Partida Rol por web

Poco antes de que Sultünge se reúna de nuevo para escuchar las decisiones de Thaldein, una nueva visita te vuelve a arrancar de las garras del sopor. Confiar en que os fueran a dejar tranquilas durante toda la mañana era, por otro lado, una visión bastante optimista, teniendo en cuenta todo lo que ha ocurrido.

-Hola.

No puedes leer la expresión de Gerdah, no tan dormida. Podría estar pensando en cualquier cosa, y ese "hola" te ha sonado tan neutro como cualquier otro. A vuestro alrededor hay algo más de jaleo que antes, aunque la sala sigue estando bastante vacía. Por suerte, parece que la gente ya no se fija tanto como antes en vosotras... Lo que no quita que, de vez en cuando, siga habiendo ojos clavados en vuestras nucas, miradas que se apartan rápidamente al ser descubiertas. No en vano, vuestra aparición esa misma mañana ha causado gran revuelo.

Al otro lado de la mesa, parece que un chico se ha sentado a hablar con Bedelia casi al mismo tiempo que Gerdah contigo. Casualidades del destino.

No tuvo más remedio que despegar los párpados con el mismo entusiasmo con el que solía rendirse al sueño a la espera de lo que aguardaba la oscuridad. Distinguir el cabello cobrizo y las facciones de Gerdah tan solo logró desalentarla más. La miró, cerró los ojos un momento y se incorporó de nuevo con pesadez, estirando los brazos y apartándose el pelo del rostro.

-Hola, Gerdah -respondió una vez recompuesta empleando el tono más neutro del que fue capaz. Notó enseguida que su propio humor generaba una serie de argumentos defensivos, dispuesta a justificar el agravio cometido contra la muchacha y su anfitriona, pero un segundo pensamiento acarició su parte más emocional y decidió que no tenía ganas de discutir ni de defenderse ni de poner excusas. Ahogó el orgullo, buscó sus ojos y se disculpó-: Sirva o no, lo siento.

Gerdah asiente, en silencio.

-Acepto las disculpas. Frigda no está enfadada. Yo tampoco. Es decir, al principio... -Parece pensar mejor lo que iba a decir, porque se corta a mitad de la frase-. Bueno. Lo hecho, hecho está. Entendemos por qué lo hicisteis.

Esboza una sonrisa, que si bien no encierra la candidez de la noche anterior, sí que parece tender un puente entre las dos.

Después de todo, aún le quedaron fuerzas para esbozar una trémula sonrisa que duró menos que un suspiro. Un gesto de paz, de comprensión, quizá. Asintió, más para sí misma, y dejó la mirada caída. ¿Entonces por qué?, se preguntó, pero fue incapaz de hacer la pregunta en voz alta.

Las dos dejáis que el silencio repose durante unos segundos, mientras aquel momento de perdón cala en vuestros corazones.

-Hay que tener valor para hacer lo que hicisteis -Dice al rato, evitando tu mirada-. Sobre todo en lo que respecta a volver hoy aquí. La mayor parte del pueblo sigue recelando de vosotras, pero es normal. A las personas les cuesta dejar su orgullo a un lado cuando se sienten ultrajadas, aun sabiendo que se hizo lo correcto. Muchos no os concederán ni siquiera eso. Para ellos, los Yormef no son más que asesinos y criminales. No es raro que os metan en el mismo saco, ya que les habéis ayudado.

Por fin parece reunir el valor para mirarte. Tiene unos ojos bonitos, azul claro como un lago cristalino en un día despejado.

-Por eso creo en vuestra honestidad. Habéis regresado, incluso a sabiendas de que os iban a repudiar. No debe de haber sido fácil mirar a Frigda a la cara. Hay que tener valor, y eso dice mucho de vosotras.

Se sonrió incluso mostrando los incisivos como si hubiese algo gracioso o curioso en todo aquello. En realidad pensaba en Yngrid y su insistencia en mentir, y en si estaría por allí fuera maldiciendo a sus ancestros. Pero Gerdah lo encontraba valeroso y en el fondo Saga se sintió satisfecha porque alguien había comprendido el fin de todas sus acciones. Aquella chica, joven, inocente y encantadora, de entre todos, le había dado el significado que esperaba alcanzar.

-Gracias -dijo finalmente, y se hundió en el azul de sus ojos-. Por entenderlo. Por apreciarlo. Yngrid quiso que fingiésemos que nos habíamos acobardado... Yo creo que la verdad, aunque duela, sigue siendo la verdad, y aunque los haya que la nieguen en el fondo se reconoce.

