Partida Rol por web

Se volvió de nuevo hacia Axelle, demasiado borracha de venganza para que le importase, y procuró fijar la busca en su único ojo. El agujero de su cara le causaba una inquietud dentro que no sabía describir. Posó la cabeza de su cetro en la mejilla de la Fiona con mucha suavidad.

-Ahora... Ahora, Axelle, esto es lo que va a pasar. Marjolaine ha hecho mucho por ti, y Aster y ella se merecen la verdad. Así que voy a quitarte la mordaza. -Marion empezó a tirar de la mordaza para retirarla de la boca, mientras daba su orden-. Responderéis a mis preguntas, y responderéis alto y claro y con la verdad. ¿Habéis aceptado la ayuda de la criatura del bosque, la Bruja, el Fomoriano? ¿Llevas en el vientre un hijo gracias a ella y para ella?

Los ojos de Axelle se llenaron de lágrimas de ira y su rostro se volvió del color de la sangre. La dama observó al pájaro cantar y después a Marjolaine, en quién concentró sus pensamientos.

De pronto el canto del pájaro cambió y fue sustituido por una voz de mujer.

-Marjolaine... -dijo el pájaro con la voz de Axelle-. Marjolaine. No me miréis, no lo hagáis. Y no me juzguéis por lo que esta bruja va a arrancar de mis labios, si he hecho lo que he hecho ha sido por una razón, pero eso no cambia mi amor por vos, mi pequeña... Lo único que siento es haberos puesto en peligro y no habéroslo contado. Nunca pensé que esto fuese a acabar así... Os juro que...

El pájaro volvió a piar su fúnebre canción cuando Marion hechizó a Axelle con sus artes.

Marjolaine asintió y empezó a llorar quedamente.

Los ojos de Axelle se llenaron de lágrimas de ira y su rostro se volvió del color de la sangre. La dama observó al pájaro cantar y después a Marjolaine, en quién concentró sus pensamientos hasta que Marion la hechizó con sus artes.

-Tendrás que especificar que bruja... Pero si os referís a la del bosque nunca me ha ofrecido ayuda alguna, aunque la que tengo aquí delante tampoco -dijo marcando las palabras con fuerza y rabia. Después comenzó a hablar atropelladamente-. Yo... no lo se. Solo fui al bosque, no se si que planes podría tener para esta criatura, pero es mi hijo, no el suyo. Soy yo quién lo está gestando.

Axelle se movió y las cuerdas crujieron y le rasgaron la piel, pero la dama no gimió por dolor, sino que lo encontró liberador.

-Llevaos a Marjolaine y Aster -ordenó mientras volvía a ponerle la mordaza-. Con cuidado. Y avisad a Lothar para que venga de inmediato.

Marion miró cómo se los llevaban y después se agachó para sacar la espada de Lothar de la mochila que se había quedado tirada. Se inclinó sobre Axelle para susurrarle algo.

-Te voy a contar una cosa. Lo estás gestando, pero no es ni tuyo ni del Fomoriano, ¿sabes? Es mío. Tengo una manzana en la mochila, una manzana negra, y, ¿sabes lo que hace? ¿Sabes lo que me ha dado Hesperia? Va a pasar a ese niño de tu vientre al mío. Voy a tener a tu hijo, voy a ser su madre. Voy a hacer que me adore, que nunca dude de mí. Y voy a vengarme de ti durante toda su vida a través de él.

Marjolaine pataleó intentando evitar que la arrastraran, pero fue inútil. Los hombres de Lugaid las dejaron solas.

Axelle abrió mucho los ojos y se retorció aún más entre las cuerdas. Sus antebrazos se volvieron de un intenso color bermellón y una solitaria gota de sangre se deslizó hasta una de sus muñecas. La dama intentó liberarse de la mordaza agitando la cabeza mientras escuchaba las locuras que salían por la boca de la baronesa.

