Earil y sólo Earil vio relucir algunas de las piedras del camino. Brillaban levemente, como un sendero de luz que lo conduciría a donde deseaba ser conducido.
Ven, pero ven tú solo, dijo una voz en su cabeza.
Junto a él, Stenn lo observaba con devoción. El Glamour volaba a su alrededor, en volutas dulces y suaves. El troll sonreía.
Sir Earil respiró hondo, satisfecho. Por supuesto, él no podía saber que Stenn no lo veía. Hizo un gesto con la mano, señalándolas.
-Sí... Ha funcionado. -respiró hondo y se atrevió a apartar los ojos del hechizo para mirar al troll. Le dedicó una sonrisa.-Ella quiere que nos veamos. Pero debería ir yo solo... -miró de nuevo el camino. Por supuesto, también cabía pensar que todo aquello fuese una trampa. La Bruja, al fin y al cabo, ya le había atrapado una vez. Y aún así... Volvió a mirar a Stenn y esforzó una sonrisa de nuevo. Con la mano tocó su brazo. El tacto de otra persona era tranquilizador.-Todo debería ir bien.
El camino seguía brillando, y Earil no quería perderlo. Temía que se desvaneciese como un sueño si lo dejaba demasiado tiempo. Y al mismo tiempo, se sentía tan vivo, tan cerca de Stenn, como para no querer moverse.
El troll apretó los labios, indeciso.
-Hmmm... Yo... yo me quedaré aquí, por si pasa algo. Sólo tenéis que gritar e iré a buscaros.
Stenn se cruzó de brazos, ligeramente incómodo.
Sir Earil sonrió con suavidad. No esperaba que se le llegase a oir y, obviamente, tenía algo de temor de una trampa. Asintió con suavidad, de todos modos. Prefería no molestarle demasiado, y no tenía ningún sentido preocupar a más gente de la necesaria. Si llegaba a tardar demasiado, suponía que alguien iría a buscarle... El problema era más bien si podrían encontrarle o en qué estado estaría él. Y en cualquier caso... El camino le llamaba.
-Muy bien -asintió, retirando su mano del brazo del troll, retirando el contacto. El camino le llamaba. Sentía como si sus ojos estuviesen siendo arrastrados por algo, por alguien y como si a los ojos siguiera el cuerpo. Se esforzó en mirar al troll y en sonreir, pero su mente estaba en otra parte.- Gracias por todo -musitó.
Y se puso en marcha.
Las piedras luminosas lo condujeron al interior de la foresta. Pronto perdió a Stenn de vista, como el camino por el que había llegado. El bosque cambió ante sus ojos, a cada paso, hasta convertirse en una foresta abovedada y casi infranqueable. Y en el fondo de aquel túnel verde, un árbol majestuoso y anciano.
A su alrededor escuchó una risa femenina y ruido de pasos, pero cuando el Eiluned se volvía, ya no estaban. Observó que a su vera los frutos de los árboles y de los arbustos brillaban dorados y jugosos, deliciosos y dulces. Casi tuvo que refrenarse para no cogerlos y comer.
-Si quieres, puedes -dijo una voz femenina desde detrás del árbol.
Sir Earil pensó en tomarlos, deseó tomarlos. Aquellos frutos brillaban, le atraían. Y, sin embargo, se refrenó para girarse hacia aquella voz de mujer.
-A veces es precavido no tomar un fruto -dijo con una cortés reverencia.- Supongo que, como Hesperia, recordaréis bien lo que le pasó a Perséfone. -su voz era suave, su tono, de una cortés broma.
De detrás del árbol surgió la figura femenina que era Hesperia. No podía ser otra. Tenía el cuerpo en forma de reloj de arena, con generosos pechos y caderas. El pelo le caía en una cascada entre roja y verde, con hojas prendidas aquí y allá. Exhudaba un aura muy atrayente, como los mismos frutos, y no habría estado mal darle un mordisco a su carne turgente.
-...Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete. Siete manzanas. Demasiadas para dar un infierno a cada persona que las pruebe -contestó la ninfa con una sonrisa-. Y demasiado deliciosas como para no probar suerte.
Se adelantó y tomó una, que procedió a morder. Soltó un murmullo de placer al tiempo que el jugo se deslizaba por su barbilla.
-¡Saben a sol! -Se limpió la barbilla con el dorso de la mano y volvió a sonreír a Earil desde abajo. Era más bajita que él-. Has venido en busca de respuestas. Quieres saber cosas sobre la Bruja.
El Vidente intentó mantenerse con una sonrisa cortés un tanto inglesa y, sin embargo, no pudo evitar que esta se transformase, que se abriese. La alegría de aquella mujer, de aquel lugar, de su tono, era contagiosa. Ni siquiera la mención a la Bruja, que por lo general le llenaba de incomodidad, lograba deshacerle el humor. Aquel lugar brillaba tanto, con tanta fuerza...
