Partida Rol por web

El rayo atraviesa los árboles, y se lanza, rebotando, contra la silueta. Sin embargo, cuando estalla en una nube de chispas... Ya no hay nada allí.

De repente, un frío indescriptible te inunda, y notas como tus músculos se contraen, incapaces de moverse. A tu alrededor, todo empieza a llenarse de escarcha, y el vaho que sale de tu boca es tan blanco como la nieve que parece engullir tus pies. El invierno cae sobre ti.

A tu lado, una respiración. Notas sus ojos blancos, fijos en ti, a tu izquierda... Pero es imposible. No ha podido recorrer toda esa distancia en apenas un segundo. No es posible...

La luz ilumina los árboles según el rayo avanza, durante un segundo cegador se dejan de ver los brillantes ojos en la oscuridad y cuando el rayo parece que va a impactar, golpea un tronco. Sorprendido, busco entre la negrura y espesura del bosque sin éxito. Cuando quiero darme cuenta, un frío helado inunda mi cogote, llevando un escalofrio que recorre mi espalda. 

Que... frío...

Un vaho blanquecino asoma por detrás de mi oreja, haciendo que sienta otro escalofrío en la nuca. Giro lentamente la cabeza a la izquierda y veo los ojos que se ocultaban en la oscuridad a una distancia que me resulta demasiado incomoda.

Algo me impide moverme, es una mezcla de un pequeño temor a lo que no entiendo y un frío que jamás había sentido. Mis brazos se mueven a cámara lenta, cada segundo mirando esos ojos parece un año, apenas he podido levantar los brazos para ponerme en guardia y no puedo parar los ojos de la bestia mientras está a mi lado.

La velocidad a la que se mueve la criatura es algo difícil de describir. En un instante, tu cuerpo se alza y notas como una garra se cierra alrededor de tu cuello. Tus pies se alzan del suelo, tus brazos se agitan, inútilmente, engarrotados por la escarcha sobrenatural que parece haber rodeado tu piel. Oyes un gruñido gutural, ni animal ni humano, sino mucho más profundo, mucho más antiguo y temible. En la oscuridad se perfila la silueta que te tiene agarrado, y un rostro demoníaco, una parodia de cara humana, surgido de las profundidades más recónditas de las pesadillas nocturnas, clava su mirada en la tuya. Sus dientes, afilados como cuchillas, relucen bajo una luz fantasmagórica. Sus poderosos músculos, situados en lugares impensables a lo largo de aquellos largos brazos, se tensan con la fuerza de diez caballos, acercando vuestros rostros. Notas su aliento, el aliento frío de la muerte, un aliento que huele a sangre y a matanza, a humedad y a nieve, a musgo, pelos y caza.

Y sus ojos...

Sus ojos, blancos como la nieve, pálidos como la muerte, luminosos como la luna, son un portal hacia el mismísimo infierno. Se clavan en ti, y notas el ansia de aquella criatura. El ansia por destrozarte, por acabar con tu vida de la forma más cruel imaginable. Pero también un destello de... ¿Inteligencia, quizás? Aquella cosa no es una bestia, no. Sea lo que sea, sabe lo que eres, sabe que eres vulnerable ante ella.

Y quiere hacerte sufrir.

La criatura te observa, saboreando lo que está por llegar, cuando un grito de guerra la hace girar la cabeza. El jarl, con la espada desenvainada, se lanza a por ella con la mirada llena de furia. Aquel demonio es el responsable de la muerte de los suyos. Aquel ser es quien casi mata a su hijo. Quizás por eso no se distingue el miedo en los ojos de Einar. Solo el ansia de venganza.

La misma ira que le vuelve torpe. Un tropiezo, y la espada se escapa de sus manos.

La criatura no le da una segunda oportunidad.

De repente, notas como eres lanzado por los aires. La inmensa fuerza de la criatura te propulsa hacia un árbol, contra el que te golpeas la espalda de forma brusca. El golpe supone una punzada de dolor, pero por suerte parece que no te has roto nada. Sin embargo, el aire abandona tus pulmones, y durante unos agónicos segundos, no puedes respirar...

De repente, un grito te devuelve al combate. Si es que a eso se le puede llamar combate.

-¡NOOOOOOOOOO!

Alzas la mirada, para ver como Thaldein corre hacia la criatura, que levanta a Einar en el aire, tal y como lo hacía antes contigo. Sin embargo, en esta ocasión su garra no está alrededor del cuello de la víctima, si no clavada en su pecho. El dolor parece hacer mella en el jarl, que se retuerce. Pero Thaldein no llega a tiempo, y tú tampoco podrías. Nadie podría evitar lo que va a suceder.

