Ahmel no parece muy contento con la respuesta de Drunfo, pero no insiste. Por supuesto, ignora la invitación de Thorir. No creéis que le haga mucha gracia la idea de sentarse mientras el gigante permanece de pie, a su lado. De hecho, os da la sensación de que de vez en cuando mira de reojo la puerta, como si estuviera planeando alguna huida apresurada. Sin embargo, al final parece ceder a vuestras condiciones y, recuperando un poco las formas aunque sin lograr enmascarar una nota de nerviosismo en su tono, expone su plan.
-Bueno, podríamos decir de mí que soy una persona... Como expresarlo correctamente... Polifacética. Aunque el oyente casual ya habrá sospechado de mi notable don de lenguas, y perdonad la falta de humildad al evaluar mis capacidades, es una falta excusable sin duda el que no se haya planteado por un instante que mi conocimiento de las costumbres nórdicas llegue a un nivel equiparable al de la citada carisma. No en vano, ¿no es mi objetivo mismo el estudiar dichas costumbres? Ah, pero... ¡Ahí está el truco, el juego de espejos! Pues en realidad mi misión en estas tierras no tiene fundamente en una vana ansia por cubrir una acuciante carencia, sino más bien en el noble propósito de pulir lo ya conocido, de perfeccionar aún más si cabe el filo de una precisa arma ya afilada, por recurrir a una metáfora indulgentemente poética -parece haberse ido confiando según habla, y aunque sigue mirando de reojo a Drunfo, ya casi ha recuperado su habitual exhibición de charlatanería-. ¡Sorpréndanse los oídos que escuchan esta arrogante confesión, pues! Ahmel Bal'Karim, apenas sino un extraño forastero vagabundeando por estas frías tierras, tiene mayor dominio de las tradiciones que reinan en ellas que, me atrevería a decir, muchos de aquellos que han nacido, crecido y perecido en su seno. Excuso vuestras miradas escépticas, pues... ¿Cómo poder creer una afirmación tan extravagante y temeraria, sin saber apenas nada de mi trasfondo? Por desgracia, me temo que no puedo ofreceros más pruebas que mi palabra, y os aseguro que con eso debería bastar, pues no ha contado el sabio Ahmel una mentira tan descarada hasta este momento de su vida, ni la contará en un futuro.
Ante vuestras expresiones, esboza una sonrisa condescendiente.
-Lo que intento deciros, amigos míos, es que mi apoyo en el juicio que hoy se os presenta podría ser, cuanto menos, beneficiosa...
Thorir asiente lentamente mirando los ojos del sureño, escudriñando aquella mirada.
-Por supuesto cualquier apoyo será bien recibido, continúa por favor-
-¿Qué más podría decir, mi extravagante amigo norteño? Probaré a presentar los hechos a la luz de un ángulo más simplista y mundano, si es necesario. A pesar de mi reticencia a una aproximación tan burda, situaciones inesperadas como esta requieren medidas a veces poco agradables. No en vano el tiempo que nos resta es más bien escaso y apremia que lleguemos a un acuerdo antes de que ninguno de los dos podamos beneficiarnos de sus consecuencias. No más verborrea: Lo que os ofrezco es simple. Contadme vuestras historias, responded a mis preguntas. Dejadme inmortalizar vuestras singulares personalidades, permitid que enriquezca la que posiblemente sea la primera y, hasta que su fama genere inevitables imitaciones, única recopilación fidedigna de la cultura que os ha amamantado. Abrazad el puesto de honor que os ofrezco en la historia. Y, ante toda lógica, no os pido que hagáis esto por ninguna de esas razones. Ni fama, ni gloria, ni honor, ni amor a vuestra nación, ni sentido del deber para con las generaciones que nos sucedan. Ante mi sorpresa, ninguna de esas dulces mieles os ha seducido, lo cuál confieso me deja turbado, y solo incremente aún más si cabe mi curiosidad por vosotros. Por supuesto, tampoco os pido ayuda desinteresada, ha quedado a estas alturas bastante claro que el altruismo no es una virtud a la que pueda apelar en vuestras personas. No, nada de eso. Lo que os pagaré a cambio es algo mucho más terrenal y palpable. Y, espero, una oferta irrechazable con vuestras expectativas actuales.
