Partida Rol por web

-No -respondió, más tajante de lo que había esperado-. Fantasmas como gente, gente que está ahí, de pie. No son tangibles y parecen más una memoria diluida, pero están. Se mueven, hablan... A veces buscan ayuda y otras incordiar. No son todos los que fallecen, sólo algunos. Andrel es uno de ellos.

Will se ha quedado blanca. Tras unos segundos el silencio se hace evidente, hasta que Will se acaba dando cuenta y decide romperlo con cierta torpeza.

-Yo... No sé qué decir.

Te das cuenta de que retuerce las manos en un gesto nervioso, sin darse cuenta.

-Es decir... Nunca he dudado de que había algo más. Pero saber que... -te mira con preocupación, como si acabara de darse cuenta de las implicaciones que la revelación tiene para ti-. ¿Se lo has contado alguna vez a alguien?

Negó, aunque no era del todo cierto.

-Es... No es algo para contar entre viaje y viaje -aunque no hacía falta explicación alguna de por qué-. Pero después de lo de mi familia pasé algunos años con unos nómadas, en los Yermos Cálidos. Lochgjest. Son cómo chamanes anclados en tradiciones y ritos del pasado. Están más acostumbrados a este tipo de cosas y me ayudaron a manejarlo. A comunicarme. Pero sobre todo a entenderlo.

Sus pensamientos flotaron brevemente hacia aquella época que permanecía borrosa y retorcida en su memoria como cualquier invierno pasado. Tenía mucho que agradecerles; siempre. Pero también que lamentar.

-Nunca he estado con nadie el tiempo suficiente como para que mereciese compartir un secreto así conmigo.

Will enrojece ligeramente.

-... Gracias, entonces. Y... No te preocupes. Guardaré tu secreto.

Sonrió ampliamente.

-Gracias. Gracias. Me alegro de haberlo dicho después de todo.

Y extendió la mano hacia ella.

Al juntarse vuestras manos, Will te dirige una sonrisa sincera.

Esa noche dormís bien poco. Fascinada ante la revelación de tus capacidades, Will pregunta con curiosidad, y una conversación deriva en la siguiente hasta que al final ya ni siquiera habláis de los fantasmas. Como si la confesión hubiera abierto unas compuertas que ni siquiera sabías que existían, los secretos, recuerdos y vivencias fluyen hacia fuera, de forma natural y casi imperceptible. En aquel pequeño ecosistema en el que se ha convertido la habitación en penumbra, solo existís las dos: Nadie más escucha, nadie más indaga. A veces habla ella, otras te toca a ti. Entrelazáis vuestros sueños, compartís vuestro pasado.

Es solo horas más tarde, cuando el sueño reclama de nuevo el terreno, recordándoos que al día siguiente debéis levantaros con las primeras luces del alba, que te das cuenta de que apenas te quedan barreras. Por un instante te sientes indefensa, expuesta ante aquella mujer. Pero ella también lo está, y lo más curioso es que, en realidad, no parece algo malo.

Porque Will no te juzgó, en ningún momento.