-Yo soy Jorik -Responde la aparición, y da un paso hacia ti-. Y claro que sé dónde estoy. ¿Sabes acaso dónde estás tú?
Se gira y señala hacia la casa de Einar.
-Sultünge. Mi hogar -Vuelve a mirarte, y en sus ojos percibes un brillo iracundo-. No llegas en buen momento, forastera.
Disculpa, de nuevo, el retraso.
Saga frunció los labios. No parecía saber lo que le había ocurrido, y no estaba segura de querer ser quien le diese las nuevas. En principio estaba a salvo... O de ello se quería convencer.
-Lo siento... Jorik -se disculpó en tono suave, sin retroceder pero manteniéndole la mirada con un gesto suave. No quería desafiarle, pero tampoco parecer cobarde-. ¿Por qué? Einar me ha dado la bienvenida con agrado -informó sin perder el temple-. Solo estoy de paso.
-Los demonios de la nieve -Sus ojos brillan con luz mortecina-. Campan a sus anchas por esta zona. Fui atacado por uno de ellos.
Da un paso hacia delante.
-Quizás tú los has traído, forastera.
La mirada de Saga tembló, y de forma instintiva retrocedió un paso manteniendo la distancia. Error, pensó. Tendría que haberse mantenido firme, pero los fantasmas casi resultaban hasta más amenazadores que los vivos en ocasiones.
-Lamento escucharlo... soy huérfana por esos mismos demonios. He venido a pararlos, no ha hostigarlos. Ayer también perdí a alguien por ese frío helado, Jorik. He perdido a demasiada gente por su culpa, y por eso le di mi palabra a Yngrid de que le ayudaría a encontrar al culpable.
No pidió que la creyese, dejando que sus palabras hablasen por ella, igual que su actitud. Seguía mostrando las palmas ensangrentadas y, aunque había retrocedido, mantenía los ojos fijos en él. No tenía nada que ocultar; no tenía nada que temer. Era una norteña y su palabra tenía peso.
Jorik te sostiene la mirada.
-Yngrid. ¡Bah! Una loca. Puede que bruja, también. ¿Cómo iba a conseguir si no tan buenas piezas? Pero ya verás. Traeré una pieza mejor, y me respetarán. Por eso no les he hecho caso. Por eso...
De repente, mira alrededor, desorientado. Parece que ha perdido el hilo.
Editado, que se me había colado un gazapo
-Jorik, ¿con quién estabas? -preguntó con un hilo de voz, cerrando las manos-. ¿Sabes qué ha pasado?
-No... No estoy con nadie. Vine solo.
Su expresión se crispa, y un fuerte olor a podrido empieza a inundar el ambiente.
-Espera... Sí, sí que hay alguien... Alguien...
Su mirada, y por consiguiente la tuya, bajan hacia sus manos, que súbitamente parecen haber perdido cualquier rastro de piel, y palpitan en la oscuridad mostrando la carne viva. Un goteo monótono de sangre acompaña la escena, mientras la nieve a vuestros pies empieza a salpicarse de motas rojizas.
-No. No, no, no, Jorik-.Saga avanzó haciendo ademán de sujetarle, aunque el gesto se quedó perdido en el aire. Aquello no podía ser real aunque lo viese: era un fantasma, nada más-. Jorik, mírame. Nada puede pasarte ya. Quédate aquí. No es real.
No comprendía qué ocurría, era como si reviviesen el momento de su muerte. Él, Andrel, ¿sería porque estaba cerca? ¿Acababa de hacerle revivir aquel terrible momento? Una punzada de culpabilidad acuchilló su pecho crispando su expresión. Se mordió el labio intentando encontrar su mirada tratando de obviar el horror que estaba ocurriendo.
La aparición da un paso atrás, y te mira con ojos desorbitados.
-¿No es real? ¡Lo he visto! Me... ¡Me perseguía! ¡Estaba jugando conmigo!
De repente, el frío se atenúa y sus manos vuelven a estar normales.
-Conseguí escapar... -Mira a su alrededor, desorientado-. Estoy aquí, así que conseguí escapar. ¿Cómo? No... Recuerdo...
