Partida Rol por web

-Un depredador. Un lobo solitario que no tiene ni quiere manada. Puedo entenderlo: en ese aspecto eres bastante parecido a mí. ¿Y sabes qué? Nunca me fiaría de alguien como yo. Así que vuelve al pueblo y olvídate del asunto hasta que veas a Bedelia. Luego pregúntale a ella, si quieres. Por alguna razón que no comprendo, parece confiar en mí, así que supongo que no le costará hacer lo propio contigo.

Drunfo da un súbito paso hacia delante apoyándose levemente en el marco de la puerta.

-Yngrid, tienes razón, pero hasta yo sé cuando hay que permanecer unidos. No me fio de la mitad de la gente del pueblo, estoy convencido que en cuanto esto pase intentarán asesinarme pero no hay otra opción.

Soltó un soplido mirando momentaneamente al suelo.

-Yngrid, por favor, ven conmigo al pueblo. No sobrevivirás si te quedas aquí sola.

Cuando das un paso adelante, Yngrid da uno hacia atrás. Con el arco preparado.

-Oh, venga, ahórrame el discursillo. Ya tuve esta conversación con la sureña hace un rato, y a ella se lo paso porque me cae bien. ¿Quieres algo más? Porque hace un frío de cojones aquí fuera.

-Dila que sabes cómo vencer a la criatura. Que necesitas que te acompañe.

¿Que? Eso es ridículo, solo conseguiría que viajara al pueblo y ni si quiera me creería.

-Pues consigue que te crea. Y no se te ocurra llevarla al pueblo. Es carnaza.

¿Carnaza?

Aquella voz había hecho preocuparse al gigante y su preocupación era notable en su rostro.

-¡Yngrid! ¡Las bestias ya vienen hacia aquí! ¡NO SEAS ESTÚPIDA! Tú intentaste salvarme la vida, poca gente ha intentado tal cosa en toda mi existencia. No voy a dejar que te destripen esas cosas.

Subitamente Drunfo se sienta en el suelo con las rodillas en cruz, a un lado de la puerta pero en el interior, apoyando la espalda en la pared y con los brazos cruzados.

-No pienso dejarte aquí sola.

Dijo con voz tosca. Y cerró los ojos.

-Sal de mi casa.

Drunfo permaneció sentado, sin hacer caso. Confiaba en que Yngrid no se sobrepasara en el momento que le golpeara con algo y el enorme peso del gigante era suficiente para que la mujer no pudiera moverlo con facilidad.

El golpe de una flecha clavándose con violencia en el suelo, junto a tu pie, te pilla desprevenido.

-Eso era un aviso -se oye el sonido de la cuerda tensándose de nuevo-. La segunda no falla.

Estúpida Yngrid

En el fondo Drunfo quería pensar que Yngrid no se atrevería a hacerle demasiado daño con una flecha, pero recibir cualquier herida innecesaria seria un error en esta situación. El gigante se puso de pié y salió de la casa evitando a la norteña.

Estúpida Yngrid

-¿Hacia donde está el carruaje?

-¿Y a mí qué me cuentas?

No detectas ningún movimiento entre los árboles. Lo que no quiere decir que nadie os esté acechando... O quizás es la paranoia, hablando por ti.

-Yngrid si no quieres que te ayude vale, pero la gente del pueblo ha ido al carruaje y necesitan mi ayuda. Yo no se donde está.

-¿Y qué te hace pensar que yo sí? Ni siquiera sé de qué carruaje me hablas.

Drunfo se gira mirando a Yngrid confundido.

-Creia...

Rapidamente vuelve a mirar al frente.

-Ten cuidado.

Y se marcha, de vuelta al pueblo.