-Bedelia... -Will se acerca y te posa una mano en el brazo, preocupada-. Sé por qué estás haciendo esto. Pero no...
Entiendo que la vas a interrumpir o a pasar de ella. En caso contrario avísame y sigo
-Entenderás entonces que nada de lo que digas podrá hacerme cambiar de idea.
Will parece quedarse sin palabras. De repente, una voz a vuestras espaldas.
-YO ME OFREZCO VOLUNTARIO.
Bedelia se giró con una sonrisa completa cubriendo su rostro y una explosión de emoción en el pecho.
-Gracias. ¡Gracias! ¡Muchísimas gracias!
Durante un momento pareció que la sureña iba a abalanzarse sobre Add para abrazarle, pero en el último momento se inhibió recordando la escena del salón.
-Pues ya lo tenemos todo. Podemos irnos.
Ingur suelta una carcajada, incrédulo. Ahmel asiente, satisfecho. Will se remueve, incómoda, pero no parece encontrar las palabras para seguir combatiendo ella sola.
Add no dice nada.
Os ponéis en marcha.
Todavía hay una cosilla que quiero jugar antes de cerrar la escena, pero es en el camino. Te dejo un poco de espacio por si quieres poner algo.
Bedelia suspiró y se acercó a Will, poniendo una mano en su hombro.
-Se que tus intenciones son buenas, y lo aprecio. Pero como te he dicho antes, estoy decidida a hacerlo.
Frotó su brazo (con cierta mecanicidad) como si fuera ella la que tuviera que consolarla.
-Vamonos.
Acto seguido, y sin dejar opción a réplica, comenzó a caminar.
Por mi finiquitado.
El rastro es muy fácil de seguir, pues no hace mucho que se fueron y los caballos remueven mucha nieve. Que vayan a caballo es, por otra parte y unido al hecho de que salieran antes, también la causa de que probablemente no vayáis a alcanzarles a menos que se paren.
Un par de minutos después de salir Ahmel se acerca a ti.
-¿Podemos hablar?
Bedelia asintió sin dejar de andar. Se rezagó unos pasos para tener intimidad y le hizo un gesto con la cabeza a Ahmel, lista para escuchar.
Ahmel baja el tono para que el resto no os escuche.
-Escucha, respecto al segundo ritual que mencioné antes... Existe una fina línea que ningún investigador debería cruzar. A pesar de lo fascinante que pudiera resultar explorar la posibilidad de un proceso de reversión completo o parcial de la transformación, la ética de la investigación me compele a insistir en la peligrosidad de dicho proceso.
Bedelia guardó silencio, reflexionando.
-¿Podrías contarme en que consisten los dos rituales?
-Dudo sea el momento o lugar para entretenerse en detalles, pero... De forma muy resumida, podría decirse que el primero se reduce a una serie de ensalmos y la quema de un par de componentes en el interior de un diagrama elemental mixto. El diagrama debe ser formado en el suelo con varios elementos, y en los extremos deben situarse los dos voluntarios, que aportarán su "energía vital", por simplificar el concepto de alguna manera, para iniciar el proceso. ¡Pero no es peligroso! -se apresura a añadir-. Aunque al finalizar estaréis algo cansados. Cuando el ritual esté completo, la criatura pasará a estar bajo mi control.
El gesto de la sureña no mudó, y tampoco hizo comentario alguno.
-¿Y el de reversión?
-A eso quiero llegar. Los procedimientos de dicho ritual están menos... Definidos. Tendría que repasar algunos textos, pero probablemente habría que realizarlo cuanto antes, para no perder el control de la criatura. Eso podrían ser días... O menos. Apenas podría prepararme. Y sería precipitado. Lo peor es que, de salir mal, podría volverse en nuestra contra. Es... Peligroso. Muy peligroso. Quizás no solo perderíamos el control de la bestia, sino que su transformación podría volverse en nuestra contra. Puede que su condición se viera transmitida a otra persona. Podríamos usar a un voluntario como salvaguarda, si no recuerdo mal, pero es muy probable que muriese en caso de que algo se torciera. Y eso sin tener en cuenta la alta probabilidad de que, aunque no se volviera en nuestra contra, sí fracasase igualmente, y la criatura muriera en el proceso.
