4 de marzo de 2000 - 09:20
Lothar recibió a Evonne con reserva y discreción, y le pidió que nadie supiese de su presencia en el feudo. Él y Marion no estaban viviendo juntos y no quería que le llegasen comentarios sobre la presencia de la Leanhaun allí. Pasearon por los terrenos más cercanos al bosque, ya aliviados por la falta de la agobiante aura de lujuria que envolvía cualquier foresta. Lothar estaba muy serio y melancólico, aunque no abatido. Quizá la falta de Marion le obligaba a mantenerse alerta y a buscarla activamente.
La Leanhaun ansiaba ofrecerle una disculpa, quizá para aliviar ese pesar que la atormentaba al haber sido engañada por el propio Dan para acudir a sus brazos. No obstante, si había ocurrido es que debía ocurrir, de modo que su explicación para ello era que sin aquel sacrificio jamás habrían podido acabar con la Bruja. Necesitaban la ira de Marion… O no. De modo que con esos pensamientos fluctuando en su mente, y la firme decisión de encauzar el destino de aquel Condado, finalmente se había citado con Lothar.
Como precaución, Evonne había acudido allí con su capa de telarañas evitando así miradas indiscretas, y sólo se descubrió ante la presencia del Conde, apareciendo junto a la linde del bosque. Mentiría si dijese que se encontraba tan afligida como él pues, pese a sus esfuerzos por evitar destacar, seguía estando abrumadoramente hermosa. Y feliz. Hacía apenas un par de horas desde que se había despedido de Morgan tras unas palabras dulces e infinidad de besos, dejándole dormitando en su piso. No podía evitar rememorar el ardiente encuentro que habían tenido, colmándose de placer y amor mutuo, y todo ello se evidenciaba en su persona. Su forma de mirar y de moverse, el brillo cristalino de sus ojos, la forma en que su cabello caía como una cascada perfectamente desordenada sobre sus hombros, e incluso el color de piel. Todo en ella irradiaba aquel sentimiento; amor.
Guardó las distancias, quizá en exceso. Y también las sonrisas y sus gestos habituales, despreocupados y coquetos. No deseaba que su expresión corporal dijese nada inapropiado o que se pudiese malinterpretar, aunque las cosas ya habían quedado suficientemente claras entre ambos. Se mostró humilde y seria, y cuando habló lo hizo con sinceridad:
-Agradecí y agradezco mucho vuestra bondad después de lo ocurrido. Sé que no es lo más apropiado en estos difíciles momentos -Lo sabía, pero le había dado un tanto igual. Necesitaba mover ficha cuanto antes-, pero necesitaba que lo escuchaseis de mí. Lo lamento profundamente, Lord Lothar. Si hay algo que pudiera hacer por ayudaros hasta que Marion recobre la confianza...
-Yo también lo lamento, pero me temo que no hay nada que vos podáis hacer para ayudarnos. Lo que Axelle nos obligó a hacer ha causado una profunda herida en Marion, y no es de las que olvidan fácilmente -dijo Lothar, serio. En sus ojos se podía leer la envidia, aunque no otras muestras de ella-. Me temo que lo mejor es que os mantengáis lejos de mí y de la corte un tiempo. Por más que aprecie vuestros intentos, las cosas son complicadas.
Evonne había oído que Marion permitía que Lothar la visitase, pero que su felicidad conyugal se había ido volando por la ventana. En estos momentos, el Conde sólo se preocupaba por recuperar a su esposa, y nada por el resto de problemas que los asediaban.
-Lo sé... No es mi intención importunaros más. Sólo hoy -aseguró con voz trémula y un curioso interés por la hierba que estaba junto a sus pies.
Se dio cuenta de que echaba en falta algo, un ruido molesto e impertinente. Al repasar al Conde con la mirada advirtió que no había ruiseñor revoloteando a su lado, cantando fúnebremente. Hizo un leve gesto de extrañeza, pero no mencionó nada al respecto. Esperó a haber recorrido un trecho para volver a hablar, no muy convencida.
-Sé que no es decoroso, es incluso cobarde –comenzó, de forma enigmática-. Quizá vos tengáis una voluntad más férrea para sobrellevarlo y convivir con ese recuerdo, pero yo no pude. Me atormentaba y horrorizaba más a cada segundo, de modo que hice lo posible por olvidarlo. Y, si eso os puede proporcionar alivio y claridad en vuestros pensamientos, quería que supierais que me encuentro en disposición de brindároslo.
Tratándose de un Gwydion lo más probable es que lo considerase una ofensa. Pero Lothar no era un Gwydion especialmente común, y su situación menos todavía.
-No lo necesito -dijo Lothar fríamente-. Lo que me atormenta es el producto, no el acto en sí. Si pudierais borrar lo que sintió Marion cuando la traicionamos, entonces... Si no, no me interesa. Gracias, pero no.
Evonne alzó las cejas con sorpresa. No le horrorizaba tanto el hecho de haberla violado prácticamente como que Marion padeciese aquel dolor. Bueno, se lo merecía después de todos los males que había causado, y estaba segura de que Lothar no sabía prácticamente nada de eso. Le miró de soslayo una vez más mientras caminaban. Le daba lástima.
-No pretendía ofenderos –dijo como disculpa, con intención de no volver a mentar el tema. Sí, podía, pero no iba a ayudarle a borrar el dolor de Marion.
La vidente cruzó las manos sobre su regazo y apretó los labios con la vista al frente.
-Marion es fuerte, y reconozco la dedicación que mostráis para ayudarla. Sé que al final lo lograréis –Y aquel sé sonó especialmente enfatizado, como si realmente lo supiera de verdad-. Pero esta vez creo que debéis dar un poco más.
-No es ofensa -respondió él, educado pero serio-. ¿A qué os referís?
-Sé que Marion os ha estado ayudando a solventar los diversos problemas del Condado. Ahora se acerca de nuevo vuestro reinado, época luminosa, y no sé si se encontrará con las fuerzas renovadas como para lidiar con todo ello. -Le miró directamente con firmeza-. Debéis ser fuerte por los dos, mi Lord, al menos hasta que regrese la calma. Sé que ella fue un gran apoyo para vos en momentos difíciles. Es hora de demostrarle que vos también podéis cuidarla y enfrentar todo lo demás.
Lothar la miró dubitativo, buscando lo que querían significar sus palabras amables.
-Me temo que Marion no necesita que la cuiden. Es fuerte, más fuerte que yo.
-Las circunstancias la obligaron a ello. Antes... no era así -repuso.
Evonne dejó de caminar. Suspiró.
-Quiero decir que no deberíais permitir que ella cargase con todos esos problemas. Menos... ahora que la situación es tan inestable. Se acerca vuestro reinado, Lord Lothar. Es obvio que van a tratar de atacar donde más duele, y no físicamente. Nadie desea una guerra abierta.
La Leanhaun bajó la cabeza.
-Yo no puedo protegeros, y temo que le ocurra algo estando tan lejos de ella. Por eso os pido que la protejáis.
-Sigo siendo su esposo. Por supuesto que eso es lo que voy a hacer -afirmó el Gwydion, orgulloso.
Evonne mantuvo los ojos clavados en el suelo. Aquella frase le hizo pensar en algo.
-Me alegra escuchar eso -mintió, tras hacer una pausa. Deshizo el pliegue de la capa y se preparó para echársela por encima. Sólo al despedirse le miró un breve instante-. Gracias por escucharme. Procuraré no acudir a Torres Negras para no importunar a Marion, de modo que suerte con vuestra empresa. Y tened cuidado.