-En efecto -asintió. -No parece que haya seguido actuando, pero sé... O al menos estoy convencido de que sigue viva. Y su mayor peligro es, precisamente, lo poco que se sabe sobre ella.
-No te equivocas. Sigue viva, aunque no le queda mucho tiempo. -El rostro de Hesperia se tornó serio. Triste, casi-. No has traido lo que te pedí.
El "no le queda mucho tiempo" desconcertó a Earil. No sabía si implicaba una tristeza o una alegría, ni estaba seguro de cómo reaccionar. Ante la segunda parte de su frase y ante el cambio de su expresión, no supo sino suspirar.
-Tengo que admitir que encontraros aquí y en esta visita, tan directamente, ha sido una pequeña sorpresa. Cuando vine solo tenía intención de preguntar por vos... -su tono intentaba ser una disculpa. Y también, en cierto sentido, era en parte una mentira.
-Lo sé. Por eso dejaré que me hagas una pregunta. Escógela bien. YA sabes dónde encontrarme. Hasta que no traigas lo que te pido, no podrás preguntar nada más.
Hizo una reverencia.
-Y os lo agradezco.
Luego hizo una pequeña pausa. Una pregunta, una sola pregunta. Aquello bastaba para avivar su curiosidad, pero no creía que pudiese ser de tanta ayuda como hablar largo y tendido. Earil debía hacer articular, al menos, la pregunta de la que más información pudiese obtener. Sólo se le ocurrió una cosa.
-¿Quién o qué es la bruja? -musitó.
-La Bruja no es humana, ni hada. No es un Pródigo. No es una maga ni una hechicera. No es un vampiro. No es una mujer lobo. Tampoco es una Galain. De ser algo, eso es una quimera. Pero no es una quimera común y corriente. Es parte de una leyenda que los kithain casi habéis olvidado.
La inanimae se acercó a Earil y habló en susurros.
-Es la quimera de una quimera. Los Fomorianos. Hace tiempo abandonaron este mundo, pero quedan tras de sí historias sobre ellos. Reflejos de lo que fueron. La Bruja es uno de ellos.
Sir Earil palideció. Ni siquiera aquel sol y aquella belleza eran suficientes para paliar lo que significaba una mención a los formorianos. Si la Bruja era creación suya, nacida de ellos, aquello significaba que era un peligro aún mayor. No pudo evitar contenerse.
-Pero entonces, ¿cómo ha...? -la expresión de Hesperia, sin embargo, le silenció. Tragó saliva y miró a su alrededor. -Supongo que eso explica por qué es tan... extraña -respiró hondo y miró a Hesperia fijamente. Querría poder extraer todas las respuestas de ella, lo necesitaba. Y Hesperia callaba- Muy bien -dijo al fin-, buscaré la sonrisa de una virgen, dama Hesperia. Si la Bruja viene de los formorianos, debe ser destruida -suspiró- a toda costa.
Miró a su alrededor. Aquel lugar era tan hermoso y aquel descubrimiento tan horrible, tan preocupante... Y él había estado con esa... Cosa. Con la Bruja. Hechizado o como fuera la había tocado, ella le había tocado. Aquel problema con las Nieblas, aquel cambio... ¿Le había convertido en algo más cercano a lo que ella era? Las implicaciones eran demasiado terribles. Miró el camino por donde había venido y recordó a Stenn, que le esperaba al otro lado. Miró los frutos y se esforzó en sonreír. Había cosas hermosas, pero aquello... Aquello era tan...
-Sólo una última cosa -dijo. Se esforzaba en que su voz sonara relajada, se esforzaba en sentirse relajado. Tenía que encontrar a una doncella que sirviese, y pronto, pero no podía dejar que eso nublase cualquier otra cosa.- ¿podría llevarme algún fruto? No es por imitar a Heracles, pero alguien me espera fuera y... creo que apreciaría el regalo.
-Lleva contigo lo que desees. Dáselo a él y sedúcelo. Haced el amor y disfrutad de la vida, disfrutad del tiempo de verano. Los fomorianos están más cerca de lo que parece, y con ellos el Invierno Eterno -contestó la inanimae.
El Vidente tuvo sentimientos contradictorios ante su respuesta. Por un lado se sentía ruborizado, y por otro sentía que era verdad y por otro, el más terrible, sentía la última parte de su frase. "Los formorianos están más cerca de lo que parece". Aquello, aquello sí era terrible. Y sin embargo... Sin embargo se acercó al árbol, tomó una manzana, la sintió entre sus manos cálida y hermosa, dorada, brillante, eterna. Venía algo terrible... Sin embargo, la luz brillaba y también la fruta y sentía el calor en su pecho y sentía la magia de aquel lugar. Estaban los formorianos... Y sin embargo, sí, precisamente eso era lo que deseaba. Deseaba a Stenn, a pesar de todo lo terrible que estuviese acercándose.
-Gracias
Murmuró mientras salía, con el fruto en su mano, y seguía el camino de vuelta.