26 de julio de 1999 - 10:35
La Baronesa Marion, acompañada de su guardaespaldas troll, se internó en la espesura. Stenn le había contado algo sobre la búsqueda de Earil, de una ninfa escondida en el bosque que todo lo sabía... pero que tenía un precio. Stenn no sabía o no recordaba el precio, pero acompañó a Marion en su viaje sin dudar.
En cuanto dejaron atrás la civilización, Marion sintió una grave comezón en el estómago que se extendió por todo su cuerpo. Se dio cuenta de que estaba excitándose rápidamente... y que el objeto de su deseo era Stenn. Al menos eso parecía. Su mente consciente podía rechazar la idea, pero lo que su cuerpo deseaba era diferente...
El troll se apartó de ella un par de pasos.
-Eh... creo que Sir Earil vino por aquí. Pero hizo un cantrip y encontró... bueno, más bien le encontraron.
Pateó una ramita y cerró el abanico. Estaba molesta por aquella sensación. Habría salido corriendo si no hubiera estado poco segura de poder volver sola. Se detuvo y empezó a abanicarse otra vez.
-¿Y hacia dónde fue? -pregunto, brusca, como si Stenn tuviera la culpa.
-No lo sé. Hacia delante. Desapareció. No sé cómo llegar allí, mi señora. Pero podríais probarlo. Sois... sois muy inteligente -reconoció el troll, rojo y apartando la mirada.
Le volvió la espalda.
-Muy bien -dijo, ignorando el cumplido-. Espera aquí. Gritaré si te necesito.
Empezó a alejarse, aliviada de poder alejarse de él. Se internó sola en el bosque, atenta a cualquier cambio en el Glamour de los alrededores. Llamó a la ninfa por su nombre, esperando que ella la guiase, si la oía.
Los gritos de Marion pasaron desapercibidos, en apariencia, para la ninfa. No tardó mucho en cansarse y parar. Stenn se acercó lentamente, aunque manteniendo las distancias.
-Sir Earil.
Cuando logró que Marion le mirase, el troll se rascó la nuca y volvió la vista.
-Sir Earil... él... hizo un cantrip. Quizá Hesperia necesite... bueno, un empujón.
Le puso mala cara a Stenn. No tenía la mitad de conocimientos ni poder que Earil, si este era un Vidente medio capacitado. Pero, pensándolo mejor, a lo mejor había una manera de llamar su atención.
-Gracias, Stenn. Ahora aléjate y no mires hacia aquí.
Observó a Stenn alejarse con una intensidad que la alarmó, y sacudió la cabeza. Se volvió hacia la espesura, estrujando uno de sus collares de perlas entre los dedos.
-Hesperia -le dijo al bosque-. Soy Lady Marion ni Eiluned, de la Hueste Resplandeciente, pupila de Uriel ap Eiluned, Señora de la Hoja de Hiedra. Permite que te encuentre. Mírame.
Era difícil no hacerlo. Empezó a caminar entre los árboles, iluminada por un halo de Glamour que ensombrecía el resto del bosque en comparación y esperando alguna señal de Hesperia.
Marion descubrió el resplandor de unos ojos que se volvían hacia ella, aunque sólo fue una décima de segundo. Al momento ya no estaban, pero una voz, suave como la brisa, se coló entre los árboles:
-Te veo. ¿Qué es lo que quieres, Marion ni Eiluned?
Se volvió, buscando el origen de la voz. Tardó un momento en poner en orden sus pensamientos. Sólo había pensado cómo iba a ser el encuentro con Hesperia hasta el momento en que éste se produjera.
-Dicen que sabes todo lo que ocurre en este Condado. Y yo tengo muchas preguntas.
-Pero las respuestas tienen un precio. Dame lo que busco. La sonrisa de una virgen al ser desflorada. Es todo lo que pido. Tráemelo y te contaré todo lo que deseas saber.
La voz de la ninfa sonó triste.
-Me prometieron que me lo darían, pero aún espero. Puedo responderte a una pregunta y solo a una. Si quieres saber el resto, tendrás que volver con lo prometido.
-¿La...?
Torció la boca, confusa. Morgan había hablado de un precio, pero aquello era absurdo.
-De acuerdo. Aquí está mi pregunta. Dime: ¿dónde y cómo puedo conseguir tu regalo?
Se escuchó la risa cantarina de la ninfa al otro lado de la foresta.
-Eres inteligente. No puedo ver el futuro con claridad: sé más sobre el pasado y el presente. Sin embargo, cualquiera que haya estado cerca del Condado puede haber observado con claridad que hay un corazón palpitante de amor en lo que los humanos llaman Blois. Su nombre es Gwenhael. El deseo ya está en marcha, sólo hace falta un empujón. Utiliza la foresta. Está encantada con hechizos de deseo. Tráela aquí y déjame ver. Esa es mi respuesta.
Marion conocía a Gwenhael, pero no creía haber cruzado más de diez frases con ella. Asintió con la cabeza.
-Muy bien. Hasta entonces.
Hizo una inclinación respetuosa, algo dubitativa, hacia los árboles, y se alejó por el mismo camino por el que había venido. Deshizo el cantrip, preocupada de las consecuencias a largo plazo de dejarse ver así por Stenn, y pensando en la joven Eiluned. Nunca le había prestado mucha atención, y ahora debía averiguar quién era el objeto de su deseo.
No pensaba que eso fuera a ser complicado.