Partida Rol por web

15 de febrero de 2000 - 21:07

Evonne había tomado el primer tren a Normandía y de camino había buscado con sus Artes el paradero de su enamorado. Sir Morgan estaba en la corte de Lady Hiver, sano y salvo. Hasta allí se desplazó la Leanhaun, al magnífico palacio de la Duquesa. El jardín era el doble de grande que el de Lothar, con setos formando laberintos y flores nocturnas desplegando su aroma. El personal era más educado, más obediente y más eficiente, y el clima general parecía pacífico y calmado.

La Duquesa en persona la recibió y le permitió quedarse en el palacio si era de su gusto. Sir Morgan estaba fuera, pero llegaría por la noche. Y así fue. El Eiluned entró en la sala de audiencias con el arco colgando del brazo y el carcaj tintineando contra su muslo. Su rostro se iluminó al ver a Evonne, pero el denso Protocolo le obligó a esperar hasta que la Duquesa les permitió salir a los dos y encontrarse en el jardín.

Evonne había hecho la maleta lo más rápido posible y había huido, literalmente, a la búsqueda de Morgan. De camino se preguntó que locura estaba haciendo, pero le dio igual. Adoraba al Eiluned, aunque la verdadera razón que la había convencido para marchase era la posibilidad de alejarse todo lo posible de Lord Lothar. Y así lo había hecho.

Pasó el camino dando con el paradero del arquero, y una vez encontrado se dedicó a darle vueltas a la cabeza, lo que le causó más ansiedad y nerviosismo. Todo desapareció al ver la primera reacción del sidhe, que parecía agradecido con la sorpresa. Por fin respiró tranquila, y fue capaz de mantener una charla agradable hasta que les permitieron retirarse. Se abrigó y salió fuera sin atreverse todavía a decir nada. Cuando se alejaron lo suficiente como para tener algo de privacidad, alzó la voz para dirigirse a él.

-¿Por qué os habéis ido sin avisar? -preguntó, temerosa y afligida con una mano sobre el pecho.

Sir Morgan le tomó la cabeza con las manos en un gesto muy parecido al de Lord Lothar no mucho antes. Pero esta vez no estaba tan conflictuado como el Conde, sino que la miraba con sincero cariño.

-Lo siento, pero eran órdenes de Lord Lothar. Tuve que venir aquí de inmediato, sin pararme a avisar a nadie. Ni siquiera a vos, y lo sentí profundamente. Me habría gustado despedirme, al menos, pero no podía. Lo siento mucho, Lady Evonne.

Evonne apretó la mandíbula y cerró los ojos para que Morgan no fuese capaz de ver la bestia iracunda que se le removía en el estómago. Lothar se estaba pasando de listo. No iba a lograr engañarla.

Respiró hondo y, esta vez, fue ella la que buscó los labios del Eiluned, poniéndose de puntillas y alargando los brazos para rodear su cuello. Apartó el pelo de su rostro con una caricia y le besó con cariño y de forma suave, demostrándole que le había echado de menos. Después pegó la mejilla a la suya para susurrarle al oído.

-Por favor, no volváis a hacerlo -rogó.

Morgan la besó en los labios, la nariz y los párpados.

-Habéis venido hasta aquí por mí -dijo, sonriendo con tristeza-. Y yo estuve más de una semana sin acercarme a veros en Hoja de Hiedra. Eso habla bastante mal de mí... o muy bien de vos.

El sidhe la estrechó una vez más contra su pecho, feliz.

-Pero habéis estado siempre conmigo, mi señora.

Evonne arrugó la nariz. ¿Realmente la había añorado tanto? Se suponía que Sir Morgan había estado locamente enamorado de la antigua Canciller, sin embargo parecía como si desde la boda la sidhe hubiese acaparado todos y cada uno de sus pensamientos. Él mismo lo había dicho

A pesar de ello, se refugió en sus brazos, aliviada al tenerle cerca y comprobar que Lothar no le había dicho nada. Le besó en los labios una vez más.

-No me agrada que Lothar os haya enviado tan lejos repentinamente. La predicción decía que os traería discordia. Pensé que... No sé. 

La expresión de Morgan se tornó oscura.

-Han sido un cúmulo de cosas. Prefiero no decíroslo ahora, mi señora. Todo tiene su por qué, y hay algunas cosas que he descubierto recientemente que no hacen mi vida mucho más sencilla. Prefiero no pensar en ello, ahora no.

-De acuerdo, no os preocupéis. Ahora que os he visto y conozco las razones de vuestra precipitada marcha estoy mejor.

Tomó una de sus manos y la besó. Después entrelazó sus dedos y le instó a pasear al fresco de la noche. No necesitaba mucho más entonces. Estaba lejos del Condado. Era suficiente para respirar tranquila.