-Es cierto -admitió Lothar bajando la mirada. Luego la levantó de nuevo-. O no... No... Dad gracias a que no os obligo a hacer algo peor que guardar silencio. No soy tan despreciable.
El Gwydion cojeó hasta la salida. El terrible peso que parecía portar en los hombros le obligaba a renquear.
Evonne le observó, incapaz de salir de su asombro sin decir nada más. Se dejó caer al sofá, ahogada entre lágrimas y temblando. Estaba aterra ante el poder de Lothar, que se comportaba como un niño caprichoso. Podía obligarla a hacer cosas peores y no podía contar con nadie que la protegiera o le prestase ayuda. Marion la tomaría por loca, o tal vez no, pero no podía librarse del Geas. Y no conocía suficiente a nadie más. ¿Morgan? Sólo era una posibilidad, nada más. No la apreciaba tanto como para arriesgarse a decirle nada.
La sidhe permaneció largo rato allí, despachando a todo aquel que entrase en la habitación. Se estaban apoderando de Lothar. ¿Sarriane?