Partida Rol por web

Tras las palabras de Saga, unos segundos de silencio, con el crepitar de las llamas y el omnipresente sonido de la ventisca como único telón de fondo. Luego Yngrid interviene.

-Vamos. No podemos retrasarnos más.

Es cierto, y los tres lo sabéis. Si Resmit se ha marchado de allí tras herir mortalmente a Rorar, es posible que ya os saque un cuarto de hora de ventaja. Por suerte, los rastros son bastante obvios, y no hay lugar a dudas por cuál ha marchado él: siguiendo cierta dirección, la nieve está obviamente derretida, y aunque en algunos puntos ya ha empezado a cubrirse, varias manchas negras situadas en rocas y árboles hacen que seguir la pista del Solfgilftanden sea tarea de niños.

El otro rastro, por otro lado, resulta mucho más perturbador. Sangre en la nieve, que se aleja en una dirección... Alrededor de un surco que todavía permanece visible ante vuestros ojos inexpertos. Alguien ha arrastrado algo pesado. A juzgar por la nieve, probablemente a Drunfo, que no está por ninguna parte. La pregunta es... ¿Quién? ¿Quién podría cargar con tanto peso, y para qué querría llevarse el cuerpo de un moribundo hacia las profundidades del bosque?

La respuesta parece obvia, y no por ello menos preocupante.

Miró a un lado y a otro, indecisa. Ellos tres no hacían nada persiguiendo a Drunfo, cuyo cuerpo sin duda lo había arrastrado la bestia. Una de ellas. Pero necesitaban a Resmit si es que quedaba alguna remota posibilidad de hacer el ritual. Y lo necesitaban entero y en disposición de colaborar.

Mientras se descolgaba la mochila una vez más en busca de su cuaderno, habló:

-Voy a dejar una nota, por si Will o Bedelia siguen el rastro. De verdad que necesitamos estar todos pero... Para eso tenemos que traer de vuelta a Resmit y si ha despachado a Drunfo él solo creo que no tenemos nada que hacer. Sé que queréis matarlo, pero le necesitamos vivo y colaborativo. Eso quiere decir... Que no le provoquéis, por favor.

No era una orden, como solía hacer. Era un ruego desesperado y angustioso de quien pide lo imposible y lo sabe pero aun así, es consciente de que no queda otra más que pedirle tregua al mismísimo diablo.

Garabateó algo con rapidez y se acercó a uno de los árboles para clavar la hoja en su puñal. Estaban en peligro, con la bestia rondando y ya estaban lo suficientemente dispersos como para dejar que nadie más se aventurase a la muerte en solitario.

Thorir miró a Saga y asintió, -Haré todo lo posible por traerlo de vuelta y hacer el ritual- dijo acercándose más a las dos mujeres, -Pero como sea verdad que ha tocado a Drunfo y que ha matado a Rorar lo pagará después del ritual, si es que sobrevivimos alguno- su tono de voz cambió, mucho más frío, serio y solemne, como si estuviera haciendo un juramento, la ira del Yormef estaba controlada, al menos por ahora, pero en sus ojos brillaba como dos grandes hogueras en mitad de la noche. 

Yngrid asiente, conforme. Seguir el rastro resulta tarea sencilla, como habíais previsto. Por desgracia, la visibilidad no es demasiado buena.

-Qué raro -murmura Yngrid, a los diez minutos de empezar a andar-. Todavía debería quedar una hora o dos para el anochecer.

Escondida bajo la capa sobre el caballo, Saga prestó atención a la escasa claridad que llegaba de entre el tejido de ramas y hojas que había sobre sus cabezas. Era el ocaso. No el natural sino el de las historias, aquel momento en el que los héroes se veían confrontados por lo peor y la luz, las esperanza, se desvanecía casi por completo dejando al protagonista con aquella sensación de que nada más se podía hacer. De que estaba todo perdido. Lo que diferenciaba al hombre del héroe era ese último empuje mediante el cual lograba salir adelante.

-Se acerca el final -musitó en tono quedo. El resto podían imaginárselo.

Thorir miró de reojo a Saga y esbozó una media sonrisa, -Estaremos preparados- dijo serio, -Permaneced alerta- esto último sonó más bien como una orden, y acto seguido descubrió sus primos de las espadas para evitar un posible atasco si la cosa se ponía peor.

Una voz airada, entre los árboles. Según os acercáis, el tono hace evidente que se trata de Resmit. Parece estar discutiendo con alguien, o quejándose de algo. No parece haber percibido vuestra presencia, aunque el hecho de que vosotros vayáis en silencio es la causa probable de que sea así. Todavía no le veis, pero no debe de estar muy lejos ya...

Saga apretó los labios e hizo un gesto -militar, creía, o de explorador- que le había visto hacer a muchos de sus guías cuando se adentraban en una zona donde podía haber caza o enemigos. Alzó la mano dando el alto y después la cerró en un puño. Miró a sus compañeros, inmóvil. No estaban las cosas como para acercarse por la espalda a decirle hola, y menos si estaba en compañía...

Thorir asintió al ver el gesto de Saga, y espoleó a su caballo para acercase un poco más e intentar escuchar mejor la conversación de Resmit.