17 de agosto de 1999 - 16:17
Mientras Lady Evonne y Lady Marion tomaban un cóctel en una de las terrazas del castillo, los mortales iban y venían haciendo fotos y escuchando al guía. Era un día precioso como los que lo habían precedido. Menos calor cada vez, pero un sol revitalizante y una brisa amable con la piel.
Su charla fue interrumpida por la llegada de Bernhart, el mayordomo, que traía una caja rectangular envuelta en papel de regalo púrpura.
-Mi señora -dijo a Lady Marion-. Ha llegado esto para vos.
Frunció el ceño y dejó la copa en la mesa para poder recibir el paquete. Rasgó el papel de regalo con cuidado mientras se volvía hacia el boggan.
-Gracias, Bernhart. ¿Quién lo ha traído? -preguntó mientras abría la caja fuera de la vista de Evonne y echaba un vistazo dentro.
-Un mensajero de Torres Negras, mi señora -dijo el mayordomo con mucha corrección.
En el interior de la caja había un par de zapatos rojos muy bonitos. y una nota doblada con sumo cuidado.
Le entregó el paquete a su amiga para que lo viera y desdobló la nota. Despidió al mayordomo con un gesto antes de leerla.
Por vuestro acierto, vuestra ayuda y vuestro buen hacer. Espero que os gusten y que os queden bien.
Con cariño,
Gwenhael
Lady Evonne miró con extrañeza e inquietud la caja, y cuando su amiga se la entregó sacó los zapatos con sumo cuidado admirando su belleza con ojos brillantes.
-Vaya. Quien sea que os los haya regalado tiene buen gusto. ¿Son de Lothar? -preguntó impaciente con una sonrisa pícara.
De no ser porque calzaba algunos números menos que Marion a causa de su estatura, le habría pedido permiso para robárselos algún día. Aunque no estaba segura de tener ropa a juego con aquel tono de color. Aun así eran preciosos.
Marion recordaba lo que había dicho Hesperia, cómo había surgido aquella manzana. Un fruto de muerte, rojo como la sangre, rojo como los zapatos. Torció el gesto y se guardó la nota.
-No. Son de alguien a quien es posible que haya causado un gran daño sin quererlo. Hacedme un favor, quedáoslos y examinadlos. No quisiera que tuvieran que cortarme los pies.
Cogió su cóctel y le dio un sorbo. Parecía enfadada.
-De todos modos no me gusta el color. Muy chillón.
Ante las palabras de Marion, dejó en la caja de nuevo los zapatos con sumo cuidado, como si tuviese miedo de que fuesen a estallar de un momento a otro. Frunció el ceño y se quedó mirándolos, pensativa.
-Bueno... De acuerdo, los examinaré cuando tenga un rato.
Bebió de su copa y miró a su amiga con cierta preocupación.
-¿De quién sospecháis, si se puede saber?
-De nadie. No es necesario. La nota está firmada. Es sólo que... no quiero hablar de ello ahora, querida. Lo siento. En otro momento, lo prometo.
Buscó la mano de Evonne y le dio un apretón cariñoso en la muñeca. No quiso decirlo en voz alta, pero era evidente que aquellos zapatos le habían arruinado la tarde.
Evonne cogió su mano y le devolvió un apretón suave, acompañado de un beso en el dorso. No dijo nada más, aunque su ánimo también se vio afectado por el de Marion. Le disgustaba verla así, pero trató de hablar de cualquier cosa que se le pasó por la cabeza para distraerla.