eran las preguntas que rondaban su mente, la mayoría demasiado indiscretas para la ocasión. Era un tema peculiar y complicado pues, a parte de su mentor, que había estado presente en sus enseñanzas los primeros años en su nueva vida feérica, no había tenido ocasión de conocer a otro Leanhaun. No quería parecer impetuosa o impertinente. Además, era la Condesa, cosa que tampoco debía olvidar.
La Baronesa vestía para la ocasión un vestido escotado color verde, ribeteado en dorado y de mangas amplias. En la parte frontal lucía bordada el arpa de oro de su casa, rodeada por una rosa negra con espinas de sable. Tenía el pelo trenzado y no llevaba ningún tipo de adorno a excepción del anillo de oro blanco.
-Gracias por aceptar la invitación, mi señora -dijo con voz suave tras dejar la taza del té en la mesita. Le agradaba el ambiente íntimo y las molestias que Sarianne se había tomado por que estuviesen solas-. Me alegra que hayáis accedido a verme a pesar de vuestros compromisos.
-Tan pronto supe de vuestra presencia en el Condado creí oportuno que viniérais -dijo Lady Sarianne afablemente-. No se ven a muchos miembros de nuestra Casa en estas tierras y siempre es bueno que hagamos piña.
La Condesa llevaba un vestido veraniego color perla, con broches plateados en los tirantes.
-Además, hay ciertas reglas a mantener.
Evonne asintió, conforme.
-Lo comprendo. Sólo he tenido trato anteriormente con mi tutor, así que eso os convierte en la segunda Leanhaun que he tenido la ocasión de conocer. -Hizo una breve pausa, mirando a la Condesa con actitud paciente-. Por supuesto, acataré todas las normas que impongáis al respecto por nuestra propia seguridad.
Sarianne dejó delicadamente la taza de té en el platillo antes de contestar.
-Sólo una Rapsodia al mes. Sólo una. Lo justo y necesario para evitar el defecto de la Casa. Más podrían llamar la atención, y siempre está el riesgo de provocar la creación de un Dauntain o de un asesino.
Esperó a que Evonne estuviese de acuerdo y siguio:
-No Rapsodiéis a nadie menor de edad. Tampoco a profesores y maestros. La Universidad es mi territorio. Y, por supuesto, nadie debe enterarse.
Evonne asintió con una suave sonrisa. No era motivo de alegría tener que hacer aquello, pero mentiría al negar que no encontraba cierto placer al hacer Rapsodias. Las condiciones de Lady Sarianne, por otro lado, eran totalmente comprensibles.
-De acuerdo, mi Lady. Me aseguraré de no involucrarme en ese ámbito. Y podéis estar tranquila, jamás le contaría a nadie lo que hacemos. Pocos conocen la importancia de los secretos. -Tomó de nuevo la taza en sus manos y preguntó antes de beber de nuevo-. ¿Alguna otra condición?
-No. Eso es todo. Me alegra ver que hemos llegado a un acuerdo tan rápidamente. -La Condesa tomó un sorbo largo de té-. La verdad es que de vez en cuando agradezco reunirme con alguien de mi Casa. Hablar de ciertas cosas con otras personas puede llevarte al exilio.
-Exilio en el mejor de los casos. Hay muy pocos fuera de nuestra casa que sean capaces de comprender y aceptar lo que nos lleva a ello. Personalmente me resultó difícil asumirlo, pero a estas alturas en una parte más de mi vida. Una muy personal, obviamente.
Más relajada, se recostó ligeramente en el asiento sin perder la compostura e hizo girar el anillo de su dedo, manía que había adquirido con los años.
-¿Vos habéis sido capaz de compartirlo con alguien?
-No es algo que me guste hacer acompañada. Todo aquel Leanhaun con el que me cruce sabe lo mismo que yo: es un secreto nunca dicho pero compartido. El sino de nuestra Casa, pero así hemos nacido, ¿verdad? ¿Y vos?
Lady Evonne negó suavemente también.
-Comparto vuestra opinión. Suficiente con que nosotros mismos lo sepamos. No obstante, considero que debemos ayudarnos unos a otros, tanto para protegernos como para salvaguardar las formas dentro de la comunidad Changeling y no levantar sospechas. Igual que vos me habéis atendido con gentileza en vuestros "dominios", cualquier cosa en la que pueda serviros sabed que estoy a vuestra disposición, mi Lady.
-Eso me alegra, me alegra mucho. Ya sabréis que la situación en Blois está algo fuera de control. Será bueno contar con gente fiable con la que se pueda devolver la calma a este condado -dijo Lady Sarianne.
-Ya me he percatado de que las cosas están un poco desestabilizadas. No obstante, espero que vuestro venidero gobierno sea más productivo de lo que parece estar siendo el de Lord Lothar -dijo con convicción-. Estoy segura de ello. Las cosas se arreglarán.
-Eso espero. Pero me sorprende que lo digáis, siendo vos amiga de Lady Marion, que es también la amante del Conde Luminoso. ¿Es un sentimiento compartido por ella, o sólo vuestro y revelado por el nexo secreto que nos une? -preguntó la Leanhaun inocentemente.
-Desconozco la opinión de Lady Marion al respecto. Aun así, sólo un necio desearía un mal gobierno para un Condado con no pocos problemas. Además, como bien habéis dicho son amantes. Siempre habrá favoritismo de una forma u otra -respondió de forma jovial.