Partida Rol por web

23 de Noviembre, año 990 D.C.

No eres de los que refunfuña por lo bajo, pero ganas no te faltan.

"Los Yermos Gélidos, ese sí que es un buen lugar para un historiador. Esa gente vive atada a sus tradiciones, tiene un montón de leyendas pero casi ninguna tradición escrita. El que consiguiera recopilar toda la información disgregada entre sus clanes se convertiría en un pionero."

Un pionero. Si vuelves a ver a ese vejestorio de sonrisa fácil le vas a servir una buena dosis de puños. "Será un viaje interesante", decía. "Verás un montón de ruinas", decía. No has visto nada más que nieve y árboles desde que has llegado aquí.

Y no es que la gente de Goldar no te haya llamado la atención. Su cultura, sus tradiciones, su estilo de vida es, desde luego, llamativo. Pero ni por asomo merece el frío que estás pasando. La última vez que dormiste caliente fue en una posada de Moth, unas semanas antes. El resto han sido puebluchos de mala muerte o, lo que es peor, dormir a la interperie. Que, con el manto de nieve que empieza a cubrir los alrededores de la cordillera Miürenheim, que es donde te encuentras ahora mismo, cada vez parece una idea más peligrosa.

Pero que nadie diga que Add Maddow se echa atrás después de tomar una decisión. Has venido aquí a estudiar el pasado de los nórdicos, y por todo lo más sagrado que estudiarás el pasado de los nórdicos. Ni el frío ni la nieve ni el viento ni los lobos podrán hacerte cambiar de opinión.

El sendero que sigues te lo aconsejaron dos tramperos en el último pueblo, y al parecer es un atajo para llegar a las tierras del clan Thurizung rápidamente. No dudas que entrar en contacto con un clan mayor supondrá un gran avance en tu investigación, pero la verdad es que este sendero es, perdón por la expresión, una gran basura. Dudas siquiera que sea un camino por el que suela pasar la gente: Bien podría ser una senda de cabras que algunos animales está acostumbrados a transitar, y que esos dos tramperos suelen usar para conseguir sus piezas. Pero andar, lo que es andar, por aquí, es una tarea tan pesada como peligrosa.

Después de un giro te paras en seco y no puedes evitar resoplar, enfadado. Allí, frente a ti, un montón de nieve bloquea el resto de la senda. Parece ser que, de aquí en adelante, el camino será más abrupto aún si cabe. Quizás ahorras unas horas, o incluso unos días, si continúas por allí, pero también es posible que en cierto punto la senda desaparezca por completo, o incluso que sea peligroso. La alternativa, por otro lado, supone perder casi medio día de camino en regresar sobre tus pasos y volver a la última bifurcación, lo que supondría perder un tiempo precioso, que se añadiría al hecho de que el otro camino no es un atajo, y probablemente dé unos cuantos rodeos que te hagan perder más tiempo.

Ninguna de las dos opciones resulta atractiva.

Tras un breve momento de meditación que acaba con una gélida brisa calándome los huesos, suelto un gruñido de rabia por el frío que me rodea, que va a terminar por dejarme estéril, y me lanzo hacia ese enorme montón de nieve. Además de un maestro de la historia, el transcurso de los años había convertido a este negro en un viejo cascarrabias gruñón. Sea el clan Thurizung o la muerte lo primero que encontrase quería encontrarlo de una puta vez.

El camino, como habías previsto, es cada vez más difícil y escabroso, hasta llegar al punto de tener que sortear obstáculos verdaderamente peligrosos para seguir avanzando. Pero no has llegado hasta allí para dar la vuelta a estas alturas. Tras un par de horas de camino empieza una subida que parece bordear una colina cercana, y cuando ya ha entrado la tarde, y el sol acaba de comenzar su lento descenso por el cielo, llegas a una zona particularmente complicada: Un risco, de una anchura de poco más de medio metro, que se extiende a lo largo de unos veinte metros hasta volver a ensancharse. A un lado, la pared rocosa, al otro una caída hacia el abismo, de algo más de treinta metros. Los fuertes vientos que azotan el trayecto a son mayores a esas alturas, por lo que pasar parece especialmente peligroso, si no se hace con cuidado.

Quizás es un buen momento para volver. Aunque, a estas alturas, echarse atrás supondría perder más de un día de camino. Una decisión algo cobarde, aunque... ¿Cuántas veces se confunde la cobardía con la sensatez?

- "HASTA LOS COJONES DE ESTE PUTO FRÍO". Por si no fuera ya difícil y abrupto el camino que esos malditos tramperos del demonio me habían indicado ahora me encontraba ante un desfiladero mortal. Tengo frío, prisa y, si no fuera porque los tengo congelados, estaría hasta los huevos de andar por este yermo alejado de la mano de Dios. Pero si hay algo que aún mantengo es la cordura, hay que estar loco o tener muchas ganas de morir en esta tumba de hielo para cruzar ese risco. Cabizbajo y resignado vuelvo por donde he venido, apurando las últimas horas de sol y dispuesto a volver a dormir a la intemperie.

