Marion había esperado al día siguiente de la llegada de Evonne para visitarla, para que descansara y para que sintiese desaparecer el Geas de Lothar. Seguía dirigiendo el Hoja de Hiedra, pero el día anterior había estado ausente, y aquella tarde se hizo anunciar formalmente y pidió que Evonne se reuniese a solas con ella.
Desde que Olive no estaba se movía más a gusto por el castillo, pero en ese momento estaba rígida. Esperaba a Evonne de pie, mirando por la ventana. Se había puesto un vestido blanco y plateado, honesto y puro, y se había colgado del cuello y los hombros tantas perlas que no parecían collares sino una coraza. Le hacían sentir segura.
La Leanhaum había regresado con cierto pesar a Hoja de Hiedra. Aun así, estaba radiante y feliz, y dispuesta a retomar su cargo como Canciller. Encontrar que Olive había sido enviada como Heraldo lejos del feudo fue una grata sorpresa, pero lo fue mucho más notar que el Geas de Lothar liberaba su corazón. Al sentirlo permaneció confusa un rato, meditando las razones que podían haber llevado al Conde a arrepentirse, y eran muchas. En cualquier caso, aquella noche durmió tranquila y aliviada. Al día siguiente, tras poner los asuntos en orden y revisar un par de cosas, acudiría a pedir audiencia con él y, de ser requerido, con Marion también.
La sorpresa llegó cuando la propia Eiluned se presentó al día siguiente allí. O se había animado a contarle sus sospechas a su amiga, o conocía del tema por completo. También podía estar sencillamente de vista pero, en cualquiera de los casos, debía contarle sus sospechas respecto a Lothar. Sobre todo ahora que podía.
-¡Marion! -exclamó, acercándose a ella para darle dos besos-. Me alegra mucho ver que tenéis mejor aspecto. Vamos a sentarnos, tengo mucho que contarte.
Le dedicó una sonrisa tensa y la besó en las mejillas. La cogió de las manos y fue con ella hasta el sofá, donde no tardaron en asumir la posición que solían para charlar y hacerse confidencias.
-Me alegro de veros. ¿Cómo os ha ido en Normandía?
-Bien, muy bien. Lothar lo envió sin previo aviso de modo que no pudo avisarme. Pero ya está todo hablado -hizo una pausa y pidió que les trajeran algo de beber-. Gracias por animarme a ir, os lo agradezco mucho. Siento haberos dejado sola. ¿Vos cómo estáis?
Esperó a que el criado se marchase para volver a mirar a Evonne.
-Nerviosa. Avergonzada. Asustada. Ya no hay ningún Geas sobre vos. Podéis hablar conmigo.
Evonne cerró los ojos y suspiró, como si se hubiese quitado un gran peso de encima.
-Lo siento mucho, Marion. No se me ocurría forma de hacéroslo saber. Estaba asustada. Pretendía hablarlo con vos de forma tranquila, pero me lanzó un Geas y me dijo que debía estar agradecida por sólo obligarme a guardar silencio. Eso sí que me asustó. -Agachó la mirada, también avergonzada-. Estaba extraño, se presentó sin previo aviso y tenía cambios de humor muy bruscos. Me insinuó estar hechizando a Morgan y ahí se estropeó todo. No lo vi venir, os lo prometo.
Cerró los ojos mientras Evonne hablaba. No tenía ganas de escucharlo otra vez. Cuando tuvo la oportunidad, abrió los ojos e inició una disculpa cargada de inquietud.
-Lo siento muchísimo, no... Evonne, no puedo imaginar lo que ha sido para vos. No hay manera de justificar... -Suspiró y trató de serenarse-. Fue horrible y no hay excusa. Lo siento.
Evonne asintió, aceptando las disculpas. Se mordió el labio suavemente.
-Imagino que vos le... hicisteis entrar en razón. Gracias.
-Hum...
Fue su única respuesta, todavía sin levantar la mirada. Formuló varias frases en su cabeza, ninguna lo suficientemente acertada como para decirla pero, al final, se decantó por una antes que dejar aquel silencio incómodo.
-Yo... Estoy segura de que tiene que ser algún tipo de influencia, Marion. No sé de quien pero... Tiene que ser eso.
-Ya lo sé. Quien sea que haya hecho esto ha cubierto sus huellas, pero he encontrado algunos indicios. Sensaciones. Pero aún no he averiguado quién es, ni cómo deshacerlo.
Apretó suavemente las manos de Evonne y su rostro se endureció.
-Pero sea quien sea, le encontraré. Y cuando lo haga, Evonne, le haré pagar por lo que nos ha hecho.
Evonne le devolvió una mirada firme.
-Cuenta conmigo y con mis recursos para ello, Marion. Esto no va a quedar así, te lo prometo.
-No.
Parecía sorprendida por la brusquedad de su propia voz. Suavizó el tono de sus palabras de inmediato.
-Creo que es mejor que Lothar y vos os mantengáis a distancia mientras no se solucione esto. No quiero que se generen más situaciones incómodas. Es mejor que no os involucréis en este asunto.
-Créeme. No pretendía acercarme más de lo necesario -contestó de forma serena-. Pero eso no impide que os ayude en todo lo que pueda. También es un asunto que me atañe a mí y, sobre todo, que os hiere a vos. Y eso es lo que más me duele, Marion.
-Yo... Evonne, gracias, pero no. Tengo que...Mirad, sé que queréis ayudar, lo agradezco, pero... Por favor, no.
Evonne asintió, comprendiendo los recelos de Marion.
-Está bien, no me entrometeré. Pero si necesitáis algo, avisad.
Le dio un suave apretón en la mano y después le acarició la mejilla.
-Gracias. Siento todo esto. Lo arreglaré.
Tras un momento de silencio carraspeó y se levantó del sofá. Dio una breve vuelta por la habitación y empezó a interrogar a Evonne, con más cortesía que ganas, sobre su viaje a Normandía.