La criatura se alza sobre Einar, que por un instante fugaz parece a punto de plantarle cara. Sin embargo, en el último instante, cuando la certeza de lo que va a ocurrir parece hacer mella en su locura, en sus ojos se distingue un brillo extraño. Miedo, desesperación, pánico o angustia. Quién sabe lo que pasa por la cabeza de aquel hombre, tan notable, antes de que todo acabe.

Luego la criatura agarra su cabeza con la mano libre y, con un movimiento lento y calculado, casi tierno, la separa del cuerpo sin esfuerzo alguno.

Como si fuera un juguete.

Una fuente de sangre mana del cuello, ahora huérfano, de Einar, bañando su cuerpo y a su ejecutor. La criatura abre la boca y, sedienta, bebe de aquel manantial rojo con una expresión de placer en el rostro, un placer tan impío y perturbador que te hace estremecer.

Thaldein abre los ojos, horrorizado ante la escena que se abre frente a él. Inmovilizado por el terror, o puede que por el frío, no es capaz de reaccionar...

Dolorido, tomo aliento con dificultad, estoy en el suelo, me incorporo con una mano y me pongo de rodillas. La otra mano la sitúo en mi pecho, que aun duele por el golpe, cada maza se encuentra mi lado en suelo, esperando a ser recogidas para la próxima acometida. Cuando ya no me cuesta tanto respirar, aun sintiendo el frío gélido en mi piel, alzo la visto tras oír el grito de Thaldein.

Einar, está ensartado por el monstruoen el pecho, trago saliva, como si pensara que esto no podría estar pasando.

Es entonces cuando la cabeza y el cuerpo de Einar se separan sin yo poder hacer nada, tan solo coger las mazas que estaban a mi lado y terminar de ponerme de pie.

No puede ser...

La sangre sale emana a chorro por el cuello de Einar, manchando a la criatura, que lejos de preocuparse, empieza a beber de ella produciéndome más asco que miedo; aún así, un escalofrío recorre mi cuerpo impidiendo que salga corriendo. 

Cuando dejo de mirar a la criatura veo como Thaldein está paralizado al ver como arrancan la cabeza de su jarl ante él sin poder hacer nada.

Muevete Thaldein...  - pasa un segundo cuando veo que no se va a mover, parece petrificado.

Me lleno de ira, doy un último aliento para coger valor y correr hacia el monstruo con la maza de rayos en alto al grito de.

AAAAARRGGGG...

Los rayos hacen que la criatura desvíe un instante la atención hacia ti. Su cabeza se gira, y sus ojos blancos se clavan de nuevo en los tuyos...

Entonces, una mano te coge del hombro.

-¡CORRE, JODER!

Thaldein no espera a que respondas. Te suelta y se pierde entre los árboles. La criatura, aún con los ojos fijos en ti, retuerce su rostro en una mueca. Si no fuera porque toda tu mente se revela contra la simple idea de que algo así pueda ocurrir, dirías que está sonriendo.

Thaldein no espera a que respondas. Te suelta y se pierde entre los árboles. La criatura, aún con los ojos fijos en ti, te

Al ver que Thaldein me toca el hombro y empieza a correr nada me retiene ante el monstruo.

Paro en seco, bajo las armas y durante el segundo que estoy parado antes de darme la vuelta echo un último vistazo a la bestia, le miro a sus siniestros y brillantes ojos, pero lo que es más sorprendente, parece que está sonriendo ante nuestra retira estratégica.

Esto no acaba aquí...

Y sigo a Thaldein en la carrera apagando la maza para no llamar la atención. en la oscuridad.

Por unos instantes, parece que la criatura va a perseguirte. Sin embargo, cuando estás alejándote entre los árboles, miras hacia atrás un instante y ves que sigue en el mismo lugar.

Os está dejando escapar.

Tus pies, sin embargo, no se detienen. No mientras eso siga ahí. No mientras no hayas conseguido refuerzos. Hay una diferencia entre ser valiente y suicidarse.

Un sonido lejano te saca de tus pensamientos. Incluso a través de los ruidos del bosque, la nieve y tu agitada respiración, lo oyes tan cerca como si estuviera a tu lado. No hace falta pensar en él, pues rápidamente identificas su origen, a tus espaldas. Tampoco necesitas preguntar qué es.

Es el sonido de unas fauces masticando.