Jorik niega lentamente con la cabeza.
-No tenemos celdas... Y aunque las tuviéramos, no sabría encontrarlas. Todo es tan... Distinto. No puedo explicarlo.
Saga se frotó el ceño. Aquello iba a ser más complicado de lo que esperaba pero... ¿Qué más podía hacer?
-Vale. Sígueme. Yo te guío.
Motivo: memoria
Tirada: 1d100
Resultado: 100(+40)=140
Motivo: memoria 2
Tirada: 1d100
Resultado: 74(+140)=214
Jorik permanece en silencio durante todo el trayecto, quizás sumido en sus propios pensamientos oscuros. ¿De nuevo, es acaso posible que un espíritu reflexione de esa manera? Hay tanto que desconoces, aun después de tantos años, del mundo de los muertos...
Tú, sin embargo, te centras en hacer memoria, ordenando tus pensamientos. ¿Dónde dijeron que iban a meter a los Yormef? La respuesta no tarda en llegar, al recordar una conversación que oíste por casualidad esa tarde, mientras intentabas echar una cabezada en el salón del jarl: El cobertizo trasero. No tardas en encontrarlo.
No obstante, mientras te acercas a la pequeña edificación, tu mente vuela libre entre tus otros recuerdos, hasta volver de nuevo al que te ha estado atormentado desde que llegaste: El encuentro con los fantasmas de tu pasado. Su rostro se perfila de nuevo en tus ojos, como la máscara de la muerte, un horror que juraste someter pero que, de alguna manera, siempre temiste volver a enfrentar.
Es entonces, ya descansada y con la mente algo más despejada, cuando te das cuenta de la incoherencia. Como un gusano que hubiera entrado en tu cabeza y por fin encontrara un orificio para emerger volando, transformado en una nueva entidad más bella y compleja, aquella pequeña sugestión implantada en tu mente por quizás una potencia externa y desconocida por fin germina, mutando en un pensamiento estructurado, permitiéndote traspasar el velo del miedo y la tensión para vislumbrar la imagen que se esconde debajo. El rostro de la criatura, sus horrendas proporciones, deformadas en tus recuerdos por el miedo y la fugacidad del encuentro, empiezan a revelar sus secretos: La forma de los ojos, el tamaño de sus fauces, la posición de sus garras, la longitud de sus cabellos, la orientación de las bifurcaciones de su cornamenta... Todos aquellos detalles que a cualquier otro le resultarían imposibles de advertir, pues las emociones intensas nos hacen distorsionar nuestras propias memorias hasta hacerlas irreconocibles. Pero tú no eres ninguna aficionada, y conoces las debilidades de tu propia mente. Conocer es el primer paso para superar.
Así que, como si fuera alguna clase de juego infantil, repasas la imagen mental, estableces puntos de referencia, dejas que los hilos que surgen en tu mente se desarrollen hasta sus conclusiones naturales... Y, de nuevo, adviertes que algo no encaja. Haciendo un esfuerzo inmenso, abres el cofre en el que guardas el origen de tus pesadillas, y extraes lentamente aquella noche en la que viste como el fuego danzaba, aquella noche en la que las estrellas parecían cubiertas de escarcha, aquella noche que te maldijo para siempre... Y su rostro aparece de nuevo junto a ti.
Es entonces cuando todo empieza a encajar, y no puedes evitar pararte en seco, atrayendo la atención de un mudo Jorik.
Porque o bien aquella cosa es capaz de mutar su apariencia... O bien son criaturas diferentes.
Lo cual implica que hay más de una de esas cosas vagando por el mundo.
Lo cual implica que tu venganza podría resultar más difícil de lo que pensabas.
No eran la misma criatura. No eran la misma criatura y...
Sacudió la cabeza, volviendo sobre el mismo pensamiento. Estaban malditos. Algo estaba transformando a gente en aquellas criaturas hambrientas y sedientas de sangre y carne humana. Algo... O alguien, ya que había sido capaz de seguir el rastro de sus carnicerías a lo largo de Hendell, perdiéndole la pista en Goldar. Pero entre su ataque y aquello habían pasado, ¿cuánto? ¿Casi veinte años?
¿Y qué había de Kraeghul? El fuego no había hecho nada pero no podía negar el hecho de que estaban demasiado cerca de Miürenheim, donde aquel chamán había derrotado a la bestia al alba.
-La sangre llama a la sangre. El hombre que parece un lobo -repitió sin saber qué significaba-. Un hombre que parece un lobo. ¿Conoces... Hay alguien en Sultünge que parece un lobo?
Vaya cacao que lleva Saga.
Resopló, exasperada.
-Es igual. Es aquí -señaló el cobertizo-. Gracias... por tu esfuerzo.
Go in there and get to work, dammit
Jorik regresa a los pocos minutos de entrar, atravesando la pared con facilidad y dejando tras de sí una pegajosa sustancia azulada que gotea por la pared con lentitud, y que por supuesto nadie más que tú sería capaz de ver.
-Hay... Algo extraño, en él. Pero no sabría decirte qué es -Hace una pausa y te observa con sus ojos blanquecinos, carentes de pupila. Hay algo que sigue siendo siniestro en la mirada de los muertos, incluso después de tantos años y tantos encuentros-. ¿Debería quedarme aquí a vigilarle?
La hedense se acercó, extrañada, intentando tocar aquel residuo viscoso que había dejado atrás y que obviamente no pudo alcanzar. Entre tétrico y fascinante se encontraba el sentimiento de Saga hacia todo aquel mundo, o plano, o realidad escondida tras una cortina de luces y sombras que confundían la profundidad de aquel mundo.
-Quizá... Si no te importa -sugirió cuando Jorik regresó, alzando la mirada hacia otro lugar-. El vé es un buen punto de referencia, también.
Por alguna razón intuía que aquella tarea no se iba a fijar lo suficiente en su memoria como para mentenerle de guardia varias horas. Al menos eso le decía su experiencia.
-Gracias, Jorik. -Calló un momento, dándole vueltas a un pensamiento que había tenido en la punta de la lengua desde su relato-. ¿Quieres... Te gustaría transmitirle algún mensaje a alguien? Dudo que me crean pero lo puedo intentar.
Jorik tarda unos segundos en responder.
-No -Dice al final-. Solo hay una persona que me importe ahí dentro. Y no tengo nada que decirle. Que me olviden.
Acto seguido te da la espalda, su aura brillando casi imperceptiblemente más fuerte que antes.
-Estaré en el vé, entonces.
Asintió, a pesar de que le estuviese dando la espalda. Miró hacia el cobertizo y después a través de la figura traslúcida de Jorik.
-Gracias...
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