La decisión de volver parece lo más sensato, así que regresas sobre tus pasos, maldiciendo tu suerte, y te olvidas de ese peligroso risco y la trama mortal que probablemente encerraba. Sin embargo, más tarde que temprano acabas por arrepentirte de tu decisión.

Y es que encontrar el camino de vuelta no es tan sencillo, ya que empieza a nevar y el sendero queda cubierto por más nieve aún. Estás cansado, dolorido, y muerto de frío. Por las noches, buscas refugio donde bien puedes, improvisando como puedes cuando no encuentras ningún recodo en el que refugiarte del viento, utilizando la vegetación y otros elementos del bosque a tu favor. Durante dos días, subes cuestas interminables y atraviesas zonas totalmente bloqueadas por la nieve, a paso de tortuga.

A cambio de esa ordalía, puedes disfrutar de los paisajes norteños en todo su esplendor. Ríos congelados, colinas que se alzan contra el cielo, sombras de animales que te acechan desde la distancia, ocultas entre los árboles. Algo digno de ver, aunque reconoces que estarías de mejor humor para disfrutar de su belleza si no hiciera ese frío tan intenso.

Sea como sea, al final consigues volver al camino principal, y satisfecho decides acampar en un lugar relativamente recogido, con tu tienda de campaña. Esa noche, sin embargo, el viento comienza a soplar con mayor intensidad, y el frío se vuelve más intenso y preocupante. Afuera, la nieve revolotea y, por la mañana, te encuentras que la entrada de tu tienda ha sido parcialmente bloqueada por esta. Despiertas entre toses, con la frente algo caliente y la sensación de haber pasado una de las peores noches de tu vida. Los dedos de los pies, además, están algo rojos, y has perdido algo de sensibilidad en ellos. Es posible que, si no encuentras algún poblado pronto, se te congelen. Y quizás estás incubando algo...

Amanece. Parece que va a seguir nevando durante el resto del día, aunque el viento ha amainado desde la ventisca de anoche. La sensación de frío es peor que los días anteriores, pero tolerable. Aunque tu estado de salud no es el mejor, quedarse aquí no arregla nada. Deberías continuar por el camino, a la luz del día, a ver si llegas a algún lado de una maldita vez.

Hasta a un viejo cascarrabias se le quita el mal genio cuando teme por su vida. Lo último que Aad quería después de este reciente transcurso de acontecimientos era perecer y caer en el olvido, quedando su inerte cuerpo enterrado en la nieve durante meses o años. Esta agonía o mejor dicho desesperación se iba haciendo más y más fuerte. Hacía ya un par de días que no refunfuñaba o blasfemaba, lo único que quería era pasar una noche junto al fuego y volver a sentir que esos dedos de los pies son suyos. Aún con esta agonía a cuestas, le quedaban fuerzas y una pizca de esperanza para seguir su camino.

Llegado a cierto punto, el camino se hace más transitable, aunque la nieve no deja de caer en ningún momento. Tus botas se van hundiendo en el manto blanco, y cinco pasos son un mundo para ti. Hace un rato que no sientes los dedos de los pies, y la tos no deja de empeorar.

Pero Add Maddow no tira la toalla tan fácilmente.

Tras unas horas de viaje, escuchas un silbido. Llega de un punto indefinido, más adelante en el camino. Las notas forman una alegre cancioncilla de marcha, por lo que deduces que debe de ser otro viajero, como tú.

Sea quien sea, todavía no ha llegado a tu posición, por lo que ni tú le ves ni él te ve a ti.

Aad Madow ante todo es cauto, pero en este momento lo único que desea es tener contacto con la civilización una última vez. Necesitaba llegar a quién la nieve ocultaba, fuera quién fuese, así que nada de rodeos o intentos de evadir el encuentro que cada vez se hacía más inevitable debido a la cercanía de los silbidos. "¿QUIÉN VA?"- Dijo Aad con un tono firme, dentro de lo que el frío permitía.

Según la cancioncita se acerca, oyes más sonidos: El jadeo típico de unos perros, el sonido de algo arrastrándose. Para cuando das el alto, ya tienes una visión clara del viajero.

Es una mujer joven, envuelta en ropajes de invierno. Va encima de un pequeño trineo en el que lleva algo de equipaje, y le acompañan seis perros que tiran de ella. Al oírte, sonríe y detiene a los animales, que te miran con las orejas en alto. Luego se incorpora, apoyándose en un bastón alto y fino que desengancha del trineo, y alza una mano para saludar.

-¡Buenos días, viajero! Mi nombre es Vanna, y estoy de paso por estas tierras. ¿Con quién tengo el placer de hablar?

Habla en Arkes, la lengua de los nórdicos. Aunque tampoco es que seas un experto en ella, dirías que tiene cierto acento extraño, lo que probablemente indica que no es su lengua materna.

Buenos días -dijo Aad mientras hacía una breve reverencia- mi nombre es Aad Madow y soy un humilde historiador que ha venido a descubrir la historia de esta tierra en la que nos encontramos. Por más que el historiador intentó mantener la compostura, no pudo ocultar demasiado el horrible catarro que consumía su cuerpo lentamente.

