18 de mayo de 1999 - 17:15
Hacía un buen día. Fuera, en el patio, Sir Aster entrenaba con Heltarion y sus gruñidos y los chirridos de sus armaduras resonaban por todo el castillo. Marjolaine, acompañada de Jenner, los observaba sombrilla en mano. La sidhe sonreía y parecía disfrutar, aun cuando la batalla no era lo suyo.
Heltarion era un adversario formidable no sólo por su fuerza y destreza, sino por la peculiaridad de los Scathach. Pero Sir Aster era arrojado y no temía la ira berserker del guardaespaldas de su hermana, lo que convertía el entrenamiento en algo emocionante. Pese a todo, Marjolaine no parecía preocupada en exceso. Bebía té helado y procuraba que su vestido no se ensuciara con el polvo del suelo.
Kilyann había estado dando vueltas alrededor del castillo, haciendo footing, y escuchando el resonar de las armas. En su vigésimocuarta vuelta, exhausto, se paró cerca del patio para tomar un respiro, cuando vio la escena, pintada como en un cuadro de Monet. Llevaba el torso al desnudo, con un pantalón de lino y unas sencillas botas que le permitían absoluta movilidad en sus pies. Las gotas de sudor perlado resbalaban por sus marcados abdominales y el resto de sus fibrados músculos. Sonrió pícaramente al ver a la Baronesa y se acercó caminando.
- Milady... - dijo reverenciándose. - Espero que no os moleste mi presencia. Disculpad mi atuendo. Sé que no es nada decoroso presentarme así ante vos. - Luego miró a la Sátiro. - Jenner, querida... ¿Serías tan amable de traerme una manzana? - Se giró a Marjolaine, confidente. - No hay nada mejor que un poco de glucosa después de una sesión de sano ejercicio...
Marjolaine paseó su mirada por los marcados músculos del Fiona y sonrió de medio lado.
-Ve, Jenner. Tráele algo de beber, también. Estoy segura de que querréis rehidrataros, Portavoz.
La sátiro asintió y se fue a cumplir con su cometido. La Baronesa dejó su vaso sobre la valla del campo de entrenamiento y se volvió para seguir hablando con Kilyann.
-Veo que los hombres del feudo han decidido hacer ejercicio esta mañana.
Kilyann sonrió de medio lado, enarcó una ceja y clavó su mirada en los ojos de la Baronesa.
- Bueno... Yo prefiero no perder mi tiempo con espadas... Hay otras batallas que requieren más mi atención.
Se giró para mirar a los contendientes, relajando la mirada.
- Como el culto al cuerpo, por ejemplo... Ah, Milady, soy un hedonista, no puedo evitarlo... Es lo más bello que nos dejaron los griegos, ¿no os parece?
Volvió a sonreír al horizonte.
-¿Hedonista? ¿Eso es algo diferente a ser un Fiona? -contestó Marjolaine sonriendo.
Kilyann rió socarronamente.
- Posiblemente no, Milady, posiblemente no... ¿Y vos qué sabéis de Fiona y hedonismo, si me permitís el atrevimiento, para hablar tan a la ligera?
Lady Marjolaine manoteó con despreocupación.
-Oh, las típicas historias que se cuentan en voz baja entre muchachos de mente calenturienta. Y las canciones por supuesto, y los relatos del pasado. Y las peores historias... o bueno, las mejores, son las que hablan de los cirenaicos y los hambrientos de placer. Los que dedican toda su existencia a ello.
La Liam sonrió.
-Pero no es una mala existencia.
Kilyann volvió a mirarla con esos ojos felinos de reto, y sonriendo como sólo un depredador podría.
- No parecéis una mujer que se conforme con los rumores y los relatos de los Eshu, estimada Baronesa... Parecéis una mujer de acción, de las que se toma muy en serio el trabajo... de campo.
Lady Marjolaine se cruzó de brazos y enarcó una ceja. La sonrisa no abandonó sus labios, pero sus ojos lo miraban con cierta dureza.
-¿A qué os referís? ¿Estáis haciéndome algún tipo de proposición?
Kilyann la imitó, infantilmente, sólo que sus ojos emanaban deseo.
- ¿Sería considerado una osadía si así fuera, Milady?
-Ciertamente. Una osadía que me halaga, pero una osadía al fin y al cabo. Lleváis aquí tres días y acabáis de ofrecerme una investigación de campo en vuestra cama. Si Sir Aster os escuchara, probablemente os retaría a duelo por mi honor.
A Marjolaine debió de hacerle gracia la idea, pues se echó a reír. Tomó el té helado de nuevo y dio un sorbo.
-Además, pensaba que vuestros gustos se inclinaban más hacia vuestros... criados.
Kilyann sonrió y negó con la cabeza.
- Rumores, rumores... No tienen ningún tipo de fundamentación... - En ese momento, vio que volvió Jenner. Tomó la manzana de la bandeja que traía, y le dio un mordisco. - Vaya... Muy dulce. Vuestra Baronía funciona hasta en la comida, Milady, os felicito... ¿Cómo os da tiempo de estudiar una carrera y además, poder ejercer de regente? Es toda una odisea, presumo...
-Aprovecho las sesiones de corte para mirar apuntes -contestó Marjolaine con una sonrisa irónica-. No, bromeo. Por suerte mi hermano me cubre cuando lo necesito y Lady Anais no pierde detalle de lo que ocurre en todo momento. ¿Vos no estudiais nada?
Kilyann esbozó una sonrisa tensa.
- Solía hacerlo... Hasta que descubrí que las hermandades eran lo más divertido de la universidad. - Y luego rió, antes de darle otro mordisco a la manzana. - ¿No pertenecéis o pertenecísteis a alguna?
-No. No todavía. Pero si me decís que son lo mejor... -Marjolaine rió-. Aunque no quiero desperdiciar mis estudios, ¿eh? Hasta ahora me ha ido bien manteniendo mi afán fiestero bajo mínimos.
Kilyann miró a la Baronesa con picardía.
- Quizás con vuestra Corte ya estáis saturada de diversión...
Tras unos segundos de silencio en los que el Fiona se dedicó a mirar cómo los dos Caballeros seguían entrenando, se giró de improviso, se arrodilló ante Marjolaine y dijo, con la cabeza gacha.
- Milady, ¿seríais tan amable de dejar que os invite a cenar? Fuera del Feudo, pero nada demasiado banal... Quiero enseñaros cómo se divierte la gente por ahí fuera. - Levantó la cabeza y sonrió afable - Prometo que no os pasará nada.
-Cuando termine definitivamente con mis exámenes. Entonces sí, Kilyann.
Marjolaine sonrió de un modo algo misterioso y se despidió de Sir Aster lanzándole un beso.
-Debo volver a estudiar. Os veré pronto.