No sabía qué decir, aunque en el fondo la respuesta era tan obvia como contundente, a la par que desgarradora. ¿Cuánto tiempo hacía de aquello? ¿Había caminado hasta allí sin darse cuenta de que el frío nunca más le acuchillaría como en vida?
La norne se mordió el labio devolviéndole una mirada profundamente triste. Nunca había sido dada al contacto físico, y menos con desconocidos, pero deseó poder poner una mano en su hombro con suavidad y que notase la calidez de una piel humana por última vez.
-No, Jorik. -Negó lentamente y aunque sus labios se despegaron para seguir, su voz se quebró con un quejido-. Nunca escapaste. Estás... Anzus te espera donde quiera que esté. Este ya no es tu hogar. Moriste.
El norteño te observa durante unos segundos, en silencio. Luego sonríe.
-Mientes.
Da un paso hacia ti, y en su brazo se materializa una espada, creada con luz fantasmagórica. Sus ojos brillan con luz verde.
Ouch
Las alarmas de Saga se dispararon de inmediato. Eran raros los casos en los que los espíritus afectaban en la realidad, pero no imposibles, y Jorik parecía lo suficientemente enajenado como para arremeter contra ella desde el otro lado del mundo. Ya había tenido demasiados encontronazos con armas en las últimos dos días, y en todos había sabido esquivar el filo. Una tercera vez era tentar demasiado a la suerte.
Y lo hizo.
-¡No! -bramó, pero no con temor sino con decisión, confrontándole, aunque fue lo suficientemente lista como para retroceder por su seguridad-. Estoy bajo la hospitalidad de Einar Morizung. Tu Jarl y tu clan, la gente de Sultünge ha compartido bebida y comida conmigo, y me ha ofrecido refugio. Estamos en la tierra sagrada del vé, bajo los ojos de Eihwaz. ¿Qué clase de hombre ataca a una mujer desarmada? ¿A caso desconoces la palabra honor, Jorik?
Jorik se detiene, sorprendido ante tu respuesta, e incluso intimidado, si es que un espíritu puede sentir algo así, debido a tu actitud decidida.
-Einar... Debo advertirle. Debo...
Su figura se vuelve borrosa, y el brillo se vuelve más tenue. Segundos más tarde, ha desaparecido.
Saga, derrotando fantasmas con acusaciones hirientes desde el 973 d.C.
No se percató del incontrolable temblor de su cuerpo hasta que la figura del norteño se desvaneció en el aire por completo, dejándola sola entre la nieve y el viento. Miró a su alrededor como un cervatillo desorientado, los ojos abiertos y una notable lividez en la piel. Había logrado esquivar un grave peligro, pero por alguna razón en aquel instante, aunque todo su fuero interno le había gritado que era peligroso, no había llegado a ser plenamente consciente de su gravedad y de lo mal que podía haber terminado.
Ahora Jorik se había desvanecido, igual que Andrel. Volvía a estar sola en un lugar desconocido con una misión incierta y el invierno acechando a la vuelta de la esquina. Sólo le quedó volver la mirada hacia el manto nocturno con unas ganas irremediables de llorar que logró reprimir mordiéndose el labio superior. El Lieth era una lengua extraña, ajena y poderosa, y también su única conexión con su pasado.
-Andrel, sigo aquí. Estamos cerca, lo sé... Vuelve cuando puedas. Estaré esperando.
Regresó junto al acebo para apoyar la frente sobre la corteza rugosa. Con la mano herida que aún sangraba levemente, arrancó un pedazo que asió con fuerza. Los dioses seguían sus propios designios sin prestar demasiada atención a los humanos que caminaban en las vastas llanuras. Sólo se fijaban en ellos de forma esporádica, cuando alguien se alzaba por encima de los demás, como Holst. Y Saga sabía con plena certeza en su fuero interno que aquella leyenda seguía viva en ella y que Haufmansormen era una realidad tangible por la que apostaría su vida, con o sin dioses mirando.
Ale. Está un ratín hasta que se le pase el sustico y ya vuelve a la casa comunal.