-Oh, me gustaría hacerlo, pero creo que yo solo podría daros alivio. Lo que creo que os espera es mucho mejor y por nada del mundo anticiparía vuestra partida a donde sea que estén destinadas a ir vuestras pútridas almas -dijo la dama llenándose la boca con cada sílaba de las últimas dos palabras-. Creéis que por estar aquí encerrada sin saber exactamente lo que os depara el destino, y porque vuestro marido se haya acostado con vuestra mejor amiga rompiendo sus votos, habéis sufrido lo insufrible... Pero no, todavía no sabéis lo que es el dolor, lo que se siente cuando pierdes a alguien querido, alguien que lo es todo para ti por... muy estúpido que sea en vuestro caso. Pero cuando lo sepáis espero estar ahí para ver vuestra cara desencajada.
La dama se apartó el pelo de la cara y se puso de cuclillas para estar a la misma altura que la condesa. Donde una vez hubo un ojo y después una cuenca vacía, se encontraba ahora un orbe dorado esculpido como una pupila.
-Entonces, y solo entonces, estaré satisfecha.
Sintió la magia cosquilleándole en la lengua, pero apretó los labios para evitar pronunciar las palabras que le hubiesen dado forma. Estaba dolorida, agotada y asustada y no hacía ningún esfuerzo por ocultarlo. Posó suavemente la mano sobre el oído de Lothar, como si quisiera protegerle de las palabras de Axelle.
-Enhorabuena. Disfrutadlo con salud -respondió monótonamente.
Axelle se levantó con una media sonrisa. Le bastaba con ver como se tensaba la expresión de la Condesa para saber que sus palabras habían hecho efecto.
-Lo haré... Esta noche brindaré en vuestro honor. Por cierto, no os preocupéis por vuestro pajarito, le he pedido a la Condesa que me deje quedarme con él cuando ya no pueda revolotear a vuestro lado. He conseguido hacerme con una preciosa jaula en la que espero poder conservarlo como recuerdo -la dama se rió y dio un par de golpes a la puerta para que la abrieran-. Pero por el momento prefiero que se quede con vosotros para amenizaros las noches. Es lo más apropiado y no me gustaría privaros de su agradable canto.
Marion no dijo nada más. Axelle se marchaba ya y era lo máximo a lo que podía aspirar en ese momento. Volvió a bajar la mirada hacia Lothar y reanudó las caricias.
Cuando Axelle volvió a encontrarse con la Condesa, ésta acababa de sellar el lacre de una carta.
-¿Os habéis divertido? Ahora voy a haceros un encargo. Necesito que vayáis a encontraros con una persona. Dadle esta carta. Decidle que tengo a la chica y que venga a por ella.
La Leanhaun apoyó la barbilla en las manos entrelazadas una vez Axelle hubo tomado la carta que le tendía.
-Ocurrirá esta noche.
Axelle no se había divertido con la visita a los condes, no exactamente, pero si que había obtenido cierto alivio para templar su ira y levantar su ánimo. La dama liberó a la Condesa del peso de la carta y la observó en su mano. Después alzó la mirada.
-¿Esta noche? Espero estar aquí para verlo -contestó. A Axelle no el gustaba mucho que se precipitasen tanto los acontecimientos. En su opinión Lady Marion se merecía pasar unos cuantos días en esa celda intentando imaginarse como sería su final, pero entendía por que Lady Sarianne estaba actuando tan rápido. Ahora la nueva misión tenía todo su interés-. ¿La chica? ¿Con quién debo encontrarme, mi señora?
A la dama no le gustaba hacer de recadera, mucho menos si podía implicar el perderse la fiesta, ¿pero acaso tenía otra opción?
-A Rochelle, por supuesto -contestó Sarianne-. No vamos a mantener separados a más amantes.