La mujer pone los ojos en blanco.
-Otro con lo del futuro. Nunca vienen a preguntar por recetas de cocina, o a contarme qué tal la última cosecha -Se levanta y se dirige a un estante, en donde hay una bolsita de cuero apoyada-. Ni un "Hola, vengo a pedirte consejo sobre mi pareja. Creo que me está siendo infiel". O un "¿Qué tal? He visto como has decorado la pared de fuera, y me ha gustado, así que venía a charlar sobre jardinería" -Se acerca de nuevo a la mesa, con la bolsa en la mano, y empieza a deshacer los lazos que la mantienen cerrada con la delicadeza y seguridad de aquel que ha repetido el mismo ritual cientos de veces-. ¡Diablos, me valdría con hablar del tiempo! Con la cantidad de lluvias que hemos tenido en la estación cálida, una esperaría oír algún comentario al respecto. Pero nooooo... Todos igual. "Por favor, échame las runas, quiero saber si mi hijo nacerá fuerte y sano". "Escudriña en mi futuro: ¿Saldré victorioso en la batalla que se avecina?". Una se acaba aburriendo, ¿sabes?
Termina de abrir la bolsa, y vacía su contenido sobre la mesa. Un montón de piedras, cada una con una runa grabada a mano, caen sobre la madera de forma ruidosa. Ninguna es similar a la anterior, y al mismo tiempo, todas guardan cierto parecido. No sabrías decir si es por la forma, el tamaño o el color, pero es como si formaran parte del mismo bloque, un bloque cuya figura es un misterio pero que parece perfilarse al mirar fijamente al montón. La mujer se inclina sobre la mesa, acercándose unos centímetros a tu rostro, y entrecerrando los ojos con una expresión extraña.
-Pero el futuro no es cosa de niños, ¿sabes? Hay muchos que preguntan por él, y en realidad no quieren saberlo. Ahí está el truco, Thorir: Una vez lo sepas, ya no podrás olvidarlo. Y puede que no te guste lo que oigas, pequeño. ¿Estás seguro de que quieres saberlo?
Thorir agachó la cabeza por un instante y suspiró, no sabía que hacer, por un lado la curiosidad le mataba pero por otro sabía que el destino no podía venir escrito en un montón de piedras, el pequeño volvió a mirar a la mujer y le dijo -Llevas razón, me ha gustado mucho la decoración de la pared de fuera - y una sonrisa pícara se dibujó en la cara del muchacho. Acto seguido se levantó del taburete y dijo, -Sabes señora, no dejaré que unas runas marquen mi vida, soy el dueño de mi destino y sólo yo puedo cambiarlo, siento haberla molestado, ha sido un placer conocerla -, Thorir dejó tendida su mano para estrecharla con la de aquella mujer.
La mujer esboza una sonrisa enigmática, y estrecha tu mano.
-Eres un niño bastante elocuente, para tener solo... ¿Cuántos años tienes, chico? Bah, da igual. Vete. Y toma, me has caído bien.
Su mano vuela hasta una de las estanterías, de la que coge una extraña cuenta de madera, tallada en forma de triángulo pero con un agujero redondo en el centro. Acto seguido, la cuenta está en tu mano.
Thorir miró la cuenta de madera que aquella mujer acababa de entregarle y sonriendo le dio las gracias, acto seguido se dio la vuelta y se dirigió a la puerta, cuando estaba apunto de salir se volvió y dijo, -Una última cosa, ¿Cómo te llamas?-
La mujer está acercándose a una puerta trasera, que hasta ese momento no habías visto. De ella sale una extraña luz blanquecina, que no corresponde a la luz ambiental de fuera, en un día tan soleado como aquel. Algo curioso, teniendo en cuenta que la puerta da a la parte trasera de la casa, por lo cuál debería dar al exterior. Antes de que puedas enfocar la vista, la puerta ya está cerrada, y no te queda claro si te lo has imaginado o realmente has visto algo extraño.
-Llámame como prefieras, jovencito. El nombre que me pusieron mis padres es aburrido y poco interesante.
Ante aquello Thorir quedó extrañado, pero bueno, ¿qué no era extraño en aquel lugar?, entonces Thorir salió de aquella casa.
La casa, la puerta, la mesa, las plantas, los tarros y, sobre todo, la mujer, quedan a tu espalda. Has superado la prueba, y no ha sido para tanto. Satisfecho, te diriges de vuelta con tu medio hermano y los suyos. Estos te esperan tras unas rocas, a cierta distancia, observándote con curiosidad.
-¿Qué te ha dicho? -Pregunta Eskol, con tono brusco. Parece algo decepcionado.
Thorir miró a Eskol y esbozó una media sonrisa, -Hemos hablado de jardinería- dijo en tono sarcástico, acto seguido se dirigió a por su cinto dejando atrás aquellos "amigos". No se encontraba del todo bien, aquella visita le había hecho pensar, pero era sólo un chiquillo, pensó que con el tiempo aclararía muchas de aquellas cuestiones.