Ya está empezando a oscurecer cuando sales fuera de la cabaña de Einar, tras reponer algo de energías. Algo extraño ya que, según tus cálculos, todavía deben de quedar un par de horas para que anochezca. Pero el cielo está cubierto de nubes por completo, y la nieve y el viento hacen que el lugar parezca más sombrío, quizás, de lo normal. No es una tarde que invite a dar un paseo.
Pero tampoco te vas a quedar encerrada todo el día.
Ya no queda casi nadie fuera, y varias de las casas ya expulsan un sinuoso gusano de humo por la chimenea. Posiblemente la mayoría de la gente habrá acabado ya sus tareas y habrá corrido a refugiarse en sus hogares, con sus familias. Sin embargo, hay algunos rezagados que aún están terminando de cumplir sus obligaciones. Un hombre carga con un pesado saco, en dirección a una de las cabañas que hay en los límites del pueblo. Otro hombre parece entrenar, golpeando con un cuchillo de caza un tronco cercano. O quizás esté probando el cuchillo, quién sabe. Por último, hay un par de niños que parecen estar observando algo en el suelo, agachados sobre la nieve, aunque nada más salir tú oyes un par de voces, que les llaman de vuelta al hogar antes de que cojan un resfriado.
Recupera dos puntos de cansancio.
Bedelia no sabe dónde está la casa de Fredrick (y entiendo que no ha preguntado a Ashe para no cantear demasiado). Si quieres acercarte a cualquiera de las personas que hay fuera (o a alguna de las casas) adelante, si no avisa y continúo la escena.
Bedelia inspiró el aire helado del norte. Se había permitido echar una pequeña cabezada en el gran salón y todavía estaba ocupada tratando de desperezarse. Frotándose un ojo observó jugar a los niños con una media sonrisa, hasta que sus padres les llamaron a cenar. Aquel lugar estaba prácticamente vacío y sus únicas opciones de conversación se reducían.
Sacudió la cabeza, encogió los hombros y agradeció aquel instante de soledad improvisada. Bedelia era de las que opinaba que se debe pasar el mismo tiempo solo que en compañía. Comenzó a andar, dejando pequeñas nubes de vaho en el aire nocturno al expirar. Recorrió todas las casas del pueblo (al menos todas las que veía), buscando algo que le indicase cuál era la de Fredrick. Un símbolo, un nombre tallado...algo.
Frunció el ceño. Se sentía un poco estúpida por estar siquiera planteándose la presencia de Frederick en el pueblo. ¿Cuál era la posibilidad? Ninguna.
Y aún así, buscaba su casa.
Como era de esperar, no parece haber nada que indique cuál es la casa que buscas. La mayoría de los edificios no tienen ventanas, así que observar a la gente que hay dentro es imposible, sin llamar antes a la puerta o realizar una inspección más concienzuda. Tras un breve rodeo, notas que el único hombre que todavía está fuera, el tipo que ha estado cargando los sacos, te mira con desconfianza. Posiblemente tu comportamiento errático resulte bastante sospechoso, en retrospectiva. Sea como sea, ya solo te queda una casa, algo más alejada que el resto. Quizás, con algo de suerte...
Cuando estás acercándote, un movimiento entre los árboles te llama la atención. Allí, a cierta distancia del pueblo, se distingue una figura oscura, que se acerca tambaleándose en la penumbra. Todavía está a cierta distancia, por lo que no puedes identificar de quién se trata, pero dirías, por el tamaño, que parece un hombre adulto.
Bedelia entornó los ojos, tratando de distinguir la figura que se acercaba. Su primer pensamiento era que alguien volvía borracho a casa, pero eso no le terminaba de cuadrar, tenían una fiesta dentro de poco. Su otra opción era que estuviera herido.
-¿Hola?
Intentó hacerse oír sin levantar la voz para no sobresaltar a los pueblerinos, pero era evidente que si no se acercaba no iba a ser oída. Con cautela, avanzó hasta una distancia prudencial.