¿A cuánto dista la civilización de nuestra posición? -preguntó nuestro negro amigo mientras se acercaba a la joven muchacha para mantener una conversación más cercana.

Vanna se lleva una mano a la barbilla, pensativa, mientras baja del trineo y empieza a andar hacia ti poder conversar en un tono más normal.

-Pues... Yo vengo de Lagerat, pero te pilla un poco lejos andando. Creo que lo más cercano es... Cómo se llamaba... Sultiung. O Soltugen. O algo así.

Ya está casi al lado.

-Pilla por este camino, y cogiendo un desvío a la derecha. Aunque no sé ve mucho, hay que estar atento. Yo casi no lo veo, aunque es normal porque tampoco soy de aquí.

Apenas si para un momento para respirar.

-¿Un historiador, has dicho? ¡Guau, eso es muy interesante! ¿Y estás visitando todo Goldar para escribir sobre lo que veas? Tengo un amigo que también es historiador. A mí tampoco me va mucho, aunque me obligaron a estudiar algo de historia antigua hace unos años.

Joder, cuanto habla.

-¿Y a dónde te diriges? ¿Has visto ya alguna historia interesante por aquí? Seguro que has venido buscando ruinas, yo ya he visto unas cuantas. Y la gente es muy hospitalaria. ¿Tienes pensado quedarte mucho tiempo?

Para de nuevo, para tomar algo de aire. Ya has perdido la cuenta de las preguntas que te ha hecho.

Parece que te gusta la conversación, de eso tengo bastante -dijo Aad dejando caer una pequeña sonrisa, sonrisa que pronto se convirtió en gesto de dolor y angustia- pero me temo que tengo que seguir mi camino si quiero conservar los dedos de los pies.

Tras un breve silencio incómodo Aad invita a la joven a un refrigerio a Sultiung o Soltugen o como diablos se llame el condenado pueblo para así poder compartir experiencias antes de seguir sus caminos. Nunca sabes cuando este temporal puede arrebatarte tu último aliento con sus gélidas garras. Quizás un intercambio de opiniones nos ayude en nuestro viaje.

Vanna sonríe ante tu ofrecimiento.

-Lo siento, pero me pilla un poco mal dar el rodeo.

Entonces toses, y por fin parece darse cuenta de tu estado actual.

-¡Anda, has pillado un resfriado! Ven, quizás tengo algo en el trineo.

Sin esperar respuesta, se gira y empieza a revolver entre sus cosas.

Espero pacientemente y agradezco la ayuda. No solo aparece esta joven viajera justo en el peor momento sino que me ofrece ayuda. No quepo en mi gozo.

-¡Aquí están!

Exclama, sonriente, mientras extrae un par de frascos de su trineo. Uno lleva un potingue verdoso dentro, el otro un líquido de color transparente.

-Esencia de Hisojia -Dice, mientras te entrega el frasco del líquido-. Se consigue machacando pétalos de la flor, y recogiendo el liquidillo que sale. Dicen que viene bien para la tos. Y pasta de Fantrix. Esto se hace con varias hierbas, es algo más complicado. Úntatelo en los pies y en las manos cuando entres en calor. Ayuda a la circulación.

Espera a que recojas los frascos y luego los mira, satisfecha.

-Tengo más para mí, estos son un regalo. Te daría también algo de abrigo, que vas un poco fresco. Pero me hace falta. Me quedan unos tres días de viaje hasta mi destino, ¿Sabes? Más o menos. Quizás algo menos. Pero los perros estos son unos vagos, así que tres días. Va a ser bonito, dicen que esta cordillera tiene unas vistas maravillosas. No voy a subir, pero seguro que desde abajo también se ve bien.

Sonrío, hago una humilde reverencia y agradezco los servicios asegurando de corazón que los usaré en cuanto llegue a mi destino.

-Mucha suerte en su viaje, ha sido todo un placer conocer a una persona con un corazón tan grande.

Me despido y si no hay nada más que decir sigo mi camino decidido a llegar de una vez por todas a mi destino.

Vanna te devuelve la sonrisa.

-No hay de qué. Tenemos que ayudar a otros viajeros con problemas, si queremos ser ayudados el día que lo necesitemos.

Dando la conversación por finalizada, empieza a recoger mientras sigue chapurreando sobre temas que poca relación tienen entre sí, pero que ella logra hilar con asombrosa facilidad. Apenas tienes tiempo de intervenir de nuevo en la conversación, hasta que esta se despide, ya subida en el trineo.

-Suerte en tu camino, Add Maddow. Con suerte, nuestros caminos volverán a cruzarse.

Observas como se aleja, apretando los frascos contra tu pecho. Si estaba en lo cierto, no debe quedar mucho para Sultünge. Por fin, un fuego y un techo. Por fin, un descanso.

Reanudas la marcha, sintiéndote más optimista que hace una hora.

-Suerte en su camino señorita Vanna, tras este encuentro no dudaré más de mi suerte.

Tras una breve reverencia sigo mi camino sin detenerme hasta volver a sentir la bolsa escrotal.