La mujer te guiña un ojo. Luego se gira hacia las niñas.
-Muy bien, niñas. Decidnos qué veis.
Las niñas siguen concentradas durante unos segundos. Luego empiezan a entonar, con voz distante.
-Escucha bien nuestras palabras, Espada de Hielo.
-Guarda en tu memoria cada uno de nuestros consejos.
-Tres veces tendrás que enfrentarte a tu sino.
-Tres veces cambiarás el curso de tu río.
-Espera, pues, con actitud atenta.
-Pues solo tú escogerás tu senda.
Una de ellas acerca una de sus manos, llenas de sangre, a su rostro, y acto seguido aspira con fuerza.
-Veo aquí el primero. El día que el oro sea cubierto con sangre, cuídate del intruso entre paredes de tela.
La otra niña levanta la mano y estruja entre sus dedos lo que probablemente sean parte de las vísceras del ave.
-Atento al segundo. Cuando el frío enseñe sus dientes, busca la respuesta en la sangre desterrada.
Las dos niñas se giran la una a la otra y alzan sus dedos, pintando símbolos rojos en la cara de la otra con la sangre del cuervo. Esta vez, hablan al mismo tiempo.
-El último consejo, también el más importante. Cuando la fortuna parezca sonreírte, desconfía del dragón.
Se separan y luego bajan la cabeza, dejando que sus cabellos tapen sus rasgos. No dicen nada más, pero parecen distantes, como si estuvieran en alguna especie de trance...
Thorir escuchaba con mucha atención lo que las niñas le decían, escudriñaba sus rostros e intentaba comprender aquellos consejos, no entendía nada, pero siguiendo el consejo de aquelas mujeres los guardó muy bien en su memoria, al fin y al cabo, podrían serles útiles en un futuro.
Al terminar de hablar las niñas, Thorir miró a la volvä, -Gracias por los consejos, procuraré tenerlos en cuenta- dijo inclinando levemente la cabeza, -Ahora os pido que aceptéis este regalo como muestra de gratitud hacia vosotras- Thorir sacó una daga que llevaba en el cinto y se la entregó a la volvä, era una daga con la empuñadura tallada por él mismo dónde se podía apreciar el rostro de un lobo y se podía leer el nombre de Thorir.
Por primera vez desde que la conociste, la mujer parece sorprendida. Recoge tu daga con cierta inseguridad, como si esperara que te fueras a echar atrás en el último momento. Luego la observa con determinación.
-Gracias... -Murmura, sin mirarte siquiera, completamente concentrada en el objeto-. Esto... Es muy valioso. Más de lo que te imaginas.
Las dos niñas, que parecen haber salido al fin del trance, se acercan a la mujer y se sientan en el suelo, a su lado.
-Un regalo por otro.
-Los caminos se separan.
Como si aquello tuviera algún tipo de significado obvio, la völva asiente, pensativa.
-Sí, ya es hora de que terminemos esta visita.
Te guía hasta la puerta, y la empuja con la mano suavemente. Al abrirse, la luz empieza a asomar por la rendija, como si quisiera escapar de aquel lugar. ¿Pero adónde? ¿No lleva la puerta acaso afuera, al exterior? ¿Cómo se puede escapar entrando en un lugar cerrado? La völva escudriña tu rostro, y luego añade con tono serio.
-Todavía puedes echarte atrás, si lo deseas. Quizás las señales se referían a otro momento, en el futuro. No hay nada que te ate a esta puerta ahora mismo, solo tu voluntad.
Con rostro serio pero agradable miró a la volvä, -No, voy a hacerlo, de nuevo, gracias por todo- acto seguido entró en aquel extraño lugar.
-Hasta la próxima vez que nos veamos...
La luz te envuelve, y te ciega. Das un paso hacia delante, traspasando el umbral...
Te despiertas tirado en la tierra, boca arriba. Tu cabeza parece a punto de estallar, y al principio tus piernas no parecen responderte. Sin embargo, tras unos segundos logras incorporarte, la visión del cielo gris, cada vez más oscuro, presente en tu cabeza. ¿Qué ha pasado? ¿Qué hora es?
Miras a tu alrededor. No reconoces esa zona del bosque.
Thorir estaba algo mareado, sin saber muy bien dónde estaba, con la mirada observaba todo el entorno, buscando alguna pista que le ubicara, pero nada, -¡¡Sturm!!- gritó, aquello no le gustaba demasiado, e instintivamente se llevó la mano al pomo de su espada.
-¿Dónde diablos estoy?- dijo Thorir en voz baja, como preguntándose a si mismo.
No hay respuesta.
Pasa una hora hasta que divisas, en la lejanía, unas colinas familiares que te ayudan a orientarte. La noche ha caído cuando llegas a tu hogar, en donde te encuentras con tu padre y sus guerreros, que acaban de regresar. Ya estaban organizando una partida de caza para salir a buscarte, de hecho. Tu padre, entre molesto y atónito, te empieza a hacer preguntas con vehemencia.
-¿Dónde has estado, Thorir? ¡Diablos, chicos, creíamos que llevarías aquí ya unas horas! Creíamos que te habían cogido algunos rezagados de su ejército. ¿Por qué has llegado a estas horas?
Thorir estaba avergonzado, el encuentro con la volvä le había retrasado mucho y lo que quisiera que hubiera ocurrido al cruzar aquella puerta le había dejado desorientado. Miró al resto de hombres que estaban a punto de salir en su búsqueda y por último a su padre, las caras de todos le miraban con incredulidad y algo molestos, -Padre, lo siento, no debí salirme del camino, creí que podía recortar algo de tiempo si me internaba en el bosque pero me desorienté- hizo una pausa y prosiguió, -Además mi caballo se asustó de algo y me tiró, así que por esto no he llegado a tiempo- intentaba mantener la mirada a su padre y aparentar la máxima seguridad. Nunca mentía a su padre, pero si decía en mitad del pueblo que había estado con la volvä sería el hazme reír de todo el Clan.
La reprimenda de tu padre y la vergüenza posterior ante las mofas de tus compañeros te hacen pasar una mala noche. Por desgracia, las bromas respecto a tu pobre sentido de la orientación, alentadas en parte por tu hermanastro, continúan durante unas semanas, hasta que por fin la gente empieza a olvidarse del incidente. Sin embargo, logras mantener tu determinación de no revelar el secreto, así que las aguantas en silencio. Meses más tarde, en una de esas extrañas ocasiones en los que podrías ausentarte de tus deberes durante un par de días, te animarías a hacer un pequeño viaje aprovechando que las temperaturas eran suaves y el cielo estaba despejado. Rastreando hasta donde recordabas, intentarías encontrar la cabaña de esa mujer, para volver a verla y, quizás, preguntarle qué ocurrió aquella tarde. Sorprendentemente, cuando por fin encontraste la cabaña, esta se encontraba vacía y deshabitada. La maleza había recuperado parte del terreno, y los signos de dejadez eran evidentes: Hacía tiempo que nadie vivía allí.
Confuso, regresaste a tu hogar, empezando a temer que nunca podrías llenar ese hueco vacío de tu memoria.
Aleh, si quieres poner algo más adelante, si no cierro el flashback