Partida Rol por web

Quien haya escrito esas palabras ha tenido tiempo de sobra para hacerlo, desde luego: toda la piel está cubierta de letras y símbolos, aprovechando hasta el más mínimo hueco para contrarrestar la falta de espacio. Tampoco te extraña que Resmit no haya podido leerlo, ya que está escrito en latín. Aunque tienes serias dudas de que pudiera haberlo hecho incluso si estuviera en Arkes, y esto no sólo se debe a la posibilidad de que no sepa leer, sino a que la tarea es realmente difícil.

Aunque el frío ha retrasado el proceso, la podredumbre de la carne y la exposición a los fenómenos naturales han causado que algunas letras o palabras no se distingan correctamente, por lo que la tarea no se limita a traducir lo escrito, sino a rellenar los múltiples huecos que quedan entre medias. El material utilizado parece ser alguna especie de tinta o carboncillo, que tampoco parece ser demasiado permanente, y que se pierde en algunas de las zonas que ya han empezado a adquirir un color negruzco y enfermizo. Por si todo eso fuera poco, el olor resulta casi insoportable cuando te acercas a mirar, requisito indispensable si quieres poder entender la deliberadamente pequeña caligrafía. En resumen: no es una lectura ligera.

A excepción de los varios párrafos distribuidos a lo largo de las pieles, lo único que destaca entre lo demás es un símbolo, dibujado en una de las esquinas con sorprendente detalle.

Hay un punto que, por su ubicación, parece el principio del texto. Empiezas a leerlo lentamente:

"Puede que estas sean mis últimas líneas.

Mientras Resmit sigue rebuscando bajo la carreta, intentando aguantar el olor, Saga se ve obligada a enfrentarse directamente y de forma menos sutil a esa misma tarea mientras acerca la mirada a los pedazos de piel para intentar descifrar algo. Tras un minuto, sin embargo, Sigbjörn se acerca y la interrumpe.

-Quizás seria más sensato leerlo a la vuelta.

La hedense encontró la tarea particularmente complicada por multitud de razones: la podredumbre, el desgaste del tiempo, los materiales... Pero nada como aquel olor pútrido y nauseabundo que se colaba por su nariz logrando incluso que llegase a paladear aquello. A pesar del enrojecimiento de la piel expuesta al frío, el color de su rostro se fue desvaneciendo a marchas forzadas, acompañado de sudores fríos.

-El símbolo... lo conozco -mencionó en voz alta, queriendo hacer el esfuerzo de continuar.

Pero la frase murió a medias, cuando Saga tuvo que cerrar los ojos y doblarse hacia adelante, apoyando una mano en la rodilla y alejando con la otra aquello, en un notable esfuerzo por no volver a vomitar lo poco que había ingerido. 

Tras un rato buscando parece que no hay nada mas interesante, así que salgo con cuidado de no golpearme la cabeza y busco a Saga.

- ¿Conseguiste leerlo? ¿que pone?

Conoces ese símbolo. Sæla hvítingr. Los tres cuernos de la abundancia.

Es una antigua leyenda, perdida entre la tradición oral de los Yermos. No es de las más populares, pero tampoco es completamente desconocida. Dice algo así:

"Al principio de los tiempos, cuando Mannaz creó a los humanos, el mundo era un lugar diferente a como lo es hoy. Más oscuro, más salvaje. Hermanos luchaban contra hermanos, y todo aquel que no pudiera portar un arma era asesinado sin piedad. No existían los clanes, pues los dioses aún estaban enfrascados en sus propias guerras y conflictos, y no prestaban atención a los humanos. Se vivía en una masacre constante, en la que los recursos eran escasos y todos miraban por sí mismos. Tanto odio, tanta oscuridad, acabarían por generar a una criatura impía, una criatura que nunca debería haber existido, que se alimentaba de esa tormenta de locura.

La criatura causó estragos, tanto que llamó la atención de los dioses. Entonces el dios Gebo, que percibió el peligro que presentaba aquel monstruo para los suyos, consiguió convencer a Anzus, el señor de los dioses, de hacer algo para pararle los pies. Temiendo que la naturaleza de la bestia le hiciera invulnerable al poder divino, Anzus ideó un plan, usando algunos cabellos dorados que le otorgó su esposa, Fehu, para formar una red irrompible con la que atraparla. Wunjo, la más hermosa entre los Valdyr, se ofreció a hacer de cebo, para atraer a la criatura hacia la trampa. En plan funcionó, y el propio Anzus se encargó de encerrarla en las profundidades de la tierra para liberar al mundo de su oscura influencia. Pero antes, decidió recompensar a los otros dioses por su ayuda.

Tres cuernos cortó de la criatura, uno para cada dios. A Gebo, por haber sido lo suficientemente despierto para advertir el peligro, y por haberse preocupado por unas criaturas tan insignificantes como eran, por aquel entonces, los humanos. A Fehu, su esposa, por haber cedido algunos de sus propios cabellos, radiantes como el sol, para forjar un artefacto tan poderoso como para poder contener el inmenso poder de la criatura. Y por último, a Wunjo, por su optimismo y arrojo, por haberse ofrecido a realizar tan ardua tarea sin temer por su dudar en su cometido en ningún momento.

