9 de marzo de 2000 - 16:15
Marion se había citado con Gwenhael en el parque principal de Blois. Aún hacía frío, pero los mortales sabían a pasear y a alimentar a las palomas. Un saxofonista tocaba una dulce melodía. Su plato estaba bastante vacío, pero su arte era genuino y de calidad y el Glamour que desprendía hacía el ambiente agradable.
Distinguió a la sidhe seria y taciturna caminando en su dirección. Miró hacia el saxofonista y sonrió un poco, pero cuando fijó su vista en Marion, su expresión volvió a ser lúgubre. Al llegar hasta ella apretó los labios antes de decir:
-No confío en vos y no voy a estar mucho tiempo aquí. Decidme lo que queráis decirme, rápido. Voy a destejer cualquier Cantrip que intentéis echarme, así que no perdáis el tiempo.
No esperaba un recibimiento mejor. Al menos había acudido. Lo cierto es que estaba nerviosa, y si estaba logrando disimularlo era a duras penas. Se levantó del banco en el que estaba sentada al ver a la chica y volvió a sentarse cuando se acercó.
-No voy a lanzaros ningún cantrip. Tampoco he venido a que me perdonéis porque no tiene sentido. Os hice algo terrible, aunque no sabía lo que estaba haciendo. No supe qué iba a suceder hasta... que fue tarde. Y tenéis derecho a saber por qué. Si queréis.
-Lo sabíais -gruñó Gwenhael-. Lo sabíais perfectamente, sabíais lo que iba a pasar. Sabíais lo que ocurría en el bosque y por eso me enviásteis allí. Queríais destruir la confianza de Lady Sarianne y yo. Lo lograsteis.
Marion negó con la cabeza.
-Estáis equivocada. En mis motivos, al menos. Ahora las cosas han cambiado. Pero en su día hice lo que hice porque fue el precio que me pidieron.
-Así que no era un movimiento político. Fue un intercambio. Una compra. Perfecto.
-Sí. Y me juzgáis, pero pronto me comprenderéis, porque sois Eiluned como yo.
Marion se acomodó en el banco para poder mirar a Gwenhael con más comodidad. No quería ponerse de pie para no resultar amenazadora. Era mejor para las dos que se dejase avasallar.
-A lo mejor habéis oído hablar de Hesperia. Es una ninfa que vive en el bosque, o vivía, no lo sé, y que según me dijeron, todo lo sabe. A cambio de un regalo de su elección, compartíría su sabiduría. Por el precio de la sonrisa de una virgen al ser desflorada, cualquier pregunta que le hiciese sobre el Condado y sobre quienes lo habitan recibiría respuesta. Vos y yo pertenecemos a la misma Casa, Gwenhael, y sabéis cómo de bajo estamos dispuestos a caer a cambio de un secreto. Las atrocidades que no haremos a cambio de tantos como podamos pedir.
-¡Sigue siendo cruel! El modo en que me avasallasteis y me interrogasteis... Tendría que haber sospechado más, no haberos creído... Sabía que ibais a hacer algo malo, pero yo sólo quería un beso. -La Eiluned cerró los ojos con dolor-. Ahora no habrá más.
-Tenéis razón. No voy a impedíroslo si aún queréis intentar vengaros. Estáis en vuestro derecho.
Marion cogió aire. Era hora de hacer valer su presencia física. Se puso de pie y se encaró a Gwenhael.
-Pero tengo que deciros algo más. Una advertencia. -Marion resopló-. Probablemente esto sea inútil. Probablemente estéis entre sus filas. Pero os lo debo. Ahora que no estáis próxima a Sarianne, alejaos de su corte cuanto podáis. De todas ellas.
-Sarianne pertenece a la corte Sombría. La encabeza, probablemente, y tiene planes para el Condado. Fue uno de los misterios que me desveló Hesperia. Es probable que forméis parte de su conspiración, así que, qué sentido tiene. Es posible que forméis parte de ello y ni siquiera lo sepáis. De una manera u otra, ya no me queda nada que perder.
La Eiluned no mostró ningún cambio en su expresión cuando escuchó las palabras de Marion. O ya lo sabía o era impermeable a la sorpresa. O no se creía una palabra.
-Si intentáis destruir del todo lo que dañasteis en ese bosque, no lo lograréis.
-He Jurado que mis intenciones no eran de ninguna manera maliciosas, lo sabéis. No intento engañaros. Tampoco puedo daros ninguna prueba, ni tenéis por qué creerme. Pero no tengo ningún motivo para mentir. Haced lo que creáis más conveniente.
-Eso es lo que haré -zanjó Gwenhael-. ¿Tenéis algo más que decirme? No, ¿verdad? Entonces voy a irme. No creáis que voy a perdonaros o a olvidar lo que habéis hecho. Algún día pagaréis por todas vuestras maldades. Puede que sea demasiado inocente para que sea por mi mano, pero alguien lo hará.
Marion no respondió. Apartó la vista para mirar a su ruiseñor, que había tenido el buen gusto de posarse en un banco cercano en vez de revolotear a su alrededor. Señaló una caja que estaba debajo del banco en el que estaba sentada con un gesto vago de la mano.
-Vuestros zapatos. Pensé que querríais recuperarlos. Tened cuidado, Gwenhael. Estáis rodeada de gente mucho más peligrosa que yo.
Se apartó de Gwenhael para dejarle vía libre. Ya no tenía nada que hacer allí, pero no iba a privarle de un buen mutis.
-Más peligrosos o no, no me han hecho tanto daño como vos -respondió la Eiluned-. Quedaos los zapatos. No los necesito.
Dicho esto, la joven se dio la vuelta y se marchó por donde había venido.