Antes de la llegada a Sultünge, Yngrid te cuenta algunas cosas sobre el pueblo. Por ejemplo, que en teoría está asociado al clan Baldisung, aunque esta relación es menos de vasallaje y más nominal, limitándose solo a un par de visitas anuales y, de forma ocasional, algún que otro tributo o intercambio. Parece ser que la posición de Sultünge no tiene demasiado interés estratégico, ni sus tierras son especialmente fértiles, por lo que el interés del clan en sus gentes es más bien poca. Según Yngrid, "Ellos nos dejan tranquilos, y nosotros no molestamos demasiado. Hay pocos que se sientan parte del clan".
Al ser una comunidad pequeña, de unas cuarenta personas, solo hay una familia noble. Esta está compuesta por el jarl, Einar, un hombre entrado en años que antaño fue un guerrero habilidoso, y que aún hoy en día mantiene el respeto del resto de sus vecinos, y su hijo. Por lo demás, la aldea está integrada por otras ocho familias pequeñas, además de algunos norteños solitarios que viven solos. Yngrid es la única que vive alejada del pueblo, el resto se encuentran todos desperdigados por la docena de edificios que componen Sultünge, la mayoría cabañas de madera desperdigadas a lo largo de una explanada salpicada de árboles, situada en una depresión de terreno que ofrece cierta cobertura frente al viento.
Einar no parece, por lo que te describe, un hombre demasiado interesado en los asuntos exteriores a su hogar, por lo que es poco probable, deduces, que dé mucha importancia a tu relación con los Thurizung a pesar de pertenecer a un clan rival. Sin embargo, según Yngrid hay otros en el pueblo que sí sienten cierta lealtad por los Baldisung, por lo que tu condición de enviada a hablar con ellos podría causar cierta tensión.
Te dejo un par de días por si quieres poner algo para cerrar la escena. Espero poder abriros el primer capítulo hoy.
Saga se vio obligada a parar un par de veces a causa del dolor y el cansancio, excusando su lastimero estado ante su guía. Aunque la herida no parecía ir a peor gracias a su rápida actuación, el dolor no parecía querer menguar, sobre todo a las marchas que caminaba Yngrid, que parecía mucho más resuelta de lo que ella jamás lograría en aquellos parajes.
Prefirió no indagar en sus razones, suponiendo que tras su breve alianza ya tendría tiempo de preguntarle. Era uno de esos sentidos que a ratos le llegaban como haces de luz, chispas de certeza que se debían a su fina intuición, o quizás a algo más. Y es que Saga creía en los dioses, en todos, y en que el destino estaba tejido con cuidadosa armonía entrelazando aquello que era real y aquello que no, con finas agujas de viento, hielo y coraje.
Cuando estuvo cerca del pueblo, Saga le informó de que podía continuar sola y no robarle más tiempo, pero que acudiría a verla en los días venideros. Pretendía presentar sus respetos al jarl, contarle su terrible huida tras el asalto y ofrecer sus servicios como informadora (ya que traía noticias de toda la zona este del país), intérprete y casi escalda a cambio de alojamiento. Podía aleccionar a los más jóvenes, escribir e incluso instruir a nuevos escribas si hiciese falta, aunque sabía que la tradición oral era mucho más predominante. Pero conocía lo suficiente como para saber lo que aquellas gentes valoraban.
Quizá, con suerte, pudiese partir hacia Thurizung en una semana... Sola.