Partida Rol por web

21 de julio de 1999 - 10:35

Ariadna había hecho noche en los Cedros, cuyo ambiente se había vuelto tenebroso y difícil. Marjolaine no había abandonado su habitación en toda la noche y Aster, tras hablar con Lady Anaïs y encontrarse falto de directrices (el halcón había muerto), había estado junto a su hermana constantemente.

Sólo a esa hora se acercó a la habitación de la Dama y llamó con los nudillos en su puerta tenuemente. Al abrir, Ariadna descubrió que el Liam tenía unas oscuras ojeras enmarcándole los ojos, rojos y nublados.

-Disculpad si os molesto. ¿Cómo... cómo estáis?

Ariadna llevaba poco rato despierta. Se había acostado tarde dándole vueltas al tema y tratando de encontrar algún detalle que se les hubiese pasado por alto. Cerraba los ojos fuerte y evocaba la escena de la cabaña una y otra vez. Pocos lo sabían, pero tenía una memoria brillante capaz de memorizar y recordar imágenes como si las tuviese delante. Y en una de esas se había dormido sobre el mullido colchón.

-En absoluto. Pasad -dijo levantándose de la silla y caminando hacia él-. Estoy bien, no os preocupéis. ¿Y vos? ¿Habéis desayunado algo?

-He tenido días mejores -replicó él con desgana-. No, no he comido. Le he dicho a Marjolaine que no desayunaría si ella no lo hacía. Ha llegado un momento en que no tengo hambre, sólo dolor de estómago.

Aster se sentó en la cama sin pensar en si eso era inadecuado o no. Estaba demasiado agotado para ello.

-Marjolaine ha pasado una noche malísima.

Ariadna le miró extrañada al ver que se sentaba en su cama, pero no le dio importancia. No se encontraba bien y necesitaba apoyo.

-Entiendo que hayáis dejado de comer para intentar que ella lo haga. Pero si estáis agotado no podréis pensar con claridad. Os ruego que comáis algo -se sentó a su lado-. No debe de ser nada fácil para ella... Pero lo estáis haciendo bien. Estáis a su lado. Pronto habrá mejoría.

-Eso espero. Iré a desayunar -Sir Aster se puso en pie-. ¿Os importaría ir a ver a Marjolaine mientras yo voy al comedor? Simplemente para acompañarla un poco. La he dejado sola porque dormitaba, pero si despierta y no me ve podría angustiarse...

Ariadna se levantó también.

-Claro que no es molestia. Id a desayunar tranquilo y descansad un rato, yo me quedaré con ella. Si se despierta angustiada os haré llamar de inmediato -aseguró mientras salían de la habitación.

Después de asegurarse de que iba a desayunar, la Gwydion se encaminó hacia la habitación de Marjolaine con un libro bajo el brazo para entretenerse mientras dormía.

Cuando Ariadna entró en la habitación se encontró con la cama desecha y vacía. Marjolaine no estaba allí.

Ariadna se quedó bloqueada los primeros segundos. Revisó rápidamente toda la habitación y en el baño encontró la ventana abierta. Al otro lado se encontraba Marjolaine, acuclillada en un tejadillo.

-¡MARJOLAINE! ¡Por las puertas de Arcadia, quedaos ahí!-La Gwidyion se encaramó a la ventana y saltó al tejadillo tras ella.

La Baronesa se giró, asustada, pero se quedó quieta. Ariadna comprobó que el tejadillo patinaba un poco y que no era fácil andar por él. El suelo se encontraba a unos veinte metros de ellas. Una caida podría ser fatal.

-Esperad. No. Ariadna... -Marjolaine dejó caer la cabeza. Tenía los ojos más rojos que Ariadna hubiese visto en su vida y temblaba a pesar de que el sol estaba pegando con fuerza-. No os acerquéis. No quiero seguir...

Ariadna se quedó donde estaba, tratando de no perder el equilibrio. Dios mío, se quería suicidar.

-Marjolaine, por favor, recapacitad. No podéis hacer esto... Hay muchas personas que os quieren y que están haciendo un gran esfuerzo por vos y... Pensad en Axelle y en Aster. Vuestro hermano no sabría que hacer si no estáis.

-Ellos no pueden protegerme de lo que sueño -respondió ella-. Si vos supierais lo que es encontraros con vuestro agresor cada vez que cerráis los ojos... ¡Hoy me han vuelto a violar! ¡He vuelto a sentirlo todo! Y lo recuerdo, recuerdo todo lo que me han dejado recordar. No puedo vivir así.

Marjolaine se acercó más al borde.

-Decidle a Aster que le quiero más que a nada.

-¡No! -gritó, avanzando un poco hacia ella y extendiendo el brazo-. Si de verdad le queréis tenéis que quedaros porque sino se morirá él también. No sé lo que es eso, pero veo a vuestro hermano perdido y sin saber qué hacer. Sois lo único que tiene en este mundo. Cuando se entere... irá detrás de vos sin dudarlo un instante. No podéis hacerle eso... Le estáis quitando la vida.

Le costaba respirar. Sentía el latido de su corazón junto a los oídos y las manos empezaban a resbalarle del sudor. No la comprendía, pero tenía que salvarla de algún modo.

Marjolaine dudó. Por un momento había parecido dispuesta a arrojarse del tejadillo, pero ahora no lo tenía tan claro. Frunció el ceño, pensativa, y terminó por aceptar la mano que le ofrecía Ariadna.

Su mano se aferró fuertemente a la de Marjolaine. Demasiado, quizás, pero no iba a permitir que se escapase ahora que ya la tenía. La estrechó entre sus brazos y e dio un beso en la sien. Por un momento había creído que de verdad se tiraría.

-No sufráis... Daremos con él y jamás volverá a haceros daño -pasados unos segundos, se levantó sin soltarle la mano y examinó cómo de complicado sería volver a subir. No pintaba fácil-. Deberíamos volver... antes de que Aster se entere. Iré yo primera y os ayudaré, pero juradme que no vais a intentarlo de nuevo. Por favor...

-Lo juro.

Con dificultad volvieron a la habitación. Marjolaine entró de nuevo en el baño y cerró la ventana tras de sí. Se sentó en el inodoro y se limpió la cara con las manos.

-No habléis con Aster de esto, por favor. Ni con nadie más...

Se arrodilló a su lado y le frotó la espalda con suavidad mientras se calmaba. Iba a necesitar de toda su entereza para sobrellevar aquello sin decírselo a nadie. Aunque, realmente tampoco había nadie en quien confiase lo suficiente como para hacerlo.

-Os lo juro. Esto quedará entre nosotras, no os preocupéis. Os dejo tranquila un momento, estaré afuera.

Se levantó y acudió de nuevo a su habitación, donde se desplomó sobre la silla, todavía con la piel de gallina por el susto.