Hace una pausa, buscando cierto dramatismo, pero sin poder contener una sonrisa de triunfo, en la que de nuevo muestra una dentadura sorprendentemente blanca y recta.
-Si me ayudáis, hablaré en vuestra defensa en el juicio. Y amigos míos, confiad si no en todo lo que he dicho previamente al menos si en estas palabras, ello aumentará de forma significativa vuestra esperanza de vida.
Thorir miró a Drunfo para ver su cara, su expresión en definitiva, y sin más volvió a encarar la mirada del sureño, -Está bien Ahmel, por mi parte hay trato-
Drunfo parecía enfurecerse según el sureño empezaba a soltar su verborrea particular. La cuerda se tensó justo cuando Drunfo comenzó a hablar.
-Parece que no me escuchas cuando hablo, si Thorir quiere contarte su vida, allá él. Pero no te conozco, no se de donde vienes, no me gustas y me parece que te estás burlando de mí. Poca gente consigue hacerme enfadar como tú, pequeño hombrecillo sureño, así que creeme que como te vuelvas a dirigir a mí te saco los ojos. Si Thorir quiere hablar contigo usa esa lengua que tienes, convence a quien tengas que convencer para hablar con Thorir en otro sitio, porque como vuelva a oír tu asquerosa voz, juro por los dioses que romperé esta cuerda e iré a por ti.
La mirada de Thorir se fijó en Drunfo, no entendía nada de aquel hombre, ¿Acaso era tan estúpido para rechazar la ayuda de aquel hombre a cambio de unas palabras?, cuando, en el fondo, ¿Podría mentir, o contar solo una parte?, entonces el noble negó con la cabeza levemente, -Está bien Drunfo- dijo pidiendo calma al gigante con la mano, -Ahmel, ¿podrías dejarnos solos un momento?, quiero hablar con él a solas, después hablaré contigo-
Ahmel, blanco como la leche tras la intervención de Drunfo, no pone pegas a la idea de salir. Casi corre hacia la puerta, y tras algunos esfuerzos por abrirla debido al tembleque de sus manos, desaparece de vuestra vista.
Tras la "huida" del sureño Thorir miró al gigante, y con rostro sereno y voz pausada se dirigió a él, -Drunfo, ¿te das cuenta que ese hombre puede ayudarnos?- bajó el tono de voz para que sólo Drunfo pudiera escucharlo, -Ni siquiera es necesario que le cuentes la verdad, cuéntale cosas que él quiera oír, como grandes luchas o historias de Dioses, yo que se, pero habla con él y que nos ayude- soltó un suspiro en dirección al pequeño fuego, -Tenemos que agarrarnos a lo que sea...-
Drunfo se aclaró un poco la voz.
-Thorir, solo te debo de sacar unos pocos años de edad, aunque en este aspecto la edad poco tiene que ver. Eres demasiado confiado y te juro que no me explico como en tu condición ese exceso de confianza no te ha llevado ya a la muerte.
Hizo un gesto con la cabeza mientras volvía a su sitio.
-Nada va a hacer cambiar la sentencia que caerá sobre nosotros en el thing. En este pueblo estamos condenados.
Drunfo terminó de sentarse en el suelo, junto al fuego.
-Aun con ello, yo tampoco le diría que no a cualquier persona que quisiera ayudarnos, pero este hombre... Este hombre no me da buena espina, estoy convencido de que nos oculta algo, no por lo que quiere que le contemos sino más bien por la insistencia de que se lo contemos.
Empezó a mesarse la barba.
