-¿Vais a hechizarla o algo parecido? -quiso saber Gwenhael.
No tuvo que esforzarse por parecer sincera. La verdad le salió sola.
-No, no voy a hacerle nada. No es necesario.
-¿Y por qué habría de hacerlo? Escuchad, Gwenhael, puedo prometeros que la hechizaré, si eso hace que acudais al encuentro más tranquila. Incluso puedo prometeros crear un ambiente propicio, si eso os hace sentir mejor. Pero lo cierto es que si seguís mis consejos Lady Sarianne responderá a vuestros sentimientos. Os tiene mucho afecto, y confía en vos pese a que sois aún muy joven e inexperta, y no tenéis título. Escucha cada palabra que decís. Que el Ensueño se me lleve si eso no es demostrar interés por vos como más que su consejera. Confiad en mí.
-Prefiero que no hagais nada. Yo... lo tendré en cuenta. Lo pensaré. Lady Sarianne es bastante seria...
Gwenhael dio un sorbo al té y lo dejó sobre la mesa.
-Gracias, Lady Marion.
-Cuando queráis, Gwenhael -dijo levantándose del sillón.
Se volvió hacia la ventana. Hacía una tarde bonita. Perfecta para un paseo por el bosque. Miró de nuevo a Gwenhael y le dedicó una sonrisa afable.
-Sólo recordad que si lo hacéis, ha de ser cuanto antes. Las cosas cambian rápidamente en este Condado, y lo que hoy está asegurado mañana puede que no -advirtió, más seria.
-Entiendo.
La Eiluned se terminó el té y se levantó.
-Si me disculpáis, Baronesa... Debo irme. Gracias por los consejos.
-Claro. Muchas gracias por venir. Os acompañarán a la salida.
Acompañó a Gwenhael hasta la puerta y llamó a un criado para que la guiase. Despidió a la joven Eiluned con una sonrisa. En cuanto se quedó a solas se desplomó en un sillón, agotada. Ahora sólo quedaba esperar que el corazón de Gwenhael pudiera más que su sentido común.