-¿Hola? ¿Necesita ayuda?
El hombre se sorprende un poco al oír tu voz. De cerca, lo cierto es que su aspecto intimida un poco. Tiene la cara cubierta de cicatrices, y tiene varias manchas de sangre reseca en la ropa y en los brazos. Aunque la sangre no parece reciente, el hacha que lleva en la cintura y su aspecto fiero hacen que, en resumen, parezca un tipo peligroso. Sin embargo, anda de forma errática e insegura, como si estuviera herido o cansado, y su actitud no parece agresiva, más allá de lo que pueda interpretarse por los detalles antes mencionados.
-Sí, joder, sí. ¿Qué lugar es este?
El instinto de auto preservación de Bedelia se encontró de frente con un impulso de ayuda, y el choque la mantuvo quieta en el sitio. No avanzó, pero tampoco retrocedió.
La sangre indicaba una lucha reciente, eso era obvio. El hacha que aquel hombre era un guerrero, y las cicatrices que era experimentado. Con esas características, al menos tentativamente, el ataque de algún animal salvaje era poco probable, se habría sabido defender. Bedelia pensó automáticamente en los bandidos.
-Os encontráis en Sultünge, un pequeño poblado de Los Yermos, cerca de ningún sitio, me temo.
Le miró a los ojos de frente.
-Si estáis herido puedo buscar al jarl y a alguien que pueda sanaros. ¿Qué os ocurre?
Bedelia no estaba nerviosa, pero si permanecía alerta. Sabía que se podía defender ante un ataque, pero no consideraba esa posibilidad algo probable. No en el pueblo, no con alguien así de frente.
-Nada grave. Llévame ante el jarl.
Entonces te repasa con la mirada, como si te viera por primera vez.
-No eres de aquí, ¿verdad?
Bedelia le dedica una media sonrisa.
-Sureña. Venid conmigo.
Comenzó a andar, guiando al hombre hasta la cabaña del jarl, esperando que éste estuviera allí. El pueblo era pequeño, pero los andares erráticos del hombre dejaban tiempo a Bedelia para investigar un poco. Drunfo y Thorir vinieron a su cabeza.
Esperó al extraño hasta ponerse paralelos.
-¿Puedo preguntar qué os ha pasado?
-Unos cabronazos nos atacaron. Conseguí huir.
Ante la perspectiva de ver al jarl, el paso del hombre se vuelve algo más firme, como si la promesa de una hoguera caliente junto a la que reposar le infundiera nuevas fuerzas.
Cuando hayas terminado de hablar con él llegáis a la sala común, nárralo en tu post cuando creas conveniente.
Bedelia hizo memoria.
-¿Eran bandidos cuyos estandartes mostraban una calavera y capas carmesíes?
Estaba forzando las respuestas, lo sabía. Notaba la actitud esquiva de aquel hombre, y tenía la impresión de que quería llegar hasta el jarl lo antes posible, sin intermediarios. El ritmo se había acelerado, pero todavía tenía tiempo para una respuesta más...
Me auto impongo el límite de una pregunta más. En cuanto responda (o no) le hago la última (o no) y puedes postear cómo llegan a la sala común.
-¿Qué? No, eran unos tipejos de lo más corriente.
Frunce el ceño.
-¿Por qué lo preguntas?
¿Sin prisas, eh? Que no eres el único que está haciendo cosas
-Por nada. Un viajero fue atacado por unos bandidos con esas señas, y otra viajera más por un segundo grupo distinto de bandidos. Muchos ataques cerca de un sitio tan poco concurrido.
La puerta del gran salón ya se encontraba ante ellos y se abrió con un crujido. Bedelia entró primero.
Nada, si más o menos estoy tirando por donde quiero ir, pero como tampoco tengo demasiada información como para pensar qué ha podido pasar me estoy dedicando a acumular información "por si acaso"