Partida Rol por web

Drunfo permanecía callado, observando al extranjero y al bastardo fijamente.

Ahmel se apresura a hacer varios apuntes en su cuaderno, a una velocidad frenética. Mientras, habla emocionado.

-¡Fascinante! No es la primera vez que contemplo esta actitud, podríamos decir cercana incluso a la paranoia, en vuestra gente. ¡He ahí una mina de oro, amigos míos! Pues en estos sencillos devenires de la personalidad es donde se encuentra la consecuencia de una causa más profunda, una raíz que debo seguir para terminar de estudiar, como todo buen apasionado por la ciencia haría, los detalles más evasivos y arraigados de una cultura rica como la de los Yermos. ¡Empecemos a tirar del hilo, descartemos los matices más superficiales para encontrar el origen de la tradición! ¿A qué se debe está desconfianza, pues?

Antes de que Thorir responda, Ahmel se interrumpe a sí mismo.

-¡Ah, pero, esperad! Porque antes de continuar por esos lares, es menester que vuelva a insistir a vuestro amigo el cuál, si mis ojos y oídos no me traicionan, aseguraría que todavía no ha respondido a mi petición previa...

Se gira hacia Drunfo, sin perder la sonrisa.

-Vete de aquí.

El rostro y el tono de Drunfo denotaba una agresividad poco frecuente en él. La jaqueca que le había despertado le había cabreado bastante y por supuesto, todos eran conscientes de aquello.

Tras la reacción de Drunfo, Thorir le miró, para a continuación volver a mirar al extraño viajero, -Si Ahmel, estamos cansados y necesitamos descansar, mañana será un día duro- dijo Thorir forzando una sonrisa al final, la semilla de la duda sobre los propósitos de aquel hombre le habían hecho sospechar, y mostrarse más receloso, -Ha sido un placer y un honor conocerle, esperemos vernos otro día y en mejor situación- terminó diciendo Thorir mientras con una de las manos le indicaba levemente la dirección a la puerta. 

Ahmel, algo intimidado por la reacción de Drunfo, se apresura a recoger sus cosas.

-Oh, no, por favor. El placer ha sido todo mío. Y disculpad mi falta de delicadeza, pues es de esperar que, tras todo lo ocurrido, no os encontréis en las mejores condiciones para atender mis constantes indagaciones. ¡Qué rudeza la mía, que hago gala de costumbres tan civilizadas! No estoy pues, lo admito aquí frente a vosotros y sin ningún pudor, libre de los mismos calificativos con los que suelo describir a las comunidades menos avanzadas. Ahora, y a pesar de rozar el pecado de recaer en este vicio, me voy a atrever a cruzar la línea de nuevo, para aseguraros que mi próxima visita no será a mucho tardar. ¡El tiempo apremia, no en vano, pues mañana mismo podría acaecer el juicio, y entonces es posible que nuestras oportunidades de platicar se vieran reducidas de forma drástica, como es obvio! Así que sí, os concedo con gusto este breve remanso de paz. ¡Reposad vuestras heridas, recuperad vuestros ánimos! Os lo habéis ganado. Pero... ¡Ah, no os acomodéis mucho! Porque mañana, a mucho tardar, estaré aquí de vuelta. Tal es mi interés por vuestras historias. ¡Y no me olvidé de vos, gentil Sigbjörn... ¿He pronunciado vuestro nombre correctamente? Espero que sí, no tengo mucha práctica con la lengua norteña aún -Irónicamente, su acento es apenas perceptible, y la habla mucho mejor que varios de los norteños que han vivido allí toda su vida-. Sea como sea, mi buen amigo, no puedo irme sin agradeceros en sobremanera el haberme permitido mantener esta entrevista sin impedimento alguno.

Hace una reverencia, a la que Sigbjörn responde con un simple gruñido, encogiéndose de hombros. Ahmel, sin perder la sonrisa, se gira y camina hacia la puerta, aunque no sin antes encararse por última vez a vosotros.

-Hasta mañana, pues, amigos. Para entonces, estimado Drunfo, espero que hayáis reflexionado cuidadosamente sobre mi ofrecimiento, y seáis más propicio a conversar. Vuestra suerte podría depender de ello. Y ruego no toméis estas últimas palabras más que como un consejo amistoso de alguien que desea vuestro bien.

Thorir inclinó la cabeza en señal de respeto hacia aquel hombre -Hasta mañana pues- dijo Thorir con media sonrisa en la cara. Cuando el sureño salió de la sala Thorir miró a Sigbjörn que permanecía atento a todo lo que allí ocurría -Sigbjörn, ¿Sabes si ese hombre nos conocía antes de venir al pueblo o se enteró de nuestra presencia aquí por vosotros?- 

Sigbjörn se encoge de hombros.

-Es la primera vez que hablo con él.

Desde luego, utiliza una definición muy amplia de la palabra "hablar", teniendo en cuenta que es lo primero que dice en todo el día, desde que os metieron allí con él.

Thorir asintió levemente durante unos segundos, pensando en aquello, estaba claro que Sigbjörn no era de muchas palabras, pero bueno, que más da, al parecer sólo era un historiador apasionado por la cultura de los Yermos, pero aún así le mantendría vigilado, no quería sorpresas, -Gracias Sigbjörn- contestó mirándole a los ojos. 

Sigbjörn asiente, pero no dice nada más. Pronto, el silencio inunda la habitación, dejando solo el recuerdo de la singular visita.