Se restregó el ojo izquierdo con la palma y después se quedó pensativa mirándose las uñas, las cuales habían quedado ennegrecidas de nuevo tras cambiarle los vendajes a Eskol. Parecía en aquellas circunstancias una tarea imposible mantener sus manos limpias y no pudo evitar encontrar cierta ironía en aquello. Odiaba tener las manos sucias, pero era la consecuencia evidente por involucrarse.

-Ciertamente, Gerdah, me siento desconcertada por tu visita -admitió. La gente no solía visitar a los prisioneros, y menos cuando eran estos los que habían saqueado tu despensa. O, al menos, no para traer palabras de consuelo.

-Ya imagino -Esboza una sonrisa de culpabilidad-. Supongo que no es el comportamiento que podría esperarse en una situación así. Frigda... Tiene un corazón muy grande, pero es algo fría a veces. No vendrá a hablar con vosotras. Por eso he venido yo. Creo que es justo que sepáis que no os guardamos rencor.

Inspira, y luego suelta el aire de golpe, como si se hubiera quitado un peso de encima. Luego te sonríe con naturalidad.

-No quiero molestarte más. Supongo que estarás cansada.

-Gracias por hacérnoslo saber, Gerdah. Eres encantadora -admitió con suavidad. No creyó necesario reiterar su culpabilidad o insistir en una compensación. Las palabras al final caían en saco roto si no eran sucedidas por actos que demostrasen su peso-. Oye, sólo una cosa... ¿Vosotras creéis lo que han dicho? Lo de la bestia...

Si algo podía hacer, era advertirles del peligro real que corrían. De modo que esperó su respuesta, atenta, antes de decir nada más.

Tu pregunta parece pillarle por sorpresa a Gerdah, que ya parecía estar a punto de levantarse. Durante unos segundos medita la respuesta, bajando la mirada de nuevo.

-Yo... No sé. No sé si eso es un demonio, o un oso enfurecido, o alguien disfrazado. Me da igual. Sé que es peligroso.

Hace una breve pausa, en la cuál se retuerce las manos en un gesto de nerviosismo. Luego parece reunir fuerzas para volver a mirarte a los ojos.

-Frigda dice que tenemos que ser fuertes, que no podemos dejarnos llevar por el miedo. Pero Thaldein es el mejor de nuestros cazadores, y Einar era un gran guerrero. Y con ellos estaban Rolf, y el forastero... No es normal lo que ocurrió. No sé. No quiero saberlo.

Saga escuchó paciente, y con delicadeza alargó la mano para posarla sobre el antebrazo de Gerdah, buscando su mirada.

-Escúchame: estamos en ello -dijo con tranquilidad, dándole una cadencia pausada a sus palabras-. Manteneos durante la noche a resguardo y con el fuego encendido. No salgáis una vez haya oscurecido, no importa lo que escuchéis fuera. Y si lo hacéis, salid con antorchas. Vamos a solucionarlo.

-... Los mayores están diciendo de dormir todos aquí, en el gran salón. Por seguridad. Se lo he oído antes a Frigda.

-Eso es decisión del thing. No hay mucho que yo pueda decir al respecto -comentó.

¿Reunirlos a todos? No veía mejor manera de prepararle un festín a la bestia, pero tampoco sabía cómo defenderlos. En realidad, no sabía nada de nada.

Gerdah no parece tener nada más que decir al respecto, así que se limita a desviar la mirada. Entonces parece advertir la compañía de Bedelia.

-Pero... ¿Qué hace Jostein hablando con...?

No llega a terminar la frase, pero alza una ceja, intrigada.

Saga desvió la mirada sutilmente hacia el otro lado de la mesa. No recordaba quién era él o por qué habría de ser raro que hablasen.

-¿Quién es? -preguntó, volviéndose hacia Gerdah.

Gerdah sigue mirando al tal Jostein durante unos segundos, con expresión preocupada. Ni Bedelia ni el chico parecen advertir vuestro interés.

-Un chico del pueblo.

Parece decidir no pensar en ello, porque rápidamente se gira y te sonríe, restándole importancia.

-No es nada, simplemente me ha sorprendido. Le habrá picado la curiosidad por escuchar vuestra versión de lo ocurrido, seguramente.

Gerdah suspira y se levanta.

-Bueno, creo que ya te he molestado suficiente por hoy. Querrás descansar. Y yo misma tengo asuntos que atender antes del thing.

Te sonríe de nuevo.

-Aguanta ahí, ¿vale? Saldréis de esta.