-Tu marido, ¿no? ¿Lleváis mucho en matrimonio?
-Seis años, casi siete-Dijo con orgullo-Nos conocimos durante el servicio militar
La pregunta calló a peso y sin tapujos.
-¿Y le sigues amando después de tanto tiempo?
Bedelia ni titubeó al contestar.
-Sin dudarlo. Con el tiempo, nuestro amor se ha transformado, volviéndose menos pasional y más estable, pero incluso ahora que estamos separados sigo sintiendo lo mismo.
Pros: Bedelia enamorada, Bedelia feliz.
Contras:QUIERO QUE SAGA Y BEDELIA TENGAN UN ROMANCE, COÑO.
Debería mirarme lo de emparejar a mis personajes en todas y cada una de mis partidas. Que te cuente Kyra, que ya tiene experiencia.
Saga permaneció en silencio el tiempo suficiente como para deducir que no iba a añadir nada más al respecto. Pero en el último momento algo pareció cruzar por su cabeza, volviéndose hacia Bedelia.
-Espero que os reencontréis pronto.
Después le ofreció el cuenco, por si quería lavarse también.
8)
Sonrió.
-Tenemos una casita en Schank-Frunció el ceño-Deberíamos tener una casita en Schank, espero que nadie se la haya adueñado. Cuando se sienta preparado volverá, y yo haré lo mismo.
Aceptó el cuenco y aprovechó para refrescarse la cara. El agua le ayudó a despejarse un poco.
-Si te apetece conocer el sur podrías venir. No es un palacio, pero se está calentito.
-¿Sabes? Los Aityr no tienen un infierno propiamente dicho. No como la creencia Cristiana. Pero siempre que se habla del olvido, es como un páramo desierto y helado donde nada crece y todo perece. El fuego, el calor, para nosotros es vida, no castigo. -Cruzó los brazos frente al pecho-. ¿Eres cristiana?
Bedelia negó con la cabeza.
-Con el paso del tiempo he desarrollado una espiritualidad, que no una religiosidad, adaptada a mis necesidades. Nunca me sentí muy identificada con el cristianismo.
Se mantuvo un instante con la mirada desenfocada, como si fuera a añadir algo más, pero al final optó por no hacerlo.
Saga ladeó la cabeza. Después se arropó con la capa y se sentó junto a la hoguera restregándose los ojos con pesadez. El calor del fuego y la sensación de estar limpia lograron que sus párpados se volviesen cada vez más pesados.
-Es difícil creer en un sitio que ignora, veta y castiga todo aquello que no comprende.
-Lo sencillo es ignorar, vetar y castigar. Plantearse las cosas y aceptar la diferencia requiere coraje, una fuerza muy distinta de la física.
Se acercó hasta la mujer y clavó una rodilla en el suelo, a su lado. La miró a los ojos.
-Quiero que hagas una cosa. Quiero que te repitas a ti misma que no vas a morir aquí. Repítelo como un mantra hasta que te lo creas, hasta que sea verdad.
Bedelia hablaba con aplomo y seriedad.
-Eso es fuerte, pero nosotras perseveraremos. No hemos pasado tantas cosas para ser su cena.
Contuvo el aliento un instante, impactada ante el repentino cambio de actitud de la sureña, una actitud que bien podría haber hecho frente al tesón de cualquier norteño.
-No voy a morir aquí. Y tú tampoco -apuntó; los ojos fijos en los de Bedelia y la voz contagiada de la misma firmeza. Entonces alargó la mano para asir los dedos en su antebrazo-. Vamos a salir de aquí, de eso no te quepa duda. No te voy a dejar atrás.
Bedelia asintió y puso la mano encima de la hedense.
-Ni yo a ti. Es un trato.
Se sentó junto a la sureña frente al fuego y sonrió, pensando lo irónico que resultaba haber tenido que ir hasta el lugar más recóndito del mundo para encontrar alguien como Saga.
Una amiga.
Me voy a urgencias para que me corten el pie. Por la diabetes.