Se dice que, gracias a ellos, el mundo evolucionó, dejando atrás la edad oscura del egoísmo y la maldad para dar paso a una nueva era, en la que cada dios otorgaría a los humanos alguna de sus características, convirtiéndolos en lo que son ahora. Fehu, usando su cuerno repleto de alimentos y manjares, les otorgó el don de la prosperidad, las cosechas, la abundancia, para no volver a pelear entre ellos. Gebo usó su cuerno, repleto de oro y riquezas, para enseñarles a compartir lo que tenían con los demás, para acoger a los extraños y unirles ante las adversidades. Y Wunjo, por último, usó su cuerno, repleto de las más exquisitas bebidas, cerveza, hidromiel, licores de todos los tipos y sabores, para otorgarles el don de la alegría, la sonrisa eterna frente a la oscuridad del mundo.

El cuerno de la prosperidad. El cuerno de la generosidad. El cuerno de la alegría".

Se incorporó, echando la cabeza hacia atrás con una bocanada de aire fresco. No entendía bien la particularidad del símbolo en aquel contexto, así que esperaba que las palabras del difunto le diesen sentido. Pero estaba segura de que con aquello tenían pruebas suficientes como para darle en la boca al sureño. Sin embargo, seguía habiendo demasiadas cosas sueltas que no tenían sentido.

Tras unos instantes negó, mirando a Resmit.

-Sólo el principio. Necesito tiempo, pero hemos dado con algo. Sigbjörn tiene razón, deberíamos volver. Voy a... guardar esto.

Se descolgó la mochila, arrodillándose después un rápido vistazo alrededor. Llevaba su cuaderno, lo que protegería aquella abominación hasta que pudiese transcribirla para después deshacerse de ella. No era algo para ir mostrando delante de nadie.

-Bien. ¿Y tú, has terminado? -comenta Godwin, dirigiéndose a Resmit pero sin poder evitar que sus ojos se desvíen constantemente hacia la periferia de su visión. Parece algo nervioso.

Jooo... Hubiese estado bien tener una buena noticia aquí para llevarla al pueblo. Pero supongo que si necesita tiempo lo mejor es descifrarlo en el pueblo.

Miro la carreta, un último vistazo por si se nos hubiese pasado algo, no parece que hayan encontrado nada en el exterior y en el interior no había nada interesante por más que buscara. Solo quedaba echar un vistazo a los alrededores, era posible que la guarida de la bestia andase cerca de allí. ¿Pero donde? Podría encontrarse cerca cerca de una pared de rocas, en una ensenada cercana, en un lugar resguardado del viento ya sea por maleza o piedra, donde tenga su "alijo" de restos.

Si los yormef estuvieran aquí podríamos investigar la zona... Mierda, vaya panda de cobardes, si lo sé no les hubiese ayudado en el juicio, estarían mejor muertos...

Giro 360 grados en busca de un posible lugar que cumple condiciones similares, con la visibilidad que me permitan los árboles. Pero si la carreta está aquí quiere decir esto es un sendero y que hay cierta visibilidad. Entonces me giro a Sigbjörn.

- Esto debe ser un sendero ¿no?  ¿Qué hay por ahí? - señalo en la dirección en la que se dirigía la carreta por la posición en la que está. - ¿A donde se dirigían?

Sigbjörn se encoge de hombros como respuesta.

-No hay muchos senderos por el bosque -añade Godwin-. Y aunque hubiera alguno por aquí cerca, es probable que esté cubierto por la nieve.

Decepcionado agacho la cabeza y miro al suelo hasta casi verme los pies. Pensativo, observo la blanca y nostálgica nieve que me recuerda a cuando me perdí en la montaña, aquella fatídica noche. Me siento igual de perdido que como aquella vez, solo que esta vez no puedo volver a casa, no hay salida de la montaña, y un monstruo más fiero aún que el lobo del cual porto su piel nos da caza. Esos días la comida también se agotó poco a poco y fue la primera vez que pasé hambre de verdad. Perdí la cuenta de los día que estuve sin comer, hasta que Thuriz me salvó.

Es entonces cuando el reflejo de la luz que emite la maza de energía me hace volver a en mi, era como si me hubiese aislado unos segundos del mundo, no oía nada... no sentía nada... solo la brisa susurrando entre los árboles y rozando mi cuerpo, la vista clavada en la muerte blanca del invierno.

Pero en esta ocasión no estoy solo, y no soy un niño...

Alzo la vista y miro a los demás.

- Sí, será mejor largarse de aquí. Ya lo descifraremos en el pueblo, junto al fuego.

Saga tiró de las cintas de cuero para cerrar la mochila y levantarse, ajustándose la capa y los mitones de nuevo.

-Sé que no muy lejos de aquí fue donde me despeñé, cuando nos separamos -comentó, echando un vistazo alrededor por si lo reconocía. Ingur había estado apoyado en uno de aquellos árboles mientras Beledia indagaba-. Pero dudo que rodase desde allí hasta aquí. Vamos.

La vuelta a Sultünge ocurre sin ningún incidente. El ambiente es sombrío, y más de uno mira de reojo, de cuando en cuando, a la mochila de Saga. Lo que lleva ahí dentro está presente en los pensamientos de los cinco.