Partida Rol por web

La noche ha sido inclemente para todos, pero el nuevo día promete una nueva esperanza... Para los que hayan podido conciliar el sueño, al menos. Acaba de despuntar el alba cuando Thorir llama a la cabaña donde Bedelia ha decidido recluirse. Preocupado por la sureña, entreabre la puerta, encontrándola allí donde la dejó la noche anterior.

La sureña había colocado una silla frente a la ventana y oteaba el exterior. No parecía haber llorado, pero las ojeras se negaban a abandonarla y su seriedad era chocante conociéndola. Se había recogido el pelo en una coleta y vestía una camisa que, claramente, le quedaba varias tallas más grande.

-Ah, Thorir. Pasa.

-¿Qué tal Bedelia?, Pasaba por aquí y bueno, ..., Quería ver cómo estabas después de todo, ..., ya sabes- el norteño no sabía cómo empezar aquella conversación, temía que sus palabras le hicieran recordar más aún todo lo ocurrido, pero aún así se sentía en la necesidad de ver el estado de la sureña.

-Estoy...

Frustrada. Enfadada. Deprimida. Perdida. Desolada. Débil. Mutilada.

-Necesito tiempo.

La sureña acercó una silla frente a la suya e invitó sentarse con un gesto a Thorir. Después, le sirvió algo de agua. Era lo único que podía ofrecerle.

-Aunque ninguno hemos salido indemnes de ésto, ¿verdad? Ni siquiera podemos decir que hayamos ganado, o que ésto haya terminado. Hemos hecho lo que teníamos que hacer...al final, pero eso no supone ningún consuelo.

-No- dijo mientras se inclinaba hacia Bedelia, -El deber, en muchas ocasiones, no es hacer lo correcto- el norteño le puso una mano encima de la suya, -Se lo que es perder a alguien muy querido, y se el vacío que queda, pero ante todo, piensa, y soy consciente de que ahora no lo entenderás, pero él ahora ha descansado, y siempre, siempre, estará a tu lado, protegiéndote- suspiró, -Lo que aquí ha pasado escapa a toda razón humana, incluso divina, pero hemos conseguido contener este mal- apretó con delicadeza la mano de la sureña, -Algún día acabaremos con ese ser, y vengaremos a todos los caídos- calló un instante, -Siempre podrás contar conmigo, para lo que sea, no permitiré que la ventisca nuble tu luz- 

Bedelia sonrió. No era su sonrisa sino algo triste y cansado, pero eso ya era mucho teniendo en cuenta los últimos días.

-Agradezco mucho tu preocupación y tu apoyo, Thorir. Sólo espero que descanse por fin, que no sea como uno de esos fantasmas de Saga, sufriendo y perdido. No lo merecería...

El silencio se depositó unos segundos mientras la mente de la sureña cabalgaba por aquellos derroteros.

-Aunque no soy la única que ha perdido a alguien. Se que apenas os conocíais, pero siento de verdad la muerte de Drunfo. ¿Cómo estás?

Suspiró y se recostó en la silla, -Bueno, ..., es cierto que no nos conocíamos mucho, pero en los últimos días nos habíamos acercado, y su muerte, me dolió, no merecía morir así tampoco- miró por la ventana durante unos segundos, viendo como se mecían las copas de los árboles al compás del viento, -Quería ayudarle y el a mi, era un buen hombre, y haré todo lo que esté en mi mano para cumplir mi palabra, y que así, pueda descansar en paz- bebió del vaso de agua que Bedelia le ofreció, -Y estate tranquila, estoy seguro de que los Dioses han acogido a tu marido, él no hizo todo aquello, fue una víctima más- 

Bedelia frunció el ceño, y Thorir pudo advertir una ira contenida en su mirada.

-Les vengaremos. Les vengaremos a todos, de una manera u otra. No se cuándo, ni siquiera cómo, pero ya me he pateado parte de Gaïa y estoy dispuesta a recorrerla entera buscando un responsable.

Cerró los ojos unos segundos y respiró hondo, calmando su furia. La represión era un arte, y Bedelia poco a poco adquiría maestría.

-¿Y tú, Thorir? ¿Qué harás ahora?

Thorir dibujó media sonrisa y miró de nuevo por la ventana, tardó un tiempo en contestar, -Seguiré buscando apoyos para recuperar mi Clan- cambió la mirada a los ojos de Bedelia, -Saga me ha ofrecido acompañarla a la corte de un Rey, allí habrá gente importante, gente a la que ganarme- asintió levemente, -Así que iré con ella- bebió del vaso otro sorbo, -¿Y tú?¿Donde irás?-

-Quiero llegar al final en todo ésto, terminar con la bestia original. Aunque antes debo aprender todo lo que pueda y creo que Saga es quien más puede ayudarme.

La sureña cogió aire para seguir hablando, pero el recuerdo de algo hizo que perdiera concentración.

-Aunque no hemos terminado con los misterios aquí. ¿Recuerdas el lobo y la grieta de hielo?

Thorir enarcó una ceja y sorprendido por la pregunta miró a Bedelia.

-Sí claro, lo recuerdo, ¿Que pasa?-

Bedelia negó despacio, pensativa.

-No pasa nada, sólo me he acordado. No entiendo este nuevo mundo de espíritus, criaturas y magia. No se qué quería decirnos al llevarnos hasta esa cascada y no se por qué no había nada. ¿Y si fuera algo importante? Dentro de pocos días nos iremos de aquí para no volver...

-Bueno, la verdad es que sí nos llevó hasta allí sería por algo- el norteño quedó pensativo durante unos segundos, asintiendo en algunos momento.

-Podríamos ir de nuevo- miró a Bedelia de nuevo, -Estoy seguro que aquel lobo era mi padre y quería mostrarnos algo, además, solo bajaste tú, puede, ..., Puede que solo quisiera que yo lo viera, eso explicaría que no vieras nada- giró la cabeza hacia la ventana, -Si quieres vamos mañana mismo- 

-O incluso ahora si no tienes nada que hacer. Yo sólo necesito cambiarme de ropa y coger el estoque.

-De acuerdo, vayamos- dijo asintiendo y levantándose de la silla.

Media hora más tarde...

Vagas huellas en la nieve, la respiración helada de los dos caminantes, el norteño y la sureña. Caminaron en silencio hasta aquel punto, alejado de todo, solo el sonido de sus pisadas al romper la capa de nieve lo rompía, creando un ritmo constante, monótono. La capa de Thorir rozó una rama e hizo que toda la nieve que en ella se acumulaba cayera al suelo de golpe, levantando una fina polvareda de nieve que se sostuvo en el aire durante un pequeño instante. 

Y al fin llegaron, ...

Allí estaba la cascada donde el lobo misterioso les guió y se ocultó, ¿El propósito?, quien sabe, quizás solo estaba al alcance de los Dioses, o quizás no era nada, solo el misterio. El noble sabía que fue su padre, pero nada más.

Examinó la cueva con atención, en busca de un resquicio de algo interesante, pero no había nada, solo hielo y nieve. Miró a Bedelia y negó con la cabeza.

-Aquí no hay nada, podemos volver- dijo mientras se acercaba a ella.