A pesar de sus esfuerzos por no verse afectada, las palabras fueron mucho más duras para ella de lo que habría imaginado. Había eludido cualquier atisbo de incertidumbre sobre el proceso, o cualquier información que dejase abierta la posibilidad de fallo, pero no había durado demasiado. Parpadeó rápidamente, conteniendo con dificultad las lágrimas. Temía que, de empezar a llorar, no pudiese parar. Se tomó un momento para poner en orden sus ideas y evitar que le temblase la voz.
-Lo haremos de la siguiente manera. Primero salvaremos a Dag y completaremos el ritual, o lo que sea, para acabar con la bestia original. Cuando eso haya terminado controlarás a su...secuaz, y tendrás todo el tiempo que consigas para realizar el segundo ritual. Incluso podríamos preparar el terreno para ganar seguridad.
Miró a Ahmel con decisión.
-Yo seré la salvaguardia. Si algo saliera mal, me utilizarás a mi para evitar cualquier daño.
-Es que... ¡No lo comprendo! ¿Qué incentivo podrías tener para poner tanto en juego por ese infeliz, cuando ni siquiera sabes si preferiría morir en lugar de enfrentarse a la verdad? Pese a mi dedicación completa por la ciencia, has de saber que no apruebo la pérdida innecesaria de vidas inocentes. E incluso ante la posibilidad de un descubrimiento revolucionario como este, debo regresar a la razón y oponerme a una idea tan descabellada. ¿Cómo es posible que tú, que careces de dicha pasión por el conocimiento, estés dispuesta a poner tu misma vida en juego por alguien a quien no conoces?
Bedelia suspiró, preparándose para decir en voz alta algo que parecía tabú. Tenerlo en la cabeza le daba una falsa ilusión de control, pero expresarlo lo hacía real, le daba forma. Y no quería que tuviera forma.
-Pondré mi vida en juego porque no es un desconocido, esa bestia es mi marido, y sigue ahí, en alguna parte.
Volvió a parpadear. Los ojos le ardían.
-Y tal vez desee su muerte al descubrir lo que ha hecho, pero no es él, ¡no lo es! Me necesita, y estoy dispuesta a sacrificar todo lo que tengo por traerle de vuelta. Dices que no apruebas la pérdida de vidas inocentes. Él es inocente. Así que por favor...ayúdanos.
Ahmel se detiene en seco ante la revelación, incapaz de reaccionar con su habitual torrente de palabras. Ingur, que os mira desde el trineo, unos cuantos metros más adelante, os pega un grito.
-¡Eh, parejita! No os quito ojo.
Will y Add, que tiran de él en ese momento, se detienen y se giran para miraros con curiosidad.
-... No os preocupéis. Me he mareado un poco, eso es todo. No estoy tan acostumbrado a este frío como vosotros.
Nadie parece creerse la excusa, pero el tiempo apremia. Tras unos segundos, Will suspira y os insta a reanudar la marcha. Seguir hablando después de eso sería imprudente, así que Ahmel se mantiene apartado de ti para no alimentar la desconfianza del resto. Es sólo unos minutos más tarde que consigue ponerse a tu lado de forma disimulada y susurrar algo en voz baja.
-Te ayudaré. Pero vas a tener que explicarme eso más en detalle luego.
Bedelia asintió, conforme pero sin energía. No intentó volver a hablar con Ahmel ni con nadie más, así que se dedicó a pensar en Dag para seguir andando sin llorar. El frío quemaba, los recuerdos dolían.
Ya voy, mi amor. Ya llego.