-Es triste oir que habéis perdido un hermano. Si yo perdiera a Marjolaine... -Aster frunció los labios-. No sabéis lo que os agradezco que hayais cuidado de ella. Pero cambiando de tema, me temo que es un poco exagerada. Siempre le ha gustado creer que... No lo sé. Creo que nos llevamos bien con mi padre. Es cierto que no podemos hablar de lo que vivimos ni de lo que llegamos a ser, pero... ¿por qué íbamos a tener problemas?
Con cierta timidez, Sir Aster buscó su mano por encima de la mesa.
-Estáis preciosa con esta luz.
Sus mejillas se sonrojaron, y esta vez no apartó la mano sino que acarició el dorso con el pulgar.
-Gracias. Vos también, sobre todo cuando sonreís. -Ladeó la cabeza y le sonrió-. Es agradable ver que habéis recuperado el ánimo.
-Si seguís siendo tan encantadora, probablemente continúe así.
El resto de la velada transcurrió sin incidentes. Una agradable charla, una cena deliciosa y una compañía interesante. A decir verdad, Sir Aster no era tan encantador como Marjolaine. Tampoco era tan inteligente, ni tenía tanto que contar. Era arrogante y fanfarrón, pero en esa noche lo mantuvo bajo mínimos.
Cuando cogió el coche y se ofreció a llevarla a casa, puso un poco de música. Las luces de la carretera sacaban destellos a sus ojos azules, demasiado claros y comunes, quizá.
La Gwydion disfrutó de los pequeños placeres que daba tener dinero. Respondió con gentileza a sus cumplidos y se mostró coqueta y amable. En el fondo no sabía muy bien qué estaba haciendo, o qué pretendía ganar con ello. La idea inicial era algo así como darle celos a Marlow, aunque conforme avanzaba la noche eso dejaba de tener tanta importancia. El Fiona no era más que un caballero errante ocasional, y aunque Aster no le resultaba tan interesante parecía mucho más atento y, desde luego, le daría menos quebraderos de cabeza. Pero Marlow tenía algo que le daba vida, al menos las horas que estaba con él antes de que se fuese.
En el coche, tras darle las indicaciones propicias, le observó de reojo mientras la música le daba cada vez más ganas de canturrear.
-Ha sido una noche muy agradable. Sois más simpático de lo que mostráis otras veces –comentó, y aprovechó para darle con el dedo en el hombro.
Sir Aster sonrió, pero no dijo nada. Al cabo de unos minutos llegaron a la calle del piso de Ariadna. Aster detuvo el coche y se volvió hacia ella.
-¿Necesitáis que os acompañe hasta arriba, por si hay quimeras hostiles de camino?
Ariadna sonrió y se inclinó hacia su lado tras desabrocharse el cinturón para darle un beso en la mejilla.
-Me encantaría... Pero no hoy. Mañana madrugo y no me quiero entretener mucho. Pero espero que otro días seáis vos quien me invite. Gracias por traerme.
Sir Aster movió la cabeza lo suficiente como para que sus labios se encontraran.
Ariadna dejó que la besara brevemente y después se apartó para mirarle, seria.
-Aster... Agradezco vuestras atenciones pero no quiero precipitarme. No quiero equivocar simpatía con otra cosa.
El Liam sonrió.
-Tenía que intentarlo. Hasta otro día, Ariadna. Ha sido un placer.
Y diciendo esto, arrancó. Parecía apresurado.