Ariadna sonrió por ambos comentarios.
-No os preocupéis, aborrezco los cotilleos como habréis intuido. Y me temo que por ahora rechazaré vuestro ofrecimiento. Aunque creo que vos y yo podríamos ser grandes amigas. Reafirmo tras esta charla los pensamientos con los que incié la noche -dijo de notable buen humor cogiéndo una de sus manos entre las suyas-. Por cierto, no me ha pasado desapercibido eso que habéis dicho de que conocéis el sentimiento de la decepción al veros ignorada. ¿Puedo preguntar quién es aquel o aquella que os tiene fascinada, mi Lady?
-Nada más lejos de lo que imagináis, Dama. El hombre al que mi vida no parece importar es... mi propio padre. -Marjolaine sonrió con resignación-. Habréis escuchado el cuento con anterioridad: un hombre de negocios demasiado centrado en su trabajo como para prestar atención a sus hijos... Pero no, no es así. Mi padre es un buen hombre. Antes de nuestra Crisálida nos atendía y amaba más que a nadie. Pero cuando Aster y yo despertamos a nuestras conciencias feéricas, todo lo que a él le importaba dejó de importarnos a nosotros. No queremos seguir su legado ni vivir en las vidas que él nos ofrece. Nosotros somos sidhe, nobles, duendes. Vos sois afortunada al tener un padre y protector. Nosotros estamos solos, el uno con el otro.
-Lo lamento -dijo con ojos tiernos-. Yo tuve suerte de tener un padre que me acogiese. Pero antes de eso dejé a una familia que no me comprendía y parecía sumida en un círculo vicioso de autodestrucción. Creo que eso me dejó parte de resentimiento hacia aquellos que no son capaces de encarar o afrontar las complicaciones que se les plantan en su camino. Mas vos sois jovial y dulce, y os habéis hecho un lugar entre los duendes. No veo quien podría teneros como enemiga después de conoceros. Tampoco tengo la fortuna de conocer a Sir Aster, pero espero que al menos encontréis apoyo mutuo ante la adversidad. En mí lo tenéis.
-¿No sois acaso la muchacha más dulce que he conocido? -Marjolaine se inclinó hacia delante y le dio un tenue beso en los labios-. ¡Venid conmigo y os presentaré a Aster! Debe de estar en sus aposentos. Espero que sea a solas...
Ariadna se quedó anonadada durante unos instantes. Entonces le devolvió el beso acertándole en la comisura y se levantó de la silla.
-De acuerdo, aunque no quisiera importunar -dijo con una sonrisa.