-Mira Thorir, si algo me ha enseñado la vida es a seguir mis presentimientos y este hombre no me da un buen presentimiento así que me es razón más que suficiente para evitarle. Además, debemos confiar en Yngrid y si ella falla ya improvisaremos algo.
Thorir tardó unos segundos en contestar a Drunfo.
-Mmm, como sabes, hace un tiempo fui un noble, y en un noble no todo es pelear, también hace uso de la diplomacia, que es en resumidas cuentas el arte de mentir, o como mínimo de contar verdades a medias, obviamente no le contaría toda mi vida y todos mis secretos a un desconocido, pero si contándole algo, que puede ser o no verdad recibo algo a cambio, que además puede ser beneficioso para mí, lo hago, y he de decirte que suele funcionar- hizo una pausa para rebajar el ritmo de sus palabras, -Pero, por esta vez haré caso de tu presentimiento, en el fondo te lo debo, así pues te apoyaré en tu decisión de no tratar con el sureño, además tenemos a Yngrid, y la parte de improvisar no me desagrada-, dibuja una pequeña sonrisa en su rostro, -Entonces, si estamos de acuerdo haré pasar a este hombre y le diremos nuestra decisión-
Si Drunfo no quiere decirme nada más por mi puede pasar ya este hombrecillo.
Drunfo mantuvo la mirada clavada en el suelo.
-Gracias.
-Bien- acto seguido miró a la puerta, -¡Ahmel, puedes pasar!-
Tras unos segundos, la puerta se abre unos centímetros. Ahmel se asoma lentamente, asegurándose de que Drunfo está todavía atado y bien lejos de él. Al ver al gigante algo más calmado, parece recuperar algo de confianza y termina de abrir la puerta, aunque no llega a pasar del todo. Se queda mirándoos desde el umbral.
-Confieso tener la vana esperanza de que los ánimos se hayan relajado un poco aquí dentro.
No lo dice con acritud, sino más bien con inseguridad. Clava su mirada en Thorir, aunque cada dos segundos sus ojos se mueven de forma casi imperceptible, mirando de reojo al origen de su temor.
-Tranquilo Ahmel, puedes pasar, siéntate con nosotros , no hay nada que temer, te doy mi palabra- dijo Thorir con gesto amable y voz tranquila.
Ahmel esboza una sonrisa nerviosa.
-No desearía que esto se interpretara como la desconfianza de un servidor en vuestra palabra u honradez, la cuál en ningún caso me atrevería a poner en tela de juicio. Pero, si os resulta aceptable, lo cierto es que preferiría continuar, por ahora, esta conversación desde aquí. Nuestro encuentro previo me ha alterado considerablemente, y he de reconocer avergonzado, pero sin hacer ningún intento de enmascararlo, que mi sensibilidad sureña palidece en comparación al nervio y arrojo del que hacen gala vuestros compadres norteños.
Os mira desde la puerta, sin hacer ningún ademán de entrar.
Thorir asiente con gesto serio, -Está bien, seré breve- dijo mirando al sureño con gesto firme, -Hemos decidido que no trataremos contigo, de todas maneras agradecemos tu intención y voluntad de ayudarnos, siento no poder ayudarte-
A pesar de su nerviosismo, Ahmel parece apenado ante la respuesta. Probablemente esperaba escuchar otra cosa.
-Oh -Por primera vez, parece haberse quedado sin palabras-. Lo lamento. ¿Y no hay nada, si no es atrevimiento el preguntar, que pudiera hacer para cambiar vuestra respuesta?
-Lamentablemente no- contestó Thorir con tono calmado, -Aún así, ha sido un placer conocerte, espero que podamos vernos en otra situación más agradable en el futuro- acompañó la frase con una sonrisa.
-Y yo también, amigo. Aunque me temo que no es algo demasiado probable.
Acto seguido sale y cierra la puerta.
Cuando me deis luz verde abro la siguiente escena.