-Lo hice por ti. Tenía miedo. Ella estaba muy enfadada -Lothar sonaba desesperado-. No quería que lo supieras. No quería hacerte daño.
Se volvió y le miró, a medio camino entre la incredulidad y la furia. Nunca podría compensar a Evonne por lo que había pasado, fuera lo que fuese, y había sido Marion la que le había pedido que viniera a Flor de Piedra.
-¿¡Saber el qué!? Daño ya me has hecho, a las dos, a todos, así que dilo de una vez. Me estoy cansando de preguntar. ¿Qué le hiciste, qué pasó que hizo que mi amiga recibiese el castigo de un traidor?
-Casi la besé.
Lothar ocultó la cara entre las manos.
Volvió a quedarse perpleja, y también ocultó la cara entre las manos. Pero en su caso fue para ocultar una risita nerviosa que no tenía ni idea de dónde salía. No sabía si sentirse aliviada, enfadarse aún más por lo que Lothar le acababa de hacer pasar o desmayarse directamente. Apretó las palmas contra la boca para que Lothar no la oyera. En cualquier caso, no era gracioso que Evonne hubiese tenido que pasar por eso.
Se deslizó hasta Lothar y le retiró las manos de la cara.
-Lothar. Mírame. Cuando vuelva Evonne quiero que retires el Geas. Ella no ha hecho nada. Y quiero que te quedes aquí conmigo. Y que me des un beso.
-No, no lo entiendes -Lothar tragó saliva-. Creo que me estoy enamorando de ella.
-No -respondió, obstinada-. Esto pasará.
Se iba a asegurar de ello.
-No tiene nada que ver con lo nuestro -explicó Lothar tomándola por los hombros-. No hace que te quiera menos. Es sólo que... desde que Cedric me contó que Morgan y ella habían estado besándose en nuestra boda no he podido dejar de pensar en ello. Estoy celoso. Estoy... picado. Lo he intentado evitar de mil maneras, pero siempre me descubro pensando en Evonne.
Quería decirle a Lothar que se callase, que no quería oírlo. No pudo. Sabía que necesitaba sacárselo de dentro, y se lo permitió. Aquella explicación, sin embargo, quedó anotada en alguna parte de la mente de Marion.
Asintió y le acarició la mejilla, perdonándole por su obsesión, con la vista nublada.
-¿Y por eso no haces más que desaparecer últimamente? ¿Vas a verla?
No podía evitar imaginarse a Lothar observando a su amiga ignorante desde la distancia, con ojos codiciosos, todas esas veces que no sabía donde estaba y le mentía al respecto. Se le revolvió el estómago.
-A veces -admitió él. Lothar le acarició la mejilla-. Eres demasiado buena. Si a ti te pasara esto, no sé cómo reaccionaría.
-No quiero que vayas a verla más. Quiero que te mantengas alejado de ella. Si ahora desapareces... Sabré dónde has ido. Lo que estás haciendo.
-Te lo prometo -dijo él, avergonzado-. Estaré siempre contigo.
Pero si lo que decía era cierto, puede que no en espíritu.