Sentada sola, el único sonido en la casa el crepitar de las llamas, cierras los ojos...
"... en la espalda de la criatura..."
Sangre en la madera. Estertores agónicos. Frío. Regresar a aquel momento se hace una tarea difícil, ingrata y dolorosa, pero es allí donde apunta el camino de migajas de pan. Desenredas la madeja de tus pensamientos tiras del hilo... Y te sumerges en el horror.
Una silueta blanca, inmensa, terrible, se alza sobre tu hermano. Ojos blancos como la nieve, fauces rojas y cubiertas de sangre. La sangre de los tuyos... Tu sangre.
Gira levemente, atrapando una pierna con su garra. Sus ojos se clavan en ti, un vaho helado surge de su garganta. Tu mente de niña no quiere entender, no quiere comprender. Se protege contra la locura, contra el horror.
Y en su espalda, de refilón, una marca negra.