Partida Rol por web

14 de agosto de 1999 - 11:31

Sir Cedric, como casi siempre tras las sesiones de corte, estaba en su despacho, pasando a limpio las actas. El sidhe vestía un jubón de terciopelo rojo con el escudo Fiona bordado en él y una camisa negra ribeteada en rojo. Muy pulcro y aplicado, escribía con una pluma de pavo real, y sólo levantó la vista cuando Ariadna entró en la habitación.

No sonrió, esta vez.

-Buenos días.

Ariadna se sentó al otro lado de la mesa con una sonrisa amable. Estaba de considerable mejor humor que el Fiona, e igual de resplandeciente que siempre, con un recogido y varios rizos enmarcando su rostro, y un vestido de suaves texturas color verde oscuro.

-Buenos días -respondió con cortesía-. No parecéis muy animado esta mañana.

-Tengo mucho trabajo -contestó Cedric-. A vos se os ve muy contenta, por otro lado.

El Fiona no levantó la mirada del pergamino que escribía en ese instante.

-He tenido días peores, lo admito. Sin embargo pensé que vos estaríais más contento.

-Es sólo otro día normal para mí -dijo Cedric mojando la pluma en el tintero-. Pero me alegro de veros.

-No lo parece. Y me extraña que sea un día normal en vuestra vida sabiendo que la Canciller está en estado de vos.

-Oh -Cedric siguió escribiendo-. Yo lo sabía desde mucho antes, así que tampoco es tan extraño. Simplemente se ha hecho público.

Ariadna se recostó en la silla y se cruzó de brazos, pensativa.

-Hum... Ya veo. Parece como si os diese absolutamente igual todo.

-¿A qué habéis venido exactamente, Ariadna? -preguntó el Fiona con tono dolido, mirándola ahora a los ojos.

-A saber en qué pensabais para dejar embarazada a Axelle al tiempo en que me conocisteis -respondió con tranquilidad.

-Si no me equivoco, vos estáis muy familiarizada con el tipo de pensamiento que se requiere en la concepción -contestó Sir Cedric-. Al menos eso es lo que se dice en el castillo. Vos y yo nunca hemos tenido una relación y por tanto no os debo nada. Si la hubiésemos tenido, muy probablemente nada de esto estaría ocurriendo. Pero me rechazasteis, ¿entendéis? Por eso mismo no sois quien para echarme en cara que me acostase con otras personas.

-Y al parecer menos mal que lo hice. El avanzado estado de Axelle me hace pensar que debió ocurrir cuando ya me adorabais. Eso se merece una explicación, o al menos una excusa después de intentar morir batiéndoos en justa por mi amor, ¿no creéis? -replicó.

-Me hizo una propuesta que no pude rechazar -dijo él llanamente-. Nunca me aceptasteis el cortejo ni disteis pie a que se iniciara el amor cortés. No hubo ningún tipo de respuesta por vuestra parte. Un hombre tiene necesidades. Mi casa conoce bien la pasión, y en su vertiente oscura es especialmente dolorosa. Vos no sabéis lo que es sentirse desesperado porque la persona a la que amas prefiere mirar hacia otro lado. Vos sois precisamente la persona que mira hacia otro lado... o hacia otra persona. ¿Sir Marlow, Sir Aster, Sir Morgan? ¿Yo? ¿Planeáis hacer un póker de caballeros? ¿Y luego qué? ¿Los reyes? Con la facilidad que os levantáis las faldas según en qué circunstancias os auguro un prometedor futuro.

-Que no pudisteis rechazar... -repitió con sorna-. Atacándome no cambiaréis el hecho de que no os prefiriera a vos, y faltándome el respeto menos, Cedric. Vos decís que no entiendo el desprecio... Creedme, al menos yo no jugué con vuestro corazón ni con el de nadie para luego arrojarlo al fuego. Me halaga que hayáis sabido apreciarlo, y sobre todo que tengáis la amabilidad de creeros todo lo que dicen para luego echármelo en cara. Si alguna vez me planteé miraros ahora me alegro de no haberlo hecho. Yo al menos controlo mis necesidades y no dejo que me hagan bastardos.

-¿Cómo podéis ser tan mezquina? -Cedric empezaba a enrojecer de rabia-. ¡Me estáis juzgando por algo que ha ocurrido una vez y vos practicáis lo mismo que me echáis en cara! ¿Decís lo mismo a vuestros amantes? ¿Sabéis que Marlow está acostándose con damas de este feudo y que Morgan ha dejado embarazadas a dos sátiros de Fuente de Ambrosía? ¡Menudo ejemplo de castidad me dais! Me alegro mucho de haberme olvidado de vuestros encanto. Qué tonto fui. ¡Qué estúpido!

Ariadna se encogió de hombros.

-¿Y qué? Ellos no me mintieron.

-Yo tampoco lo hice. Os amaba.

En las palabras de Cedric no había mentira alguna.

La Gwydion se quedó en silencio mirándole fijamente. Sus ojos se entristecieron hasta volverse azul cristalino.

-Yo no. Ojalá hubiera podido hacerlo... Seguramente ahora sería mejor persona -dijo al tiempo que se levantaba.

-Es una pena -dijo él acompañándola hacia la salida. Cuando estaba a punto de salir, dijo-. Nunca lo habéis sido.