De improviso, el ruiseñor empezó a cantar con la voz de Lothar:

Hazlo, se estúpida y hazlo, te llevarás una gran sorpresa. Una más grande de la que te llevaste cuando descubriste que tu marido había fornicado con Evonne impregnándose de su olor, riéndose de ti, como ahora mismo se está riendo todo el condado. Quizá sea ella la más indicada para llevar el hijo de Lothar, ya que parece ser que es la única capaz de dar vida, y además ya ha probado el sabor tu amado. ¿Quién podría volver a montarlo mejor? Desde luego tú no, debes admitir que estás vacía, rota, PODRIDA. Eres inservible como mujer y como amante. No es de extrañar que Lothar haya decidido buscar el placer entre otras piernas... ¿Qué esperas que te diga al verte aparecer con la tripa hinchada, abotargada? ¿Qué esperas que piensen los demás? ¿Y cuando nazca y no se parezca a ninguno de los dos? Marion la puta. Eso dirán, y se reirán. Vaya si se reirán... Y eso no será lo peor.

Marion dio un respingo y buscó a Lothar con la mirada, antes incluso de escuchar lo que estaba diciendo, como para lanzarse a sus brazos. Pero entonces entendió las palabras. La Bruja. Se echó a reír, amargamente. Si intentaba disuadirla de que permitiese que el niño siguiese viviendo es que era estúpida. Se volvió para hablarle a la noche, a Lothar, a la Bruja, al ruiseñor. Estaba llorando.

-¿Quieres el hijo de Evonne? No puedes tenerlo, Fomoriano. Como no pudiste tener el mío. Y no importa a cuántas mujeres atiborres de la semilla de Morgan. Encontraré cada vientre y lo abriré. Cada niño con el toque del Invierno. Y cuando no quede ninguno me aseguraré de que mueras, de que te destruyan para siempre, y me quedaré esa mano arrugada tuya como trofeo. -Titubeó y bajó la mirada hacia la espada-. Eras el problema de otro, hasta que tocaste mi corazón. Hasta que Axelle y tú le hicisteis daño a Lothar. Le obligasteis a ver apagarse la vida del que podría haber sido su hijo, y después le forzasteis a traicionarse a si mismo y a traicionarme. Así que voy a asegurarme de que las dos, esta puta de aquí atrás y tú, lamentéis haberos atrevido a tocar a mi marido.

Se volvió y posó la espada en el vientre de Axelle, decidida. Le hizo una pequeña herida en el vientre a Axelle, un rasguño apenas.

-Pudiste con mi manzana, zorra Fiona. Dime, ¿también sabes escupir espadas?

Sin embargo, se detuvo. Retiró la espada y tragó saliva antes de volver a colocarla. No debería haberla mirado. No debería haber mirado la espada que le regaló a Lothar, la promesa de que todo iría mejor. Le había dicho que ojalá nunca tuviera que usarla, que deseaba no tener que verla nunca manchada de sangre. Lothar le había pedido que le matara con esa misma espada. Y si no podía usarla para defenderle, para vengar lo que Axelle había destruido. Apoyó su peso en la espada y la hundió en el vientre hinchado.

Cuando Axelle se convirtió en una mujer mortal inconsciente, Marion soltó un sollozo y cortó las ataduras con dificultad. Aún tenía algo que hacer. La arrastró unos metros con cuidado y partió una ramita.

Nunca había experimentado algo tan horrible, tan repugnante, tan escalofriante, como lo que sintió y vio al hundir la ramita en el ojo sano de Axelle. Contuvo una náusea mientras destruía su visión y sus recuerdos, y después dejó la rama junto a ella. No sabía qué hacer, aparte de esperar a Lothar.

Lothar llegó y pareció desolado ante lo ocurrido. Los plebeyos habían perdido a tres de sus hombres bajo la formidable espada de Axelle. La propia Axelle lo había perdido todo en un momento. Marjolaine no dejaba de aullar improperios en la sala donde la habían encerrado junto a su hermano, y Marion había perdido todo contacto con el mundo real.

