Will te acompaña hasta la cabaña, con actitud pensativa. No tarda en montar un pequeño fuego, que tras unos minutos empieza a calentar la habitación.
Cuando decidas ir a por el texto, después de interpretar lo que tengas que interpretar, tiradita de inteligencia a dificultad 10. Si sacas más mejor, obviamente, sobre todo a nivel de tiempo invertido
La hedense, ya fuera de la vista del resto, se tomó un momento para respirar antes de volver a la faena, ayudando a Will a encender el fuego. Después, mientras cogía fuerza, buscó por la casa hierbas o aromas con los que disuadir el penetrante olor del retazo de piel al que tenía que enfrentarse. Además de que, seguramente, su mochila apestaría a muertos, con perdón de los mismos.
Andrel seguía allí, inerte y pacífico, y ausente a los ojos del resto. Pero no era nada de eso lo que en realidad punzaba su conciencia. Era Will y aquella sombra que se cernía sobre su mirada. Su silencio.
-Gracias por encarar a Resmit. No tiene dos dedos de frente -comentó mientras extendía varios trapos sobre la mesa principal para restregarlos con todas las especias que había encontrado-. Como el otro.
-Me estaba poniendo de los nervios -dice Will mientras se calienta las manos, la vista perdida entre las llamas-. ¿Has visto como habla, como se mueve? A ese tipo de personas se les ve venir a la legua.
Es más que probable que, de haber otra persona en la habitación, Will no hubiera dicho ni pío. Eres la única con la que se atrevería a una confesión de ese tipo.
Sonrió, al menos un momento.
-A mi me parece imprevisible -comentó. Después dejó un espacio de silencio-. Funcionó, ¿sabes? Lo del fuego. No como tú y como yo ahora, pero de alguna manera enrevesada hizo que Andrel hablase. Gracias.
For the record: imagino que estarán hablando Tarazv.
Will te devuelve la sonrisa.
-La daga de Eckon. "Ante una situación de incertidumbre, la explicación más simple suele ser la correcta". Un antiguo principio filosófico que tuve que estudiar de pequeña. Puede que sea un espíritu, pero el hielo se derrite con fuego.
Se aparta de la chimenea con actitud distraída.
-La verdad, no tenía ni idea de si funcionaría o no. Pero estabas bloqueada, y cuando uno está bloqueado lo mejor es ponerse a hacer algo, lo que sea. El fuego era una excusa. En fin.
Parece reparar en tu exhaustiva inspección de la habitación.
-¿Puedo ayudarte?
Will ha cambiado al latín. Se siente más cómoda hablando en ella (creo recordar que en Phaion hablan otra, pero probablemente le enseñaron latín desde pequeña también), y además es una lengua más suave, más adecuada para un entorno privado y cercano como en el que os encontráis. Claro que si Saga insiste en responderle en tarazv, pues tampoco insistirá mucho.
-Buen razonamiento.
Sacudió la cabeza en un gesto inconsistente cuando Will le ofreció ayuda.
-Sólo quiero evitar que todo apeste a carne podrida, o tener que respirarlo demasiado. Voy a tener que quemar el cuaderno después de esto -suspiró con desgana. No estaba preparada todavía para sacar aquella reliquia y sentarse a observarla de cerca, pero había que hacerlo-. Si tienes alguna idea igual de brillante que la del fuego, adelante.
Se sentó en la mesa, en la zona más cercana a la ventana. Necesitaba luz, paciencia y un milagro para no vomitar de nuevo. Además, había algo que seguía sin quitarse de la cabeza y que, dado el momento, parecía oportuno.
-¿Sabes? Me está pasando algo... curioso. No tengo muy claro por qué. Es como un sexto sentido o algo así, además de lo rara que ya soy de nacimiento. -Pegó los labios un momento-. Hay momentos de claridad en los que veo a las personas. Sé lo que sienten, las emociones que resaltan a flor de piel o que les inundan. Pero no de una forma intuitiva, como siempre he hecho. Es más una certeza asentada en mi mente, clara y cristalina.
Decía Taravz porque creo que era Will la que le estaba enseñando (y desde la primera escena que le habla en ese idioma). Sin embargo, me he pateado mi escena en busca de ello y no he visto nada. No sé si estaba en mi cabeza o si lo habré mencionado en algún post o si simplemente me lo he inventado lol
Will parece sorprendida ante tu confesión.
-¿Crees que tiene que ver con tu... otro sexto sentido? No sólo ves espíritus, sino también otras cosas, ¿No? Quizás es la misma capacidad, pero más "afinada".
Up to you, then. Si Will está enseñándole me parece lógico que hablen en ese idioma
Ladeó la cabeza, cavilando sus palabras. Era una posibilidad que rondaba su cabeza, aunque no había llegado a formularla con palabras.
-Quizá, sí. Tiene sentido, aunque no deja de ser abrumador a ratos. Hay tanta... desesperación. -Sus ojos se detuvieron en Will. No acostumbraba a andarse con rodeos en las cosas importantes y menos con ella. - Y luego estás tú, que no tengo muy claro en qué lugar estás ahora mismo aunque tengo una idea bastante aproximada. Pero no quiero adivinarlo, Will. Quiero que confíes en mi.
Will desvía la mirada. Tarda un poco en responder.
-Ya lo sabes.
Se cruza de brazos, en una postura defensiva que le sale de madera inconsciente.
Saga se quedó mirándola. No tenía ganas de hacer aquello, de enfrentarla y discutir. Allí no. En aquel momento no.
-Vale.
No dijo nada más. Abrió la mochila, sacó aquel endemoniado pedazo de piel, además de su cuaderno y lápiz, y se puso a la tarea usando el trapo y las especias para disuadir de mala manera aquel olor repugnante.
