Partida Rol por web

17 de agosto de 1999 - 12:02

Lady Evonne se familiarizaba con el Condado y con sus habitantes, y siguiendo su interés principal, encontró a Earil en la biblioteca, leyendo tres libros al mismo tiempo y tomando notas.

Las pisadas de la Vidente, por más cuidado que llevase, resonaban en la silenciosa estancia más de lo que la concentración del lector podía obviar. Se disculpó con susurros por alguna mirada desdeñosa hasta llegar junto a Sir Earil, con quien tenía muchas ganas de compartir una larga charla desde la primera vez que había escuchado su nombre.

Desde luego, la diferencia entre ambos era notable. Mientras que el Eilunned guardaba una elegante sencillez en sus atuendos, Lady Evonne no reparaba en lujosos detalles. Lucía un vestido color humo, ajustado por un fajín de motivos florales bordados en negro anudado justo debajo del pecho. A juego los zapatos que hacían notar su presencia, un suave maquillaje que resaltaba la hermosura de sus rasgos y un abanico para ahuyentar el calor. No llevaba más bisutería que un pasador para apresaba su melena en la nuca, haciendo que cayese por su espalda como una cascada de fuego, y un anillo de oro blanco con la forma de una rosa, símbolo distintivo de su casa. Tampoco necesitaba más para que la sensación general de su apariencia fuese deslumbrante. Siempre pretendía que fuese así.

-Lamento interrumpiros, Sir. Me preguntaba si tendríais tiempo para compartir una larga charla –susurró con voz cantarina inclinándose hacia él, aprovechando para echar un vistazo al tema que parecía estudiar el Adivino.

Earil levantó la mirada de los libros y se reclinó en la silla, sorprendido al principio pero ahora más tranquilo e interesado.

-Por supuesto -dijo cerrando el libro que tenía delante, uno sobre Galain y otras faes-. Creo que no nos hemos presentado formalmente. Soy Sir Earil ap Eiluned, Vidente de Lord Lothar.

Le tendió una mano para coger la suya y besarla.

Le ofreció la mano con una gentil sonrisa y procedió a presentarse.

-Lady Evonne ni Leanhaun; amiga de Lady Marion y Vidente de la Condesa Sagitta. Es todo un placer. ¿Me acompañáis a recorrer los jardines? Los encuentro encantadores –propuso.

Aunque la biblioteca fuese un lugar silencioso que podía albergar conversaciones sobre temas oscuros, prefería notablemente la gama de colores y olores dulces que ofrecía el jardín antes que libros viejos y polvorientos. No es que no ahondase en las páginas de los libros cuando era necesario, pero el Condado ofrecía novedosas posibilidades mucho más interesantes, sobre todo en verano cuando la gente aprovechaba la luz del sol.

Le hizo un gesto al Vidente para que la acompañase fuera de la estancia. Una vez allí reanudó la conversación.

-Me alegra que hayáis accedido. Tenía especial interés en conoceros, Sir Earil. Sois toda una eminencia por lo que se cuenta en el Condado, e incluso fuera de él. Os ganasteis vuestro puesto a pulso.

-Yo no diría tanto -contestó Sir Earil con una sonrisa prudente-. Me gusta mi trabajo y me gusta servir al Condado. Me han recibido bien, después de todo, y mi cometido es devolver el favor a mis señores. Y lo de la Bruja fue... lo que cualquiera hubiese hecho.

El tema parecía resultar difícil para el Eiluned.

-¿Qué se dice de mí en vuestra corte?

-Que sois un Eilunned con especial talento para la hechicería. Cosa que vista de otro modo tampoco es de extrañar. Pero no os voy a quitar mérito, apenas nadie conocía de su naturaleza, y menos cómo derrotarla –comentó con un deje de preocupación en la voz-. Me gustaría saber cómo lo hicísteis.

Sir Earil era prudente y no le había pasado desapercibido el modo en que Evonne le había manipulado para hablar sobre lo que ella quería. No obstante, mantuvo una sonrisa calmada.

-Me lo han preguntado en muchas ocasiones y en tantas otras he guardado silencio, mi señora. Los Eiluned tenemos nuestros secretos.

-Lo comprendo, Sir. Y con más razón siendo Adivino, debéis vigilar vuestros secretos. -Echó un vistazo alrededor mientras caminaba y se arrimó buscando cierta confidencialidad en sus palabras-. No obstante, no me intrigaría tanto el cómo de no tener sospechas de que La Bruja sigue de algún modo aquí, en el Condado, poniéndonos en peligro a todos.

-¿Por qué preguntáis eso? -inqurió el Eiluned con extrañeza.

-Vos servís a Lord Lothar. Yo he venido a apoyar a Lady Marion, amante del Conde. Quizá no nos muevan los mismos objetivos, pero si mis sospechas son ciertas y La Bruja sigue danzando por el Condado la meta final a la que debemos llegar es la misma. No deseo entorpeceros en absoluto, Sir Earil. Sólo ayudar.

-Pensaba que quien quisiera bien al Conde tendría sus mismos objetivos -observó Earil-. Cualquiera que los haya visto juntos habrá podido comprobar el fuerte amor que se profesan. De todos modos, admito que vuestra intención es buena. Lo único que puedo deciros es que algo me hace pensar que la prohibición de Lord Lothar acerca del bosque tenga algo que ver con el sino de la Bruja.

Evonne ladeó la cabeza.

-Tuve la ocasión de hablar con Lady Marion al respecto, me puso al corriente de los últimos acontecimientos en el Condado. Lamento decir que vuestras sospechas son ciertas, y por ello considero que manteneros apartado del asunto es un terrible error. -Hizo una breve pausa y buscó los ojos azulados del sidhe-. Sé que los Eilunned guardáis con sumo recelo vuestros más preciados secretos, pero esto va más allá de vuestra Casa, Sir Earil. Hay una extraña influencia en el bosque que está siendo manipulada por la Bruja para su propio beneficio, aunque desconozco el por qué. Os ruego que me ayudéis.

Earil la miró boquiabierto, aunque no tardó en cambiar la expresión.

-Juraría que acabáis de llegar, Lady Evonne. ¿De dónde habéis sacado ese conocimiento? ¿De Lady Marion? ¿Acaso ella lo sabe?

La Leanhaun descubrió una sonrisa brillante.

-No sería justo decir que el conocimiento es de Lady Marion, aunque tenía cierta noción de por qué se ha vetado la entrada al bosque. Sé que llevo apenas unos días, pero no he perdido el tiempo en sandeces aunque lo pueda parecer.

-Vaya. Eso es interesante -dijo en un tono que sugería que le preocupaba-. Yo tampoco soy un hombre al que le guste perder el tiempo, de modo que si no tenéis algo más que comentarme, me gustaría retirarme para seguir con mis lecturas.

Evonne inclinó ligeramente la cabeza.

-Por supuesto, no quisiera importunaros más. Aunque si otro día tenéis un rato libre no tendría inconveniente alguno en charlar de asuntos más mundanos. No todo en la vida es trabajo. Que tengáis buen día.

Tras despedirse de nuevo se alejó dirección a los jardines con una ligera sonrisa y una canción alegre en los labios.