11 de febrero de 2000 - 15:35
Morgan llegó hasta su balcón en la forma de un halcón majestuoso. No tardó en transformarse de nuevo en él mismo y en dar un toque al cristal pidiendo permiso para pasar. Tan pronto se lo concedió, el Eiluned sonrió. Estaba risueño y contento. Llevaba muchos días sin verla y de pronto se presentaba allí sin avisar, pletórico y feliz.
-Lady Evonne, espero no molestaros, pero quería saber si deseabais volar conmigo hoy. Como prometí.
Lady Evonne había continuado con su vida cotidiana una vez asumido el hecho de que Lothar la tenía atrapada. No podía pararse ni dejarse vencer, encontraría la forma de librarse. De eso no tenía duda. Aun así, la Leanhaum parecía angustiada, y su mirada mucho más triste y apagada que antes. El azul de sus ojos se había vuelto glauco y turbio.
Sonrió al Eiluned con alivio, como si aquello fuese precisamente lo que necesitaba en aquel momento, y se apresuró a abrir el balcón para dejarle pasar.
-Por supuesto. Me encantaría -respondió de forma escueta, quizá no todo lo entusiasmada que podría estar.
Morgan debió de notar que algo ocurría a juzgar por su expresión, pero no preguntó.
-Imagino que nunca habéis sido un pájaro antes. Recordad que vuestros brazos son ahora alas y que no tenéis manos. A mí me costó habituarme las primeras veces porque intentaba manejarme igual que si las tuviera. Ahora respirad hondo. No podremos hablar cuando seamos pájaros, así que seguidme e imitadme. Vuestro instinto os enseñará a volar.
El Eiluned murmuró unas palabras mágicas y chasqueó los dedos. Evonne notó que sus dedos se pegaban entre sí y se cubrían de plumas, cómo su mandíbula y su nariz se unían y afilaban y todo su cuerpo empequeñecía. No tardó en encontrarse posada en la barandilla de su balcón. No podía hablar, pero se notaba liviana y ligera, y las corrientes de aire la atraían como una parte natural de sí misma. Ahora era un halcón, como Morgan a su lado.
El Eiluned saltó de la barandilla extendiendo las alas y encogiendo la cola. Majestuoso, inició su vuelo gracias a una corriente de aire caliente que lo hizo subir como la espuma. Emitió un chillido que podía significar un "¡sígueme!"
A pesar de su ánimo, agradeció que Morgan no preguntase. Escuchó con atención y nervios sus instrucciones, nunca había volado, y la idea hacía que se le encogiese el estómago. Aun así, le apetecía probar, necesitaba como él había dicho otro punto de vista para afrontar sus problemas.
-De acuerdo -dijo tras escuchar sus palabras, esta vez más animada.
Lady Evonne se dejó envolver en glamour y sintió como su cuerpo encogía y mutas. Divisó el suelo mucho más lejos, o al menos así se lo pareció. Observó la figura majestuosa de Morgan pero, al principio no se atrevisó a seguirle. Sentía su latido palpitándole en los oídos. Tenía que saltar o le perdería de vista. Y saltó.
Fue una sensación sobrecogedora, sentir como su cuerpo se precipitaba al vacío cada vez más rápido. Entonces, de forma instintiva extendió las alas, notando el aire colándose entre las plumas. Cuando cogió una corriente su cuerpo se elevó, todavía de forma torpe, pero se sentía ligera, como si nada tuviera importancia allí arriba. La vista era totalmente diferente y sobrecogedora...
Oteó el horizonte para divisar a Morgan y batió las alas para encauzar la ruta y seguirle.
Volaron durante la siguiente hora bordeando el cielo, las nubes y los demás pájaros. Atravesaron el valle hasta cerca de Blois y regresaron a Hoja de Hiedra. Morgan volvió a su forma original y Evonne también. El sol se ponía y la temperatura bajaba, pero la emoción y el esfuerzo del viaje hacía que no se notase.
El Eiluned se apoyó en la barandilla, sonriente.
-Ahora estáis mejor que antes.
La sidhe se apoyó la barandilla con las piernas temblorosas al volver a su forma originar. Estaba sofocada y con el cabello alborotado por haber surcado los cielos durante largo rato. Pero no le importaba. Se había sentido libre, alejada de los tediosos quehaceres y los problemas que la rodeaban estando en tierra. Había sido todo un alivio para su ajetreada mente. Allí arriba nada ni nadie podía alcanzarla, había recuperado una sensación que creía totalmente olvidada. Y cuando volvió a su balcón y miró hacia su habitación, deseó volver a irse.
Se arrebujó con la túnica y le devolvió una sonrisa sincera.
-Sí, más relajada. Es cierto que volar te da otro punto de vista muy diferente. Gracias -contestó, con la mirada perdida en el horizonte.
El sidhe le acarició la mejilla con el dorso de los dedos.
-Me alegro. No sé qué os ocurre, pero parecéis desolada.
Evonne le miró de soslayo y negó levemente.
-Sí pero... No puedo hablar de ello. No importa. -Alargó la mano para acaricia la suya-. Aun así os lo agradezco de veras. Me alegra volver a veros.
Y de verdad lo era, no se sentía tan apartada ni sola. Pero eso también le daba miedo. ¿Y si Lothar la tomaba con Morgan?
-Yo no he podido pensar en otra cosa -admitió Morgan sonriendo-. He aguantado lo que he podido, pero al final he venido. Por vos. No sé qué brujería me habéis hecho, pero no puedo dejar de pensar en la maravillosa boda.
Evonne se sonrió.
-Vaya. Quizá no deberíais descubrir vuestras cartas tan pronto -dijo con una risita. Entrelazó sus manos y posó sus labios sobre el dorso-. Yo también he pensado en vos, lo admito.
Morgan respondió con un estremecimiento y una caricia a su pelo. El Eiluned estaba dichoso.
-¿Y qué habéis pensado?
-¡Eso no se pregunta! -protestó de forma fingida, ladeando la cabeza hacia su mano-. ¿A caso me lo diríais vos?
-Hacedlo entonces -dijo en tono más bajo, mirándole a los ojos.
Morgan la tomó decidido por la nuca y la acercó hasta sus labios. La besó con una dulzura que no tardó en disolverse por el hambre y el ansia. Hundió los dedos en su pelo y la rodeó una vez más con los brazos, aquel cuerpo que desprendía tanto calor comparado con el frío ambiente. Perdió el aliento y lo recuperó apoyando la frente sobre la suya, sonriendo.
La Leanhaum se aferró a sus brazos y respondió con avidez a su beso, como si lo necesitara desesperadamente. Se apretó contra su pecho sin soltarle, y cuando paró para respirar permaneció con los ojos cerrados y los labios entreabiertos, notando su cálido aliento. Lentamente volvió a abrirlos y una tímida sonrisa asomó en su rostro.
-Se hace tarde. Quizá deberíais iros -susurró.
Morgan le dio un beso más.
-Volveré. Antes que la última vez.
El Eiluned sonrió y le dio dos besos más antes de volverse un águila y lanzarse desde el balcón.