El Gwydion ordenó que llevasen a Axelle allá donde pudiesen ocuparse de ella. Su estado avanzado de gestación le turbó, aunque aún más el hecho de ver a su mujer con las manos manchadas de sangre y su propia espada en ella. Antes de ocuparse de todo ello, Lothar buscó privacidad para hablar a solas con Marion. Sentarse con ella y hablar. No gritarse ni reprocharse nada. Sólo hablar.

-¿Estás bien? -preguntó en tono bajo y conciliador.

Marion no había puesto pegas. Había ido a dónde le habían dicho en todo momento, y hasta que llegó Lothar no se había separado de Axelle mas que para hacer pedazos la manzana negra entre los árboles, cuando se cansó de llorar. Ahora no sabía muy bien qué hacer ni cómo sentirse. Axelle había pagado, pero su Juramento seguía roto. Miró a Lothar y escondió las manos entre los pliegues de la falda.

-No.

-Lo siento. Todo esto ha sido por mi culpa, lo sé. -Lothar no lo dijo como si fuese a empezar a llorar, pues en sus ojos enrojecidos ya no quedaban lágrimas. Lo dijo como una certeza de la que ya no podría separarse-. Si sólo pudieras perdonarme a mí, perdonar a Evonne... Marion, los dos te amamos incondicionalmente. Por eso esta trampa ha sido tan cruel. Axelle sabía dónde morder.

El Gwydion buscó sus manos. Manchadas de sangre o no, las estrechó con fuerza.

-Sé que estás llena de dolor, pero te suplico que vuelvas conmigo. Sin ti, sólo soy una mitad inservible. Te necesito. Te quiero. ¿Puedes perdonarme, por favor?

Los ojos de Marion estaban secos también, pero aún así cuando Lothar la cogió de las manos empezó a temblar y sollozar sin control y sin lágrimas. Se agarró a las manos de Lothar y se inclinó para apoyar la frente en ellas.

-Vámonos -suplicó. Tenía la voz ronca, pastosa y distorsionada por el llanto-. Vámonos de aquí, por favor. Lejos. A donde sea. Lejos del Condado.

-¿Qué...? -preguntó Lothar-. Marion... Soy el Conde. No puedo hacer eso. Sssh... Oye, calma. Escucha.

El Gwydion se arrodilló delante de ella y le dio un beso suave.

-Todo va a salir bien. Aún podemos arreglarlo. Todo.

Marion negó con la cabeza, sin mostrarle la cara a Lothar.

-No. No, no vamos a poder. No vamos a poder, Lothar. Todos intentan destruirnos. Sarianne, La Bruja, Axelle, Gastón, M-Matthieu... Van a matarnos. Vámonos. Vamos a huir.

-¿Me perdonarás si lo hacemos? ¿Si huimos? ¿Todo volverá a ser como antes? -preguntó Lothar, ansioso.

Levantó la mirada y se acercó a Lothar. Levantó sus manos para besarlas y tocarse la frente con ellas.

-No lo sé. Da igual. Estarías bien. Es lo único que he intentado todo este tiempo, y he fallado. Da igual.

El Conde la estrechó entre sus brazos.

-Pero estoy bien. Si estás conmigo, estoy bien. Te lo prometo. Escucha, tenemos que hacer algo. Todo lo que ha pasado... ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué vamos a hacer con Marjolaine y Aster? ¿Y con Axelle?

-No lo sé. No lo... no lo sé. Yo... no puedo pensar ahora. No me hagas pensar.

No existía un refugio mejor que los brazos de Lothar después de aquella noche tan larga. Si ocultaba lo bastante la cabeza, si apretaba el oído lo suficiente contra su pecho, el latido de su corazón amortiguaba el canto del ruiseñor.