-Descuidad. No quisiera que nadie cayese en desgracia -respondió, poniendo énfasis en la palabra "nadie".
Sonrió, tensa, y se alejó de la Hoguera de vuelta a la sala de audiencia. Ya era la Señora de la Hoja de Hiedra.
Cuando se aposentaba en su nuevo trono y uno a uno sus nuevos cortesanos iban prestándole juramento, un joven entró en la sala jadeante. Era un troll de dos metros y medio vestido con una armadura en la que debía de estar cociéndose.
-¡Perdonad! Mi señora... -corrió hacia ella haciendo que las junturas de metal chirriasen-. Lord Lothar me envía. Soy Stenn, vuestro guardaespaldas.
Se puso tensa, y sintió ganas de tirar al troll por una ventana, por inoportuno y por bocazas. Sólo esperaba no estar sonrojándose.
-Tranquilízate y recupera el aliento. Has interrumpido los juramentos de mis cortesanos. Ve a refrescarte y te atenderé en un rato.
Se volvió de nuevo hacia sus cortesanos, dispuesta a no prestar más atención a la interrupción del troll y a retomar los juramentos cuanto antes.
El que se sonrojó, de pies a cabeza, fue Stenn. Se disculpó apresuradamente y salió, dejando que Marion prosiguiese con la toma de Juramentos. Cuando todos estuvieron listos y ella levantó la sesión, un criado le dijo que Stenn aguardaba en la terraza tomándose un refresco.
Bajo la sombra de una palmera (ahora estrangulada por la hiedra), Stenn bebía un cóctel rosado sin percatarse de la existencia de Marion. Miraba desde la terraza la lejana ciudad y el campo, ahora dorado por el sol.
Se acercó al troll silenciosamente y se puso a su lado. Con él al lado dándole sombra habría podido subir andando. Lamentaba haberle avergonzado frente a la corte, pero la verdad es que no parecía hecho para ser guardaespaldas de nadie.
-¿Te gusta el paisaje?
Stenn se volvió, sorprendido por su súbita aparición.
-Sí. Sí, mi señora. Hum... Siento lo que ha ocurrido antes. Estaba muy preocupado por llegar tarde y por si acaso había ocurrido algo con vos y no lo había podido evitar. Lord Lothar me ha dicho que era urgente, pero nadie podía traerme en coche y he tenido que venir en autobús, mi señora.
-Ya veo. Te agradezco la preocupación, pero considero altamente improbable que nadie fuera a atacarme durante la toma de posesión. Te llamabas Stenn, ¿verdad? ¿Sabes por qué estás aquí? ¿Sabes lo que le ha sucedido a Lady Marjolaine?
-Sí, mi nombre es Stenn. El Conde me dijo que podríais estar en peligro y que a partir de ahora mi cometido sería cuidar de vuestra seguridad. Lord Quent y él han hablado y he hecho la promesa de que os mantendría a salvo. También tengo que juraros lealtad, mi señora. Sobre Lady Marjolaine... la verdad es que no se dice otra cosa. Pero, ¿tiene esto algo que ver?
-Tal vez. Quien quiera que haya atacado a Marjolaine sigue libre. Es peligroso. Y seguramente tenga amigos. Si corro peligro real, no lo sé. Espero sentirme segura a tu lado.
Le miró de arriba a abajo y sonrió para quitarle hierro al asunto. Se sentía más relajada allí, en la terraza, en una situación que podía manejar.
-Esta corte es diferente de la de Lord Quent, estoy segura, y eso que la gobierno desde hace un rato. Tal vez oigas algunas cosas curiosas. Puedes preguntarme lo que quieras; prefiero que acudas a mí antes que a cualquier otra persona de la corte. Si de verdad corro algún peligro, tú lo correrás conmigo, pero mientras estemos atados por el Juramento estás bajo mi protección como yo bajo la tuya. Así que, adelante.
-Sí, es diferente. Todo el mundo parece remolone... -El troll se interrumpió, poniéndose colorado-. Disculpad, mi señora. Lord Quent es bastante preciso con los horarios. No tengo problemas en adaptarme a eso. Cumpliré las órdenes que dispongáis para mí. Estaréis a salvo.
Parecía que lo decía más para reafirmar su confianza que como una promesa.
-Pero si pudiese saber exactamente a qué me enfrento, estaría mejor preparado.
-Yo también -respondió, con una sonrisa de disculpa.
Stenn carraspeó. Se arrodilló frente a Marion y bajó la cabeza, y aún así era más alto que ella. Pronunció el Juramento y esperó a que ella hiciese lo propio. Después se levantó de nuevo y puso su mano en la empuñadura de su espada.
-No os preocupéis, Lady Marion. Le he dado mi palabra al Conde de que nada os ocurriría.
Pronunció el Juramento y le entregó la moneda con su efigie. No le parecía que Stenn supiera realmente cómo manejar esa espada, aunque era un troll, después de todo. Confiaba en la palabra de un troll.
-Espero que no tengas que arrepentirte de esa promesa.
Dio un paso atrás e hizo un gesto hacia la puerta de la terraza.
-Te mostraría el feudo, pero aún no lo conozco. Acompáñame y nos familiciaremos juntos con el castillo.