Motivo: Int
Tirada: 1d10
Dificultad: 10+
Resultado: 6(+10)=16 (Exito)
16
Antes de que puedas acabar con la primera frase, sin embargo, Will rompe el silencio.
-¿Te he contado alguna vez la primera vez que quité una vida?
Saga levantó el lápiz del papel, ceñuda. No por la interrupción -la cual esperaba- sino por la elección tan peculiar de palabras. Cómo había evadido, quizá de forma inconsciente, la palabra muerte o cualquier referencia al violento acto de matar en sí mismo. Quitar. Quitar una vida. Como quien hablaba de quitarle algo valioso, pero no del todo imprescindible, a otra persona.
Al mismo tiempo pensó también que matar y Will no casaban en la misma frase sin sonar terriblemente bizarro.
-No. -Se recostó en la silla, curiosa-. No, nunca has hablado de ello.
La mirada de Will está perdida en las llamas. Al hablar, lo hace en apenas un susurro, tan bajo que casi te cuesta entenderla.
-Tenía nueve años. Seis años antes se había puesto de moda entre las clases burguesas de Phaion una raza de perro oriental procedente de Shivat, y mi padre había decidido regalarme uno. Para entonces yo no me separaba de él. Al principio le puse de nombre Bibo, porque me hacía gracia y era fácil de recordar, pero con los años acabó quedándose con Mizu, que significa agua en Ogashima.
Hace una pausa, como si estuviera permitiéndose un breve momento para recordar a tan fiel amigo. Cuando ya crees que no va a seguir, retoma la historia sin dejar de mirar al fuego.
-Recuerdo que ocurrió en verano, porque hacía calor y se pegaba la ropa a la piel. Mizu empezó a actuar de forma extraña. Estaba cansado y gemía cuando le acariciaba. No le apetecía salir a pasear, y con los días empezó a oler raro. No llegamos a saber qué le ocurría, pero llegado a cierto punto resultó obvio que no iba pasar de aquella semana. También que estaba sufriendo, y mucho.
Cierra los ojos y, tras una breve pausa, continúa.
-Mi padre quería hacerlo él mismo, pero mi madre insistió en que debía ser yo. Era mi mascota, y mi responsabilidad. Me lo explicó con dulzura pero con firmeza, y dijo que aquello era el ciclo de la vida, y que debía comprenderlo. Y no lo comprendía, ¿sabes? ¿Cómo comprender algo así? Mizu era mi amigo. Pero ella me llevó al jardín y me dejó allí toda la mañana, velándole. Dijo que si volvía y seguía sin ser capaz, lo haría ella misma.
Al abrir los ojos, ves como una lágrima desciende por el lateral de su nariz. Pero su voz no se quiebra.
-Estuve allí tres horas, viéndole sufrir. No pude aguantarlo más.
Will era demasiado buena. Siempre lo había sabido, con la misma certeza que uno sabe que el amanecer llegará tras una larga espera. Tenía otras cualidades extraordinarias, como agilidad, precisión y un fino ojo para las debilidades del rival. Y en privado, también, un sentido del humor peculiar que a Saga le encantaba. Pero ninguna de ellas ensombrecía lo más mínimo aquella inocencia que a veces, cuando no prestaba atención, brillaba en su mirada. Saga seguía preguntándose a veces por qué la seguía allá donde iba, al frío, al calor, en busca de respuestas en las callejuelas podridas de una ciudadela, o a presentar los respetos a un Rey. Casi parecía arrastrada por su presencia, caminando a su vera como una sombra esbelta y aguileña.
La hedense se lo preguntaba pero en el fondo lo sabía, también con la misma claridad con la que el alba rompía la noche. Rara vez, sin embargo, dejaba que aquello le pesara en la conciencia aunque que le rondase cual ave carroñera con más constancia de la que le gustaba. Pero Will era demasiado buena para ella y seguramente para la mayoría de las personas que caminaban sobre la faz de Gaïa. Pero especialmente para ella y, contra todo pronóstico, allí estaba.
-¿Por qué las armas o aprender a pelear? -inquirió sin llegar a comprender.
Hubiese imaginado que, tras aquello, lo último en lo que Will se habría especializado era en blandir espadas. Que no siempre significaban muerte pero que en la mayoría de los casos la atraían sin remedio.
-Porque a veces es necesario. Fue necesario para Mizu. Cada vez que blandí mi estoque con intención de herir, era necesario. Me daba fuerzas pensar en ello. Me ayudaba a sujetar este objeto terrible.
Coge su estoque y lo sujeta frente a su rostro, observando el reflejo de las llamas en el metal.
-Ahora me da miedo, Saga. Me aterra.
Saga negó para sí, cansada en cierto sentido de aquel dramatismo. El norte era el norte y tenía aquella peculiar forma de robarte la inocencia y la esperanza y lo que hiciese falta para madurar. Pero a la vez, no podía hacerle lo mismo a Will. A Will no.
-No tienes que hacerlo -cortó, levantándose para situarse frente a ella-. Puedo contratar guardaespaldas, los que hagan falta. Sólo quiero que estés a mi lado, por favor. Esto... -Puso la mano sobre la suya y la empujó con suavidad para bajar el estoque- no me importa en absoluto. Me importas tú y quién eres.
-Quién soy... -repite, pensativa, mirándote a los ojos.
Luego aparta la mirada.
-Estaré bien. De verdad.
-Lo sé.
Pero lo dudaba, aunque en sus palabras aquello no se reflejase lo más mínimo. La rodeó con los brazos, con fuerza, creando un espacio de confort por el precio de un instante.
Tenía que sacarla de allí lo antes posible. A todos... Y para eso estaba aquel texto.